Le puse los cuernos a mi marido en un tren

Amor & Polvos Y Sexperiencias 15 mayo 2023

MIS PRIMEROS CUERNOS EN UN TREN

(Relato erótico)

 

Viajamos a menudo  en tren por el trabajo de mi marido. Siempre es mejor hacerlo así ya que los tiempos se acortan respecto a otros medios de transporte. Me gusta sentir el traqueteo mientras me dejo llevar por los paisajes que contemplo a través de la ventana.

Mi marido sumergido en sus libros de  cuentas y negocios, como siempre, reservaba un vagón especial que disponía de mucho espacio para que viajásemos más cómodos.

Es un largo camino el que me espera, siempre elijo varios de mis libros preferidos, música para escuchar y algún pasatiempo. 

Bruno nunca tiene tiempo para mí, por lo tanto yo debo mantenerme ocupada para no volverme loca, pero en este viaje había decidido no aburrirme. Iba a cometer una locura, locura que había premeditado en varios de nuestros viajes pero nunca se había dado la oportunidad. Me acostaría con cualquiera que cumpliese mínimamente mis expectativas y que me atrajese sexualmente aunque fuese solo un poquito. Necesito que alguien me toque, me posea y me haga sentir deseada, Bruno ya no lo hace, permanece demasiado ocupado con sus cosas o simplemente ya no le atraigo. La verdad es que no se si yo me siento atraída por él, es mi marido y cada vez que pienso en acostarme con otro, me invade un sentimiento de culpabilidad que hace imposible cumplir mi oculto deseo.

Un dilema difícil de resolver, necesito una motivación lo suficientemente poderosa como para poder hacerlo.

Soy una mujer joven, creo que no estoy nada mal y en más de una ocasión más de un hombre  me ha  tirado los trastos, como vulgarmente se suele decir, pero sobre todo soy sexualmente activa y mi marido ni me mira.

Recorro los vagones uno a uno, buscando algo que me haga parar, que consiga que este viaje haya merecido la pena.

Llego a la cafetería, es inusualmente grande para un tren, me gusta, incluso hay sitio para tomar  algo sentado. Nada más entrar allí esta, la energía que la envuelve me atrae desde el primer momento. Nunca me había fijado en una mujer, pero ella es especial, muy atractiva, facciones duras, su pelo era pelirrojo, cortado a media melena y algo ondulado, muy alta  y no era especialmente guapa como tal pero había algo en ella que hizo que no pudiese quitarle la mirada de encima.

Me mira descaradamente, sin esconderse, se muerde el labio inferior de una forma seductora, un escalofrío recorre mi cuerpo acompañado de un fuego que sube desde mi sexo hacia arriba e invade todo mi ser. Quiero conocerla, me atrae como un imán y por un momento olvido quien soy, y lo que hago aquí. Me pido un café y me siento en una mesa frente a la suya, enciendo un cigarrillo, todavía se puede fumar en los trenes aunque ya corren rumores de que pronto lo prohibirán en todos los medios de transporte públicos. 

—¿Tienes fuego?— Me sobresalta en medio de mi lectura una voz tan seductora como lo es ella.—Por supuesto—Contesto llena de nervios y al mismo tiempo excitada como nunca lo había estado.

Lleva una blusa a través de la cual deja ver unos pequeños pechos muy turgentes, no lleva sostén, y los pezones se marcan descaradamente a través del estampado de la blusa. «Nunca me había pasado esto, jamás me había sentido atraída por una mujer, más allá de una pura fantasía si más» pienso para mis adentros, recordando en ese instante que estaba de viaje con mi marido, el cual permanece ajeno a todo lo que está ocurriendo en ese vagón.

Me roza la mano para coger el mechero y solo ese roce sensual de sus dedos con los míos me hace estremecer. Hizo falta poca conversación más, se levanta de su asiento dándome un tirón del brazo, la sigo hasta su vagón y nada más entrar me besa recorriendo mis labios con su húmeda lengua. Mete su mano por debajo de mi falda buscando mis bragas, sus dedos apartan la tela suavemente y en un segundo los introduce dentro de mí. Hasta mis muslos están húmedos, que cachonda estoy.

Nos tumbamos en el sofá del pequeño habitáculo, allí nadie podría interrumpir el mejor polvo de mi vida. Una vez tumbadas decido ser protagonista por una vez, le recorro el cuerpo entero con mi lengua hasta llegar a su sexo, no va depilada, ni axilas ni pubis, me gusta la sensación de libertad que me provoca. Cuando ya no quedan más partes de su cuerpo por lamer, succionar y besar me da la vuelta con agresividad, una agilidad que me sorprende y  provoca en mí  unas sensaciones para mí, desconocidas, me dejo llevar.

Recorre toda mi espalda y mi trasero con sus hábiles manos, sin prisa, mi piel se eriza bajo sus dedos, cuando llega a mi sexo desde atrás yo estaba completamente mojada. Me vuelve a penetrar con fuerza, no es la primera vez que lo hace con una mujer eso queda muy caro durante nuestro encuentro. Incluso saca un vibrador que introduce de forma rápida en mi vagina, sin preguntas, sin miradas de acusación, no sé ni su nombre. Lo mueve con rapidez dentro, y fuera de mí hasta que siento que voy a explotar, y lo hago en un orgasmo húmedo y feroz que me hace sentir la mujer más viva del planeta.

Nos tocamos la, una a la otra con muchas ganas de que aquel instante no se acabe nunca, aunque ambas sabemos que en algún momento se va a terminar. Cada una seguirá su viaje y su vida. 

Salgo de su vagón y no miro atrás. Al contrario de lo que siempre había pensado no me siento mejor, me siento culpable, miserable y muy mala persona. 

No sé si mi marido merece lo que acabo de hacerle por muy abandonada que me tenga. Tendré que vivir con la culpa y llevarme el secreto a la tumba o confesar y acabar con mi vida tal como la conozco.

J. Rinna 

 

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