Hola, soy Rebeca, tengo 36 años, y formo parte de la generación “Y”.

No os sonará.

La generación “X” lo petó muchísimo, porque hasta aparecía mencionada en anuncios publicitarios (aquellos JASP, jóvenes, aunque sobradamente preparados). Fue la generación que vivió de pleno los 90, el auge del capitalismo, la música heavy, el american way of life y su repercusión mundial, donde todo lo que cruzase el charco molaba.

El grunge se comió al punk, las drogas de diseño convirtieron Wall Street en la cumbre de los yuppies que vivían rápido y dejaban un bonito cadáver (en sentido literal y figurado) con míticos tabiques de platino. Fueron los años de la comercialización masiva de los videojuegos, los canales de pago, la Macarena, y el despegue absoluto de Internet a domicilio.

Los 90 lo petaron bien, y de pronto llegó el nuevo milenio y, sin saber cómo (aunque la velocidad se medía ya en gigas), pasamos al dominio de las redes sociales, al selfie, a la era de la sobreinformación y los contenidos gratuitos, donde cualquiera puede publicar casi cualquier cosa.

La generación millenial, o generación “Z”, maneja desde entonces el cotarro.

A la crisis económica mundial se la combate con huertos urbanos; al ascenso gubernamental de ideologías totalitarias, con proclamas feministas y manifestaciones populares casi a diario; al cambio climático y la sobreexplotación de bienes de consumo, hay opciones ecológicas, antivacunas o veganas.

Todos parecen estar locos, pero esas generaciones han dejado una huella importante. Sin embargo, la mía, la generación “Y”, somos los parias de la sociedad.

Si buscáis en internet esta generación, por no estar claro ni siquiera se sabe con exactitud qué años abarca.

Cuando éramos adolescentes, éramos unos pringaos, imitadores y herederos de Winona Ryder y las boys bands. No éramos hijos de conflictos armados, sino ya sobrinos lejanos, o nietos, aunque éstos perdurasen. Nos criamos en la sociedad de consumo como tal, y gastamos cuanto ganamos, porque así ha sido siempre para nosotros.

No sabemos ahorrar, ni invertir.

La mayoría de las personas de mi generación viven con una hipoteca, intentando cumplir religiosamente con los cánones establecidos por la sociedad, para encajar en ésta. Pero no, no lo hacemos, porque somos la última generación educada para pensar así.

Los millenials nos han adelantado por goleada, y hablan diferente, se mueven diferente, visten, comen, opinan, piensan diferente, y e salto generacional es brutal. Es una generación que ha decidido empezar de cero y olvidar el arraigo que lastrábamos nosotros. NO son herederos de nadie, y los de mi generación no nos sentimos identificados con ellos.

Así, estamos atrapados entre dos generaciones decididas a dejar su impronta que nos ignoran. No somos guays, no hemos inventado nada, nos hemos dedicado a disfrutar de todo lo que nos parecía acojonante de la generación anterior, hasta que hemos empezado a intentar adaptarnos a los tiempos que corren, que muchos no comprendemos.

Es generalizar, pero pertenecemos a una generación perdida, aunque nosotros insistamos en identificarnos con nuestras propias señas.

Para muestra, un botón: cuando empecé a disfrutar de mis cosas favoritas, para los de la generación anterior yo era una niñata que no comprendía el significado trascendental de las cosas, mientras que ahora, para la generación vigente, soy una pureta a la que le gustan los clásicos.

Sí, me encanta Drácula, de Bram Stoker, Entrevista con el vampiro, el grunge, los pantalones anchos, la pachanga en los bares de copas, no entiendo por qué hay que poner una almohadilla delante de todo lo que se publica para que mole más, ni siquiera (y soy prácticamente bilingüe) por qué todo suena mejor en inglés (runners, hype, OMG, hashtag, stalkear, satisfyer, muffins, porridge, long-board… y así).

No me llevo bien con la tecnología, pero creo que tampoco podría irme muy allá sin ella, así que me siento casi siempre fuera de lugar si no estoy con personas de mi edad y en una situación parecida a mi empanada mental.

Vivimos tiempos asombrosos, donde creo que parte de mi generación de novatos se ha quedado obsoleta.

Rebeca Alcántara