¿Cuidarme yo?, ¿y eso cómo se hace? Un montón de preguntas que me hice tras leer «Estar bien» de Nelly Micolta. 

 

Por Eva Fraile.

Cuidar de una misma es una de las cosas más difíciles del mundo. O a mí me lo parece. Cuidar de los demás puede ser más natural, porque parece que hay una justificación, y no somos muy dadas a hacer cosas que no estén absolutamente justificadas. En este mundo que nos estamos dejando entre unas y otras, donde todo tiene que tener un por qué y un informe que asegure la rentabilidad de hacer tal o cual cosa, cuidarse es una idea muy ambigua que se le evapora a una como el aroma de esas muestras que te regalan tras gastarte unos dineros muy ricos en la perfumería y te vienen con un palito que, cuando te acuerdas de sacarlo del bolsillo de los vaqueros, lo único que hace es recordarte el rejonazo que te has llevado esta tarde.

Cuidarse, decía, es una idea evanescente, algo que no sabemos muy bien cómo poner en práctica. Bueno, a ver, correr sí que sé, igual un poco como Phoebe por Central Park en aquel episodio de Friends, pero sé. Y comer bien supongo que también, en una ecuación donde «bien» significa «de color verde», claro. Pero resulta que hay más cosas…

Cuidarse, que me lío, es también una cosa que nos toca el orgullo. «¿Cuidarme?, ¿por qué?, ¿es que estoy mal?», piensa una ante la mera sugerencia de tal disparate. «Pero si estoy divina». Y ya hemos puesto de manifiesto los errores más frecuentes que cometemos a la hora de cuidarnos: pensar que se reduce a comer menos y a mover un poco el culo, y no tomárnoslo en serio mientras no nos pase nada notorio.

Nelly Micolta es una escritora colombiana que alguna vez ha confesado que se llevaba con su bicicleta como me llevo yo con la gata de la vecina, que nos vemos poco, cuando se pasea por el tejado junto a mi terraza, pero nos miramos mal. El caso es que esta mujer decidió darle una oportunidad al deporte y descubrió las múltiples maneras que existen de cuidarse una misma. Y las que aún quedarán por descubrir. De su libro, titulado Estar bien, me han llamado la atención cosas como que nuestras relaciones sociales influyen en nuestro bienestar. O sea, esto es algo que, más o menos, se puede intuir, que hay que rodearse de gente que te quiera, de relaciones sanas. El tema es saber detectar a tiempo cuándo una relación te hace más mal que bien. Educarnos en este tipo de cosas me parece fundamental, daría para llenar muchas páginas, pero no me cansaré de repetir que estas cosas, si bien son difíciles, se tienen que enseñar y se tienen que aprender.

Otra cuestión importante es la de los pensamientos negativos. Todo el mundo ha oído el rollo este de que hay que ser positivos, que no hay que ver crisis sino oportunidades y otras cosas que te firman mercachifles vendetazas que yo me paso por un sitio que seguramente no procede que os detalle. Pero ese es el problema, que se ha mercantilizado tanto el positivismo que al final lo acabamos rechazando. ¿Alguien duda que hay que tratar de ser positivas? ¿Significa esto que tenga que aguantar sermoneos vacuos si me quiero tomar una tarde para estar triste?

Aquí podemos abrir un melón muy jugoso: ¿puede la tristeza ser también una herramienta con la que cuidarnos? Para mí, es un sí rotundo. La tristeza es terapéutica. Lo que sucede, y en esto estoy muy de acuerdo con Nelly Micolta, es que no podemos permitir que los pensamientos negativos se nos acumulen. Cuidarse es dar cabida a nuestros sentimientos, aceptarlos y saber diferenciarlos. Qué fácil se dice, ¿eh? Gestionarse una misma. Cuidar el espíritu y cuidar el cuerpo, o quizá mejor, cuidar el espíritu para cuidar el cuerpo.

Cuidarse es, por lo visto, también hablar bien. Lo que decimos nos influye a nosotras mismas. Lo que le dices al imbécil del vecino, que siempre se le hace gotera en el mismo sitio y, vaya por Dios, es culpa tuya, en realidad te lo estás diciendo a ti misma. Pero es que lo que no dices también te puede afectar, por aquello del desahogo y no acumular tensiones.

Al final, todo es un juego de equilibrios, de gestionar emociones, de renunciar a mi aspiración de convertirme en Bette Davis interpretando a Regina Giddens en La loba. De cuidarse, no porque nos hace falta, porque sirve para tal resultado o cual beneficio, sino porque nos lo merecemos. 

Eva Fraile, psicóloga, agente literario, asesora editorial, creadora de proyectos creativos para escritores y editora de La Reina Lectora.

 

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