Puede que seas de esas personas que consideran feo ponerle un “NO” en rojo en la cara a alguien, y más si es literalmente. O que no le vean sentido a pasar fotos en una pantalla como quien va a elegir un mueble de Ikea, que crean que la química no funciona por catálogo y que una app para ligar es algo así como un mercado de ganado humano. Yo era de esas personas. Hasta que conocí a alguien especial. No en Tinder, en un bar. Pero ese alguien tenía Tinder. Así que me lo hice para ver si encontraba otro igual, pero que me hiciera caso. Inciso: no ha pasado.

Sin embargo, nunca esperé vivir una pandemia mundial y que el Gobierno me hiciera llegar a casa a una hora que ni mi madre a los quince años, así que por qué no creer en lo increíble. Lo cierto es que Tinder no se diferencia tanto del mundo real. Está lleno de gente con pareja deseando engañarla, de perturbados que por lo menos aquí lo dejan caer con nombres como “Mr. Misterio”, de hombres que mataría por frases como “a la vida se la gana con una sonrisa”, y de muchos, pero muchos, deportistas. Y escaladores. Aunque quizá esto sea por vivir en una zona de montaña, no lo entiendo muy bien.

El caso es que, si pones filtro, que es más fácil desde tu sofá en pijama que en una barra después de cinco chupitos, todo sea dicho, no está tan mal. De cada treinta torsos sin camiseta, aparece uno con ella puesta y una afición que no sea “cerveza artesanal” o “viajar”. Inciso: ¿viajar? Eso es como poner que te gusta dormir, es algo universal, gracias. De cada treinta selfies cutres frente a un espejo, puede haber uno que se haya molestado en escribir una descripción interesante o que te haga reír. Y le das al corazoncito verde. Y es tu día de suerte, y él también le ha dado. Entonces descubres la gran magia de Tinder, que son los mensajes que te envía la app para animarte a entablar conversación. Inciso: creo que realmente mi verdadero amor es el cerebro que trabaja programándolos. “Cinco millones de mensajes enviados en la última hora… ¿y a ti no se te ocurre ni uno?” “Si no se te ocurre nada ingenioso, pregunta al señor Google”, “Por más que mires, el mensaje no se escribirá solo”.  Fan de esa persona que te empuja a relacionarte a la vez que te llama inútil sutilmente. Es una pena que no haya un “superlike” para atención al cliente o algo similar y que ese troll intelectual me invite a una caña. 

A falta de poder hacerlo, sí me las he tomado con varios chicos que he conocido a través de esta pantalla. Porque hay artistas, ingenieros, músicos, personas divertidas, inteligentes y que merecen la pena. Reconozco también que mi codiciado troll también me ha colado varias veces los mensajes “prueba a darle a la derecha, o no te hablará nadie” y “se han acabado los posibles mach en tu zona” después de rechazar a más gente de la que me ha rechazado a mí en Infojobs. La clave es simple y se adapta a todos los formatos, analógicos y digitales.

Fíjate en los pequeños detalles. En alguien que tenga una guitarra si te gusta la música, en quien te hace reír, en quien te mantiene despierta deseando escucharle hablar. Más allá del amor, la amistad, el sexo, o cualquier tipo de relación, las personas somos engranajes. Que encajan, conectan. ¿Por qué no girar los nuestros a ver qué pasa?

 

Amaia Barrena