Fui muy mala persona y sé que el karma me lo devolverá algún día, pero no pude seguir con aquella relación ni un minuto más y le dejé a unos días de su cumpleaños.

Llevaba unos meses saliendo con un chaval. Me gustaba bastante, pero lo tenía claro, no estaba enamorada de él. Era un novio puente, una relación abocada al fracaso en la que estás mientras encuentras a alguien mejor. Al final, le dejé antes de encontrar a otra persona, pero es que el detalle que tuvo conmigo el día de mi cumpleaños no me permitió seguir más con aquella relación.

Él era un buen chico, amable y atento. Me sentía cómoda a su lado, pero conforme pasaba el tiempo, la sensación de estar en una relación que no llevaba a ninguna parte se hacía más evidente. Sabía que tenía que terminar, pero no veía el momento.

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El problema vino cuando se acercaban nuestros cumpleaños. El mío era en octubre y el suyo un mes más tarde. A medida que se acercaba su cumpleaños, la presión aumentaba. No estaba lista para comprometerme con la compra de un regalo significativo, pero tampoco me apetecía comprarle un regalo banal, que no significara nada, cómo podía ser una colonia o unos calcetines. Sinceramente, no me apetecía gastar mi dinero en una persona a la que tenía pensado dejar algún día.

Decidí esperar a que pasara mi cumpleaños, por ver qué me regalaba él, pensé que quizás su regalo me daría alguna pista de hacía donde estaban yendo las cosas. Creí que, si me regalaba algo tipo ropa, sin ninguna connotación ni sentimiento, podría devolverle el regalo y continuar con él como si nada. Porque de verdad que no veía el momento adecuado para romper con él.

Pero cuando llegó mi día y abrí el regalo que él me había hecho, supe que no podía seguir con él ni un minuto más. ¿Qué me regaló? Algo que me demostraba que ese chico si que tenía sentimientos reales por mí. Me regaló una Barbie. Pero no una Barbie cualquiera… meses antes yo le había contado que de pequeña le pedí a los Reyes Magos una Barbie que tenía el cabello muy largo y se le podía pintar de colores y poner adornos en el pelo. Pues él buscó esa Barbie, que estaba descatalogada, la encontró de segunda mano, pero con la caja cerrada y en perfectas condiciones, y me la compró. Además de costarle una fortuna, no tuvo que ser fácil dar con ella, pues era ya una pieza de coleccionista.

Con ese regalo me dejó muy claro que, me escuchaba cuando yo le contaba mis traumas, y que realmente estaba pillado por mí. Así que decidí que tenía que dejarle porque yo no sentía lo mismo por él.

Esperé unas semanas, pues me parecía muy fuerte dejarle al día siguiente de pasar mi cumpleaños, y una semana antes de que fuera el suyo, le dejé. Sé que fui una persona despreciable al elegir ese momento, dejé que pasara mi propio cumpleaños y antes de que llegara el suyo le dejé para evitarme la molestia de buscar un regalo para él. Seguramente le jodí el día de su cumpleaños.

Las palabras que utilicé para explicar la ruptura sonaron huecas incluso para mí. Le dije que necesitaba espacio, que tenía que encontrarme a mí misma, cuando en realidad solo quería liberarme de una relación para mí era muy cómoda, porque él era un buen chico, pero que no tenía sin sentido estar con alguien de quien no estaba enamorada. Fue una ruptura inesperada y cruel, pero sentí que no podía seguir mintiéndome a mí misma ni prolongar una relación que sabía que no tenía futuro.

La culpa me persiguió, sabiendo que había herido a alguien que no merecía ser tratado de esa manera. Me consolé pensando que, aunque mi decisión fue egoísta, al menos le daba la oportunidad de encontrar a alguien que realmente lo valorara.

A medida que el tiempo pasó, comprendí que el karma es una fuerza poderosa y sé que algún día me enfrentaré a las consecuencias de haber sido una mala persona.

 

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