Esta historia da comienzo como podría empezar cualquier comedia romántica: Chico lleva tiempo enamorado de chica, pero ella no se ha fijado en él de ese modo y lo considera solamente un amigo. Pero a chica le rompen el corazón y chico está ahí para ayudarla. Entonces chica empieza a ver a chico con otros ojos y, tras un par de meses, se pilla de él y empiezan a salir. Todo va bien el primer año, pero pronto la comedia romántica se convierte en un thriller psicológico.
Chica cae en depresión y chico aprovecha su debilidad para manipularla y conseguir que haga lo que él quiera. Si no lo hace, le jura que la dejará. Entonces chica, enamorada hasta las trancas y con una depresión de caballo, se convierte en una marioneta. No quiere perderle, se muere de angustia solo de pensarlo. Aguanta gritos, malos modos y desprecios de todo tipo, públicos y privados. Siempre tiene que hacer lo que él desee, sin posibilidad de réplica. Si rechista lo más mínimo, él le hace luz de gas, le aplica la ley del hielo y deja de hablarle durante días. Y ella se muere por el temor de no saber si la habrá dejado o no, si esta vez volverá a hablarle o la abandonará. Y tras dos años con esta dinámica, chico se cansa de chica y la deja sin más. Y ella se hunde del todo en su abismo.
Como podéis imaginar a estas a alturas, esa chica soy yo. Han pasado 4 años desde aquello. Hoy por hoy vuelvo a ser la que era antes de esa terrible etapa de mi vida. Pero me temo que, pese a todo, me ha quedado una secuela de aquel trauma que me está saboteando cualquier intento de intimar más de la cuenta con alguien. Y es que cada vez que conozco a un chico, todo empieza bien. Tonteamos, siento que me gusta y empezamos a quedar para conocernos mas profundamente. Y entonces, en cualquier momento y sin previo aviso, siento un pellizco en el estómago.
Puede ocurrir en la segunda cita o en la quinta, viendo una película en el sofá o en el cine, cenando o tomando un café. Sin importar cuándo ni dónde, aparece sin mas. El miedo y la ansiedad me revuelven las tripas y entro en estado de alerta máxima. Mi mente empieza a analizar cada gesto, cada palabra, cada tono de voz. Todo lo que haga el chico lo examino con lupa buscando posibles señales de alarma.
Hay quienes comparan a sus futuros ligues con su ex porque aún siguen enamorados y no lo superan. Pero en mi caso los comparo por temor a ver algo de mi ex en ellos, cualquier cosa que me pueda dar mala espina, alguna red flag que se me pueda haber pasado por alto. Porque a pesar de que ya soy yo misma de nuevo, lo que más miedo me da en esta vida es volver a verme en la misma situación: deprimida, anulada, manipulada y atada a un capullo que haga conmigo lo que quiera.
Mi mente ha desarrollado ese extraño mecanismo de autodefensa, pero lo llevo al extremo y siento que podría estar perdiéndome a personas excelentes y experiencias geniales por culpa de esto. En definitiva, todavía no sé cómo voy a solucionarlo, probablemente terapia mediante, solo sé que maldita la hora en que dejé entrar a ese sociópata en mi vida y ponerla del revés.
Escrito por Carol M., basado en una historia real.