Como ya os he contado (y probablemente, aburrido), soy una locatis de los perros. Me chiflan, de hecho, me atrevería a decir que mi vida no tiene sentido sin ellos. Pero tranquilos, hoy no me voy a poner intensita, ni profunda, que eso ya lo hice en otro post con la lagrimita fuera. Esta vez, vengo a contaros la verdadera realidad de la vida perruna, la metamorfosis que sufres y el día a día de haberte unido al “barkside” y tener bajo tutela (o ser tutelado, segun se mire) a uno o varios perrihij@s.

Despertarte tarde no está dentro de tus posibilidades.

Asúmelo, si vives con perros, lo de remolonear en la cama no lo verás ni en pintura (a menos que lo saque otro). A tu peludillo le da igual si te acabas de acostar. Si se está haciendo pis (o se aburre), sacará sus armas para conseguir sacarte de la cama como sea.

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Tienes un “uniforme” para sacarle a la calle.

Todos tenemos un atuendo para sacar al perro por la mañana (si no has llegado al punto de sacarle en pijama). Ese conjunto con el que vas hecha un cuadro, pero sabes debido a una ley no escrita, todo paseante con perro está exento de ser criticado.

Te vuelves un ninja camuflando medicinas.

Al principio, los muy pedorros hacen que te confíes y pienses que esto de dar medicinas a traición no es para tanto. Coges un quesito, metes la pastilla y pa dentro. Fin del problema. Pero no. De repente te das cuenta de que el quesito se lo ha comido sí, pero la pastilla ha conseguido sacarla enterita y ocultarla entre sus bigotes. Ahí es cuando empiezas a darle al coco y acabas haciendo un máster en cocina molecular para conseguir camuflar la maldita pastilla y convencer a tu perro de que lo que le vas a dar es un manjar de los dioses.

Hacer cualquier cosa que requiera estar en el suelo, es imposible de realizar.

Es matemático, te sientas en el suelo y tus perros enloquecen. Así que a menos que te acostumbres a hacer la postura de la plancha con unos cuantos kilos extra subiendo y bajando por tu espalda, las  rutinas de pilates las vas a tener que hacer a escondidas.

En tu bolso no falta un quitapelusas.

Dicen que donde hay pelo, hay alegría. Pues ya está.

Los bolsillos de tus abrigos siempre tienen premios de perro.

Una cosa que caracteriza a la mayoría de los humanos perrunos, es que tenemos siempre trozos de premios apestosos en los bolsillos. En los abrigos de la gente normal, puedes encontrar monedas, pañuelos o las llaves, en los tuyos, sólo premios con olor a pastilla de Avecren de pollo o bolsitas de cacas.

Sabes que va a ser una gran noche si el anfitrión tiene perro.

Llegas a casa del que organiza el sarao y de repente, sale una bolita adorable a recibirte. Se llama Panchito y ya os queréis, ha sido amor a primera vista. Así que tú y ese chuchillo salao, pasáis de integraros con el resto del grupo y os tiráis hasta las 5 de la mañana en el suelo jugando con un peluche de conejo mutilado. Best date ever.

Persigues a cualquier perro suelto por si está perdido o abandonado.

Cada vez que ves a un perro suelto sin su humano cerca, te da un vuelco el corazón y ya no puedes volver a casa, hasta cerciorarte de que está todo controlado. Os haré una confesión, he estado a punto de secuestrar a varios perros creyéndoles desamparados, uno hasta me lo subí al coche, casi infartando a la dueña. Pd: Y sí, yo también llevo una correa y premios en el coche, por si acaso.

Pareces idiota cuando hablas con un perro.

Un clásico. Qué le vamos a hacer, la vida es así. Y es inevitable. Y es que estoy convencida de que estamos genéticamente diseñados para que la impostación de nuestra voz sea distinta, cuando nuestro interlocutor tiene una trufa húmeda y cuatro patas.

Se acabó ver películas con animales.

Da igual que sea una jirafa, un caballo (si ya es negro, ni os cuento) o el el mono Abu de Aladdin. Ver una peli en la que salgan animales es abrir la caja de Pandora.

Tu postura en la cama, en realidad, es la que tu perro te deja tener.

Dime como duermes y te diré quien eres. Que si de lado, que si boca arriba, que si en posición fetal. ¡JA! El día que estudien la postura que adopto yo para compartir una cama de 90 con dos perras comodonas, que quieren robarme la almohada, se les jode la teoría. Por no hablar de las veces que casi muero por aguantarme el pis por no moverme.

Tu Instagram es de todo menos tuyo.

Tu timeline se reduce a fotos de tu perro rollo: Boniato dormido, Boniato con cara de contento, Boniato hasta el moño de que le hagas fotos, Boniato con abrigo. Y así.

Como filtro de personas, tiene la última palabra.

Da igual si tu nuevo ligue se ha ganado hasta a tu abuela, si no se lleva bien con tu perro, no tiene nada que hacer.

Tu fobia al contacto físico desparece.

Odias a la gente que te abraza y te besa por todo, en cambio, los perros tienen carta blanca para comerte a besos hasta el fin de los tiempos.

 

Te sabes el nombre de todos los perros del vecindario, pero ni idea del de sus humanos.

Te los encuentras cada día tres veces, como poco. Compartís batallitas varias de las hazañas de vuestros peludos y hasta traficáis con premios y bolsitas de cacas. Eso sí, lo más que sabes de ellos es que son «La humana de Pantufla» o «El humano de Zero». Y si ya encima, tus vecinos no tienen perro, no sabes ni que existen.

 

Y vosotros ¿qué más cosas añadiríais a la vida de un humano perruno?