Le ponía que comiera plátanos por Skype

Dicen que el único fruto del amor es la banana y eso debió pensar mi novio de la facultad aquel año que cada uno vivía en una ciudad y nos veíamos de pascuas a ramos.

Os pongo en situación. Cada uno vivía en una residencia de estudiantes y compartía habitación, lo que significa que intimidad teníamos tirando a poca. A veces hacíamos videollamada con los cascos puestos y charlábamos de banalidades con los compis presentes, pero claro, si queríamos subir la temperatura pues tocaba aguantarse y esperar a quedarnos solos.  

Un día llegué de clase por la tarde y nos conectamos por Skype como tantas veces. Mientras le contaba un poco mi día, saqué un plátano que llevaba en el bolso y me puse a merendar porque venía con la glucosa por los suelos. Yo no sé si fue que por webcam te centras más en otros detalles, que estaba devorando el plátano con ansia viva o que este chaval llevaba demasiado tiempo a dos velas, pero me dijo que se estaba poniendo muy cachondo y que tenía que tocarse. 

Cachondo? CON ESTO?

A mí me entró la risa floja porque la verdad, yo no encontraba aquello erótico para nada, tal y como lo recuerdo parecía Paquita Salas comiendo una de sus napolitanas de chocolate. Pero bueno, a él le ponía y punto. Lo más gracioso es que como él sí estaba solo en la habitación se empezó a pajear ahí mismo. Yo me puse más tensa que Bambi en un coto de caza, porque mi compañera sí andaba por allí y podía verlo, pero al final fue un visto y no visto y la chica pasaba mil de nosotros.

A partir de entonces se convirtió en una costumbre. Al principio surgía de forma más espontánea, yo solía tener plátanos en la habitación y solíamos hablar por la tarde, así que caía merienda y paja respectivamente. Con el tiempo yo me harté un poco de merendar tanto plátano, que me iba a salir el potasio hasta por las orejas, así que me lo pedía, sobre todo cuando ambos nos quedábamos a solas. Insisto que no consistía en simular una felación, era solo morder y masticar el plátano, con eso el chaval tenía una erección casi instantánea, era flipante.

Un día, no sé si es que coincidió con alguna fecha de aniversario o algo así, le preparé una sorpresa. Me puse un conjunto de lencería sexy, encendí velas por toda la habitación y cogí un plátano. Al encender la cam se emocionó bastante con el ambientazo y repetimos el ritual plátano-pajero. Pero esta vez surgieron algunas complicaciones.

Para empezar, oí jaleo en el pasillo, lo cual tampoco era tan raro en una residencia universitaria un sábado. Si bien la gente allí solía comportarse de diario, los fines de semana que me quedaban solían liarla un poquito. Traté de ignorarlos y ponerme yo también a tono. En mitad de ese jaleo empecé a escuchar una especie de sonido machacón tipo alarma de coche y dije: “Buah, ya la están liando en el parking, qué cafres.” Y seguimos a lo nuestro. Pero no nos dejaban en paz.

Empiezo a escuchar a unos cuantos chicos muy cerca: “Viene de aquí, viene de aquí.” Y acto seguido llaman a la puerta. Me quedo paralizada mientras mi novio seguía pajeándose. Mi instinto me decía que aquello trascendía de las típicas bromas, que algo estaba pasando, pero no quería abrir porque iban a encontrar el cuarto todo lleno de velas, el plátano a medio comer, yo con lencería roja de encajes… parecía un ritual. 

Volvieron a llamar a la puerta y entonces me entró el pánico porque reconocí la voz del conserje. Me levanté de la cama y empecé a soplar velas como si no hubiera un mañana, eran por lo menos 30 velas de té mas otras tantas de las grades y una varilla de incienso. Mientras tanto oigo al conserje decir: “Voy a abrir”. JODER. Dejé de soplar velas para ponerme un pantalón de chándal, que era lo que tenía a mano, justo antes de que entrara. 

El señor me pilló con todo el cuarto lleno de velas, chándal, sudadera a medio cerrar, pintada como una puerta y el plátano, mejor dicho, de lo que quedaba de él, en la mesilla de noche. TIERRA TRÁGAME. 

“Pero bueno… ¿no has oído la alarma?”

Yo, torpe: “¿La alarma…? ¿Qué alarma?”

“La de incendios, hija mía, con tanto velorio que tienes aquí montado se ha activado la alarma de incendios, que es muy sensible, y encima has puesto la vela esa gigante justo debajo del detector de humos. Anda, apágalas, porque nos hemos llevado un buen susto.” No sabía dónde meterme. Le dije que sí, que no volvería a pasar.

A partir de entonces dejamos de hacer lo del plátano por Skype. 

 

Ele Mandarina