Esto no va en contra de Roy Galán. Esto va de la validación masculina, de cómo un mismo argumento cala más profundo si es planteado por un hombre en lugar de por una mujer (incluso aunque el mismo argumento haya sido planteado por ciento de mujeres durante unas cuantas décadas). Hace unos días publiqué el siguiente tweet y, para mi sorpresa, tuvo bastante repercusión:

Ahora quiero ponerlo en contexto para poder desarrollarlo.

En primer lugar, durante las últimas semanas, La Isla de las Tentaciones ha tenido entretenidas a muchas personas (¡holi, no me escondo!). Entre la parte ociosa y los análisis en profundidad (sin ironía) de las redes sociales, hemos tenido bien de cositas para rumiar. No hay creador/a de contenido que no se haya mojado con este tema, porque ha puesto de manifiesto todo el camino que nos queda por recorrer como sociedad para llegar a disfrutar de relaciones libres de estereotipos sexistas.

En segundo lugar, creo firmemente en que la lucha feminista tiene que involucrar a toda la sociedad. Y sí, también creo que la implicación de los hombres, tomando consciencia de su privilegio, es fundamental. Pero si de verdad queremos cambiar el paradigma, deberíamos tener la capacidad de intentar no reproducir las relaciones de poder patriarcales en las que se sustenta nuestra sociedad. Por lo menos a nivel teórico.

Y en tercer lugar, suelo estar bastante de acuerdo con los textos de Roy Galán. Reconozco que me ponen un poco nerviosa las lecciones de sororidad, pero creo que hace un gran trabajo en el cuestionamiento de la masculinidad tradicional. En realidad todo esto le toca a él por la repercusión que tiene y porque, con la excusa de La Isla de las Tentaciones, ha tenido varios virales tocando temas relacionados con el feminismo (nada de lo que no se haya hablado antes). Y es genial que esos temas le revuelvan por dentro y que necesite exponerlos para reflexionar sobre ellos; el problema está en que muchas otras personas (la mayoría mujeres, ¡qué cosas!) han analizado estas mismas cuestiones, pero han tenido un alcance mucho más pequeño y qué queréis que os diga, me huele raro.

Una voz masculina todavía tiene más valor que una voz femenina, hasta en las cuestiones que nos interpelan directamente. Y de esto no tiene la culpa solo Roy Galán; la culpa es de cómo unos cuantos siglos de machismo han modelado nuestra mente hasta hacernos creer que la opinión de un hombre que defiende la igualdad de derechos abiertamente, merece unos puntos extra de aprobación por su implicación y por tirar piedras contra su propio tejado.

Este es para mi el verdadero punto de conflicto: que seguimos obviando el techo de cristal que sufrimos las mujeres. Nos venden que estamos viviendo un momento estupendo en cuanto a visibilidad de nuestras reivindicaciones. Y podría decirse que es cierto; hay muchas mujeres que han ido recuperando los espacios que nos fueron arrebatados, que se han expuesto para ofrecernos nuevos referentes y que han buscado nuevas fórmulas de acción para la construcción de una sociedad más igualitaria y justa. Pero como sociedad seguimos sin darles el lugar que se merecen, porque nos sigue pareciendo más creíble, más relevante y, por qué no, más tierno un señor analizando los comportamientos femeninos desde su privilegio (y en muchas ocasiones vampirizando un trabajo femenino anterior), que una señora que teoriza sobre su propia experiencia vital.

¿Es un problema que un hombre muestre interés real hacia las reivindicaciones feministas? No, eso es genial. Lo que me parece conflictivo es que mantengamos la asimetría del género hasta en la validación de las demandas del feminismo. Porque sigue siendo importante dar el protagonismo que se merece al discurso de la parte más oprimida. Y esto amigas, se puede aplicar a casi todo. Aún queda mucho por revisarnos.