Lo nuestro surgió por casualidad, sin esperarnoslo, como surgen las historias de amor. Teníamos amigos comunes y una noche cualquiera nuestras miradas se cruzaron, nuestra conversación se volvió una y nos besamos sin pensar.

Nos convertimos en locos amantes, ya que el amor no puede concebirse de otra manera, loco y descabalado.

Nuestros cuerpos se necesitaban incansablemente. Nos refugiábamos en nuestro rincón exquisito y follábamos sin horarios, perdiendo el sentido del tiempo, del espacio y del mundo. Porque nuestro universo eran nuestros cuerpos, olernos, saborearnos, embestirnos una vez tras otra. Teníamos sed de nosotros y cuanto más amor nos dábamos, más sed teníamos.

Mi amante me enseñó que el sexo hay que vivirlo en toda su dimensión. La gente normal vive y después folla, como si fueran dos cosas que hay que tener en compartimentos estancos. Con él aprendí que se podía vivir follando: hacíamos el amor y comíamos espaguetis en la cama, nos bañábamos y volvíamos a encontrarnos, veíamos una película y nos tumbábamos uno encima del otro, jugábamos a buscarnos y nos revolcábamos en nuestro mantra una vez tras otra.

amante

La gente folla y hace como si nada. Se duchan y cada uno vuelve a su actividad, como si no hubiera pasado nada. Hacen acopio de una dignidad extraña y se olvidan de sus pasiones, recuperando una compostura absurda y dejando de lado el alboroto de flujos, palabras y sensaciones vertidas el uno en el otro.

Nosotros éramos distintos. Nuestro amor no se apagaba y se encendía como si nada, vivíamos con las feromonas a flor de piel y con la lívido enloquecida. Nos saboreábamos sin parar, bebíamos cerveza y bailábamos en los bares, hablábamos hasta el amanecer, mientras nuestros cuerpos se buscaban sin retorno.

Me despierto sobresaltada recordando aquella pasión, aquel amor, aquel sexo y aquel olor que envolvía todo y que le daba sentido a todo. Mis bragas están mojadas y echan de menos la locura que solo he sentido en brazos de mi amante. En tus brazos. Estás dormido a mi lado, exhausto.

  • Has cambiado cariño,  ya no eres el hombre del que me enamoré.
  • Tu también has cambiado – me contestas. – Tampoco eres la chica de la que me enamoré, pero cada día te miro y encuentro mil razones para volver a enamorarme de ti.

Entonces me acerqué a ti, aspiré tu olor y nos abrazamos como nunca.

Firmado: The perfect wife

Final basado en el poema “Todo puede cambiar” de Marwan.