Hola a todas, queridas.

En el día de hoy, quiero compartirles una historia que, aunque sonará a película romántica de  las malas de las 3 de la tarde, como siempre, la realidad supera a la ficción. 

Hace unos diez años, tuve la oportunidad de realizar un Erasmus en el extranjero. Solía vivir con un numeroso grupo de jóvenes de diferentes países, con los cuales establecí fuertes lazos de amistad y casi de familia. Solíamos viajar juntos, compartir nuestras culturas y cuidar unos de otros en esos inviernos crudos de Centroeuropa.

Lógicamente, el roce hace el cariño y de aquella comunidad salieron algunas parejas, incluida yo, pero ese es otro tema.

Una de ellas se formó entre un chico turco y una chica búlgara, ambos dos personas maravillosas, comprometidas y con un profundo interior. O al menos, eso creía yo.

Al volver a nuestros lugares de origen, las parejas que se habían formado, se fueron diluyendo con el paso del tiempo. Algunas mantuvieron sus relaciones unos meses, otras casi alcanzaron el año, pero nuestra pareja internacional mantenía viva la llama de su amor año tras año. Nos enviaban fotos visitando Estambul, celebrando eventos familiares en Turquía, de viaje por Croacia… Vamos, lo que se dice una relación idílica. Y a todos nos encantaba, pues una parte de nuestra comunidad se nutría de esa relación.

Al cabo de tres años desde nuestra vuelta a casa, mi amiga búlgara cambió su país de origen y se movió a Bélgica a trabajar. Estaba muy contenta y se mantenía muy activa en redes sociales, presentando a sus nuevos compañeros y amigos. Nuestro amigo turco, se desplazaba a Bélgica a visitarla de vez en cuando.

Sin embargo, un tiempo después de esto, una noche a las 3 de la madrugada mi teléfono empezó a sonar. Vi que quien llamaba era mi amigo turco y supuse que nada bueno había pasado. Efectivamente, no me equivocaba.

Este chico se había presentado para dar una sorpresa a su pareja en Bélgica y pedirle matrimonio. Cual sería su sorpresa al enviarle la ubicación del aeropuerto, que nuestra amiga búlgara desapareció. Borró inmediatamente todas sus redes sociales y le escribió un simple mensaje diciéndole: ‘’ lo siento, me he equivocado. Nada es como piensas’’. Para, acto seguido, bloquearlo de su teléfono y desaparecer por completo.

Mi amigo estaba tirado en un aeropuerto belga, a miles de kilómetros de su casa, viendo como el que creía que era su mundo se desmoronaba por momentos. No entendía nada, de hecho él se dirigía a Bélgica a pedirle matrimonio.

Nos llamó a todos, a cada uno de nosotros, y empezó a escribirle a las amigas de su pareja en Bélgica mientras estaba en el aeropuerto. A la mañana, siguiente, comenzó a recibir respuestas.

Ninguna de las amigas de su chica sabía de su existencia, de hecho pensaron que era un loco obsesionado, puesto que esta chica tenía pareja, con la que llevaba 12 años (es decir, mucho antes de nuestra estancia en común en el extranjero) y con la cual llevaba prometida casi 8 años, siendo que su boda se esperaba en los próximos dos años.

Mi amigo se desmayó en el aeropuerto, y según nos contó, los trabajadores del mismo tuvieron que auxiliarlo puesto que no podía mantenerse en pie ni siquiera.

Por supuesto, ninguno de nosotros sabíamos nada sobre este tema, nadie sabía de la existencia de este señor belga que mantenía una relación de 12 años de duración con nuestra amiga, y menos aún, nadie sabe, ni sabemos a día de hoy, cómo pudo mantener una doble vida durante tantos años.

En definitiva, esta historia resume la historia de un cuento de hadas que cambia a pesadilla en un segundo. Todo aquello que consideras tu mundo, en lo que pones tu energía, tus sentimientos y tu esfuerzo, en realidad no es más que una quimera, un juego, nada importante para la persona a la que amas.

A veces, me pregunto si verdaderamente conocemos a las personas que nos rodean, y hasta qué punto no somos un instrumento de sus deseos.

LadyMiau