Un año sin sexo, y ya no no lo echo de menos. 

 

¡Un año! Más de un año sin echar ni un solo polvo. Un año sin, literalmente hablando, correrme ni una sola vez, ni sola, ni en compañía. Creo que es la dieta más larga que he conseguido llevar a cabo en toda mi vida y la más extraña también. 

Partimos de la base de que yo siempre he sido una chica, llamémosle activa. Con mis parejas, o simplemente con el follamigo de turno, mi vida sexual ha sido ajetreada y lo que es mejor, terriblemente satisfactoria. Pero después de un mal de amores, de esos que te dejan más rota que viva y de los que cuesta sacarte de dentro porque te marcan a fuego, ella llave que le puse a mi corazón fue la misma que usé para cerrar mis piernas. Y eso no sería tan malo si no fuera por el hecho de que mis ganas han decidido también salir de mi cuerpo. 

¿Sabéis el tiempo que hace que no me siento cachonda? No recuerdo la última vez que sentí ganas de echar un polvo, aunque fuera uno de esos sin compromiso que disfrutas y te dejan nueva, aunque sepas que no van a ir a ningún sitio más. 

Al principio, cuando solo habían pasado unas pocas semanas de mi último encuentro, yo no tenía ganas de relaciones, pero mi entrepierna seguía reaccionando de la misma manera. Un poco de toqueteo, o una imagen excitante, y mis braguitas se convertían automáticamente en un campo húmedo en el que podría sembrarse arroz. Pero de eso ya no queda nada. No me toco. No me excito. Ni lo busco. Ni lo que es peor, me apetece. Es más, creo que he llegado incluso a ese punto en el que si me planteo llegar a la cama con quien sea, lo que me embarga es una enorme sensación de pereza más que de otra cosa. Y me preocupa, no penséis que no. Más de lo que imagináis.

Hace tiempo, si alguien me hubiera hablado de la asexualidad, lo hubiera rebatido con mil argumentos como si del concepto más ridículo y absurdo se tratase y ahora, encontrándome como me encuentro, empiezo a comprender cosas que antes ni se me hubieran ocurrido.

Y no hablo de ser asocial. Sí, me apetece conocer a alguien. Sí, me apetece compartir mi tiempo. Me apetece ilusionarme. Pero llegados al tema íntimo es donde me surge el problema. He perdido todas mis ganas y no sé muy bien como actuar al respecto. 

Y aquí es donde entráis vosotr@s. ¿algún consejo?

 

Inés Rodríguez