Viajar está de moda. Eso está claro. Desde la llegada de las compañías de bajo coste, se ha abierto la oferta y volar se ha hecho más accesible a más bolsillos. A más bolsillos, que no quiere decir a todos, ojo. Porque por muy bien que te salga ese vuelo saliendo a las 6 de la mañana y que maldices cuando te toca hacerlo, están los hoteles, las comidas, etc. Y aunque en un principio estaba bien esto de poder ir a las diferentes capitales europeas, hacerte una escapadita de 3 o 4 días y que te medio puedes permitir (porque ya has estado ahorrando para eso, no te creas) ahora ya hemos llegado al siguiente nivel. ¡Hay que ver mundo! ¡Hay que ir a Asia, al Caribe, ampliar la mente, conocer otras culturas!

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Las redes sociales, como no, también han sumado a esta moda, si lo queremos llamar así. Nos muestran todos esos viajes imposibles que se marcan nuestros conocidos y que nos hacen sacar la calculadora y pensar: ahorrando unos cuantos años pues quizás me lo podría permitir. ¿Y cómo lo hacen? ¿Me pueden enseñar a administrar el dinero? Y te mueres de envidia y si no viajas ya no eres nadie. Ni un perfil en aplicaciones para ligar que no incluya un: Me encanta viajar y descubrir mundo. Busco a quien me acompañe. ¡Pues si me pagan el billete, es un match!

Y tú estás ahí, mirando Instagram y viendo a la gente en bañador en la otra punta del mundo mientras tú te tapas en tu casa con la manta porque han vuelto a subir las tarifas y no me enciendas esa estufa o el mes que viene nos alimentamos a base de macarrones.

Aun siendo más accesible viajar y los vuelos aptos para más bolsillos, sigue siendo un privilegio que no tanta gente se puede permitir. Y lo peor es que si no lo haces te tachan de no querer ver mundo y tener la mente pequeña, porque eso enriquece y no los bienes materiales a los que te aferras (esas buenas facturas que pagar, por ejemplo). Así que sigue siendo elitista y diferenciador, y lo peor es que está tan extendido que encima te sientes mal si realmente tampoco quieres viajar, o prefieres dedicar tu dinero a otra cosa. ¿Cómo no estoy subiendo fotos recorriéndome todas Europa en los findes de 3 días que hay, y puentes? ¿Qué mal hay en mí porque no me apetezca viajar constantemente? ¿QUÉ ME PASA? Pues oye, nada malo. Que viajar está muy bien, pero que irte a Punta Cana de pulserita tampoco amplía tanto la mente, ni conoces más culturas que la de ese morenazo al que le has echado el ojo en la piscina del hotel.  Porque tampoco pasa nada por viajar a sitios y reconocer que no es para tanto y no es lo que esperabas, o incluso que no te ha gustado.

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Y para acabar, especial mención a los comentarios sobre los viajes de trabajo y lo guays que son: NO. NO molan nada. NADA. Y si lo piensas es que no te ha tocado hacerlo, que las condiciones de tus viajes son muy buenas, o no lo sé. Pero no, raramente puedes visitar sitios. Cuando viajas constantemente te apetece estar el menos número de días posible fuera de casa, y trabajas más horas que un reloj, y son cansados los vuelos, los aeropuertos, los horarios infernales y sólo quieres estar en casa. Echas de menos la comida casera aunque sea el tupper que te llevas al trabajo.

Así que sí, los viajes están sobrevalorados aunque ahora me caiga un chaparrón de comentarios negativos por decirlo o siquiera pensarlo. Y sí, también tengo fotos de viajes y sitios guays en Instagram, y si lo ves piensas en lo que mola subir una foto a 370m desde la Torre de la Perla en Shanghai, pero no se ven los ratos malos de esos viajes y los hay.

Anna Hernández