De cara a la galería, éramos la pareja perfecta. 

Nos conocimos en una banda musical, los dos tocábamos el mismo instrumento, pero él tenía 8 años más que yo y mucha más experiencia, era como el “líder” de la banda, vamos a llamarle Javi. 

Hacíamos pasacalles, desfiles, eventos… Era un ambiente muy festivo y alegre. Todo el mundo quería a Javi, era muy carismático y siempre estaba sonriendo, guiaba a toda la banda y todas las chicas estaban locas por él. Yo también. 

La banda era muy grande, mi padre había estado en ella en sus tiempos y le hizo mucha ilusión que yo me incorporase, de hecho, le pidió a Javi personalmente que me cuidase y echara un ojo. Lo típico de los padres. Yo tenía 20 años y Javi 28, nunca pensé que se pudiera fijar en mí, yo no era ni la más hábil, ni la más guapa ni la más simpática, pero una noche en una celebración después de un evento, después de bailar un rato juntos, me dijo que desde que me había visto no había podido dejar de pensar en mí.

Recuerdo esa noche como una de las más felices de mi vida. A partir de ese momento empezamos a tener una relación en secreto, él lo propuso tanto por mi edad como por el hecho de que él era el líder y yo acababa de entrar, entonces daba mala imagen. Acepté y nos seguimos viendo sin que lo supiera nadie, sobre todo mi padre, que sabíamos que no le iba a hacer ninguna gracia. 

Con el tiempo empezaron a haber sospechas y finalmente salimos del armario. La banda se alegró y nos volvimos muy populares. Mi padre entró en cólera. Llegó a presentarse a los ensayos a montarle pollos a Javi diciéndole que se estaba aprovechando de mí, que yo solo era una niña y que debería darle vergüenza. Javi siempre se mantuvo firme y nunca entró al trapo, se limitaba a decir que él me quería y que le dolía que no aceptase nuestra relación, pero que él pensaba luchar. 

Yo era la envidia de todas las chicas de la banda, estaba saliendo con el chico más guapo, encantador y además jefe de la banda, pero encima defendía nuestra relación delante de mi padre de una manera muy noble. Todo el mundo me decía la suerte que tenía y lo bien que se nos veía.  Nos hacían comentarios como cuándo sería la boda, los niños, etc. Yo me sentía muy feliz. 

En mi casa tuve muchos problemas, mi padre siempre generaba conflicto y los días que tenía ensayo había discusión. Me hablaba de lo listillos que son los chicos a esa edad, me insistía en que no me acostase con él, me prohibió traerlo a casa… Mi madre le hacía ver que era un hipócrita, porque Javi le había caído muy bien hasta que empezó a salir conmigo, pero pronto dejó de meterse en discusiones porque mi padre no escuchaba a nadie. El ambiente en mi casa empezó a ser muy insoportable y Javi me dijo de ir a vivir con él, así que acepté. 

Os podéis imaginar el drama, tuve que hacer la mudanza en momentos en los que mi padre no estaba en casa porque si no, era imposible. Mi relación con él se volvió muy fría y prácticamente dejó de hablarme. En cambio, hacia fuera, en la banda y con nuestros amigos, éramos la pareja del momento. Los más populares, los más queridos, nos veían como la pareja perfecta y sobre todo, a él como el novio perfecto, que es lo que me trajo más problemas. 

Con la convivencia llegaron las primeras banderas rojas. Empezó a controlarme y a darme órdenes, utilizaba mi edad como excusa para invalidarme en todo. Yo no sabía de nada y él siempre tenía la razón. Como era su casa, él era el que decidía absolutamente todo, me daba listas de tareas por hacer, la lista de lo que podía comprar y las indicaciones sobre cómo iba todo. Pronto empezó a controlarme a mí, a qué hora salía y a dónde iba, mis planes, la ropa que llevaba y mis compañías. Con la excusa de llevarme en su coche a los sitios para acompañarme y que no fuera sola, que de cara a los demás quedaba como un novio súper atento, decidía cuándo y dónde podía ir. 

Empezamos a tener muchas discusiones que eran muy frustrantes porque para él, todo era siempre culpa mía. Yo era una niñata que no sabía estar en pareja, era demasiado joven para saber lo que era comprometerse, no sabía nada de la vida y ni siquiera sabía discutir. 

En alguna ocasión, incluso expuso delante de su grupo de amistades (todos de su edad) discusiones que habíamos tenido nosotros ,totalmente distorsionadas, para que los demás le dieran la razón. Con su grupo, y en especial con una de las chicas, me llevaba muy mal. Tuve que aguantar muchos comentarios como “qué te esperabas al salir con una niña”, “uno ya sabe dónde se mete, ahora te toca comértelo con patatas” , “ponle Pocoyó y que se calme”, “Estáis en edades diferentes y ella aún no está preparada para lo que tú quieres” y un largo etc, donde yo siempre era la culpable de todo. 

Con los meses me deprimí. No podía volver a mi casa y no me veía capaz de dejar a Javi. Entré en un bucle donde por Instagram y en las quedadas éramos la pareja perfecta y en casa era un infierno. Todos no paraban de repetirme que él era perfecto y que era genial como me trataba. No me sentía capaz de contar a nadie lo que estaba pasando y cuando quise confrontarle a él y explicarle lo que me pasaba, reaccionó fatal. 

Me dijo que debió hacer caso a lo que le decía todo el mundo y que yo iba a joderle la vida. Que era una niñata y que solo había querido aprovecharme de él. Que si yo estaba dispuesta a dar explicaciones a todo el mundo y que todo el mundo supiera que todo era culpa mía, que adelante, pero que él no pensaba dejarme si era lo que yo estaba intentando. Que asumiera  la responsabilidad y supiera que iba a haber consecuencias, porque todo el mundo sabía que el problema aquí era yo. 

Acabé en una situación en la que tenía que decidir entre dejarle y sufrir el escarnio público, que él se encargaría de sucediera, o seguir con él soportando esa vida y manteniendo la fachada de pareja perfecta. Escogí lo segundo durante un tiempo, hasta que ya no pude más y decidí que tenía que hacer que me dejara. Pensé que si era él el que tomaba la decisión, el impacto sería menor e intentaría joderme menos la vida.

Me convertí en una novia de mierda, no le escuchaba, generaba discusiones, me saltaba planes, no hacía nada en casa… todo lo posible para que se acabase cansando de mí. Pero eso no pasaba. Discutíamos cada vez más, pero él no hacía amago de dejarme. Incluso llegó a decirme que sabía lo que estaba haciendo y que él no pensaba ser el malo de la película. Así que, y no estoy orgullosa de ello, decidí ponerle los cuernos. 

En una fiesta del pueblo en la que había bastante gente que tenemos en común, bailé y me besé un par de veces con un conocido. Pude ver la gente a mi alrededor muy sorprendida y esperé que alguno de ellos se lo comentase a mi novio. Cuando esa noche volví a casa, Javi me estaba esperando rabioso, me gritó de todo y me dijo que le había humillado, que todo el mundo lo había visto y que no pensaba ser el arrastrado que sigue conmigo después de eso. Me dejó y me dijo que me fuera de su casa. Mientras me gritaba, llamé a mi padre para decirle que me viniera a buscar y , escuchando el panorama, no tardó ni 15 minutos en estar en la puerta dispuesto a romperle la cara a Javi, por cómo había oído que me gritaba. 

No estoy orgullosa de como hice las cosas, era muy joven y me sentí muy atrapada y manipulada. Casi dejo la banda por el ambiente que se generó después, ya os lo podéis imaginar, los grupitos, los comentarios… pero con el tiempo y un par de intervenciones más de mi padre, todo se calmó. 

De verdad que nunca hubiera imaginado como la presión social podía acabar dirigiendo tanto mi vida como para no verme capaz de salir de una relación o de tener miedo a que me dieran de lado. 

Al final tuve que dar gracias a mi padre por todo y entender por qué había actuado como actuó. No hubiera tenido vía de salida sin él. 

 

Anónimo

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