Quién podría haber imaginado que en algún momento del siglo XXI la educación volvería a estar de moda. Algo que nunca fuimos capaces de valorar (qué pereza madrugar para ir al insti, tía) y que se rindió a los encantos de Rafa Mora (matarías por mi reflejo, campeón) ha remontado milagrosamente para convertirse en el argumento definitivo y el arma más poderosa para sacar a relucir en cualquier gili-discusión.

No estoy hablando de saberse las tablas de multiplicar, no nos confundamos. Ni siquiera de saber escribir correctamente.

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Estoy hablando de recurrir a la educación, o a lo que a mí me conviene que sea la educación, para callarte la boquita cuando me rebates por Instagram (por citar una red social, pero este ejemplo puede servir para cualquier foro de debate).

Estoy hablando de los educaditos, aquellas personas que pasaban por allí, no estaban de acuerdo contigo, y decidieron mostrar su opinión,  generalmente contraria a la tuya, (hasta aquí todo normal, en eso consiste discutir, el educadito comienza a continuación) usando unos argumentos que no tienen ni pies ni cabeza, siempre y cuando hayan recibido educación (de la verdadera) suficiente como para saber argumentar, porque los hay que se empeñan en repetir una y otra vez lo mismo hasta que a una de las partes le estalla la cabeza, y que, dolidos por tu contrargumento, habiendo visto cómo se derrumban los pilares de su existencia, pues su pequeña cabeza no podía albergar más de una lógica posible y al parecer esa lógica no incluye que otra persona pueda vivir su vida de un modo diferente a la del educadito, solo vislumbran una salida digna posible: aludir a sus buenos modales y remarcar tu falta de educación. 

Pongo un ejemplo, que hasta yo me he dado cuenta de que me ha quedado la parte teórica demasiado compleja:

Contexto: subes una foto de tu perro jugueteando en el parque a Instagram (por seguir tirando de la misma red social, pero repito que esto vale para cualquier sitio)

Añades una descripción rollo «Me encanta verle jugar», así, sin dar pie a nada. No estás sentando cátedra, no estás firmando sentencias, solo te encanta tu perro y te pone de muy buen humor verle jugar en el parque tan feliz de la vida.

Aparentemente tu post de hoy es de lo más inocente, o peor aún, de lo más simplón, pero el educadito es capaz de ir más allá y rebuscar una revisión moral hasta en el gotelé de tu habitación. No puede reprimir su comentario, se ve en la necesidad de dar su opinión. Opinión que, dicho sea de paso, nadie le ha pedido.

@educadito comentó: los perros no deberían estar en los parques donde van los niños.

Te llega una notificación a tu móvil. Alguien ha comentado tu foto. ¡Oh! Será otro amante de los perros, como tú, que no habrá podido resistirse a poner miles de corazones en tu foto. Pero no. Sin venir a cuento y en toda tu cara te acaban de plantar un COMENTARIO MIERDER.

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Ante semejante situación, las que ya tenemos el coño pelao de aguantar a este tipo de personas solemos pasar sin más miramientos, pero hay días en los que estos comentarios te tocan especialmente los cojones y te hacen, incluso, pensar en qué clase de Dios permite que haya gente que tenga que buscarle las cosquillas hasta a una preciosa foto de tu adorable perrete. Te da por contestarle:

@soydivinaymaravillosa: perdona @educadito pero en este parque los perros están permitidos.

Argumento definitivo, no hay debate posible ante semejante afirmación. Incluso, un suponer, por si pudiera pasar, aunque te hubieras inventado el dato solo para callarle la boca y que te dejase en paz, si su queja nacía de la necesidad de separar perros y niños, con esa respuesta habrá quedado más que aclarado el percance y el educadito podría volver a vivir en paz.

¡De eso nada, monada! El educadito no ha venido a tu instagram a luchar por los derechos de los niños. Ha venido a luchar por su derecho a ser mejor que nadie, así que no se va a rendir tan fácilmente. Seguramente responda:

@educadito comentó: solamente digo que los perros ensucian los parques y los parques son para que jueguen los niños. Aunque la culpa no es del perro, claro.

¡BOOM! No solo llega sin avisar, juega a su antojo con la información que has proporcionado y te llena de mierda la preciosa foto de tu mascota. ¡Ahora también va a insultarte! Pero cuidado, no lo hace directamente, jamás te diría «es que eres una guarra asquerosa que me da asco solo de mirarte». No, por favor, qué bochorno. El educadito es experto en dejarla caer, nunca te atacaría directamente, porque él tiene educación, saber estar. Pero ya soltó la liebre. Y mucho cuidadito no te dé por morder su preciado anzuelo y contestarle con un «vete a tomar por el culo», porque ahí es cuando su corazón se llena de gozo y te suelta en tan esperado: «cómo os ponéis en cuanto os dicen la verdad, yo a ti no te he insultado, por lo menos TE ESTOY HABLANDO CON EDUCACIÓN«

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Picaste amiga, le diste exactamente lo que venía buscando: el gustazo de demostrar públicamente que es mejor persona que tú. Siempre y cuando la escala de valores del educadito sea válida más allá de su propia burbuja de resquemor y complejo de inferioridad, claro, porque dime tú a mí en qué mundo real un alarde como este sería válido.

(Nota aclaratoria superimportante: estás ante un educadito pro si cierra la discusión con un «buenos días», «buenas tardes», o «buenas noches», según corresponda con la franja horaria en que el comentario fue escrito.)

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Que sí, que yo soy la primera que defiendo la educación, por supuesto, la buena educación, pero… querido educadito: esto que tú defiendes no es educación, esto es moralina de abuela de los años cincuenta, esto es Carlos Areces disfrazado de señora comentando por lo bajini lo revuelta que está la juventud, eres una vieja pelleja cerrándose la rebequita indignada.

Una señora de verdad jamás caería tan bajo como para tener que demostrarte que su educación es mejor que la tuya. Una auténtica señora no tiene que demostrarle a nadie que es educada, simplemente lo es. 

rocio jurado

 

FOTO DESTACADA: The Fresh Prince of Bel-Air (NBC)