Yo no sé vosotras, pero yo he llegué a la conclusión que el estrés de mi vida, era yo misma.

Desde niña en casa, en el colegio, con mis amigas, si había que hacer algo que se tenía que quedar bien, siempre me ofrecía a hacerlo yo, porqué, pues porque yo sabía que se le iba a quedar perfecto. Esto no se trata de presumir, ni de que soy mejor que nadie. No sé si será por mi horóscopo o que yo nací así, pero me gusta que todo esté organizado, planificado, que no se escape ningún detalle y quede todo a la perfección.

Qué supone esto, pues que de primeras todo el mundo se ofrece, pero conforme transcurren las cosas me voy quedando sola, porque no aguantan mi perfeccionismo. Y pasados unos años, te das cuenta que al final todo te lo cargas tú, no tienes tiempo para disfrutar de ningún evento ni celebración porque no descansas hasta que está todo hecho, recogido y limpio.

Esto empezó ya en el colegio, los trabajos los hacía con los compañeros que mejor pintaban o mejor letra tenían. Si me tocaba con alguien que yo creía que no iba a quedar bien, pues le proponía hacer el trabajo sola y luego ponía su nombre o como mucho le dejaba comprar la cartulina. Así continúe en las diferentes etapas de estudio que vinieron después. Mis amigas se iban jueves, viernes, sábados y hasta los domingos a las diferentes juergas y quedadas de la universidad y yo en casa estudiando.

En lo personal mis hermanas me quieren mucho, pero no soy la hermana favorita por así decirlo. Soy un coñazo me dicen, porque no puedo improvisar ni el hecho de salir a tomarnos una cerveza. Nos os digo nada lo que es ir conmigo de vacaciones, hasta las propinas de los restaurantes tengo controladas, meses antes del viaje.

Y a nivel pareja, pues dos matrimonios fallidos. Mi primer marido ya me decía cuando éramos novios, que él no iba a vivir en una casa de cristal, como si fuera un museo, menos de un año duramos. Yo le decía que las cosas tenían que estar limpias y organizadas, nada más.

En el segundo intenté bajar el nivel y no reñir por todo. Él me decía como tú lo haces mejor, pues hazlo tú y al final todo era para mí y digo todo, hasta organizar la compra y yo me quejaba, como siempre y como en todas las facetas de mi vida, que tenía que hacerlo yo todo, sin ayuda. Mi marido se sentía fuera de mi vida, porque no participaba en nada y a los dos años nos separamos. Hice bien en no tener hijos, porque criaturas mías, que vida les iba a dar.

Poco a poco conforme vas cumpliendo años y esa exigencia ya no la puedes llevar a cabo al cien por cien, empieza el estrés, la frustración…Y todos esos sentimientos de no poder controlarlo todo. El cuerpo es muy sabio y o paras o te para. Y me paró y todo eso que tu vida pasa por delante en unos segundos y ves la luz y demás, pues el guión completo.

Pero yo vi la luz después, cuando entendí después de muchas lágrimas y mucho aceptar que había desperdiciado mi vida, buscando la perfección y el control. Y el control no existe todo escapa de nuestras manos.

A día de hoy, con secuelas físicas y una incapacidad laboral que me da para vivir más humildemente, he vendido mi casa, me he comprado una auto caravana y me dedico a recorrer los pueblecitos de España junto con un profesor de terapias holísticas que conocí durante mi ingreso en el hospital, quién me lo iba a decir a mí, que la vida me ha dado la vuelta como un calcetín y creo que, aunque tarde ya por fin puedo decir que soy muy feliz.

Isora