A mis casi 30 añazos, aquí me encuentro. Enlazando una formación tras otra. Enviando currículums a diestro y siniestro. Incluso planteándome montar mi propio negocio, con más desesperación que ideas sólidas. Apenas he podido vivir independiente un par de años, hasta que mi economía dijo “basta” y me tocó volver al nido.

Y las redes sociales no ayudan nada. La gente de mi alrededor lo está petando. La que no tiene su propia firma, está ascendiendo en una de las empresas más importantes del país. Es entrar en Instagram y querer llorar. ¡Porque encima viven sin miedo, oye! ¿Quiero mi propia marca de ropa? ¡Pues la creo! ¿Dejo todo y me dedico a la interpretación? ¡Pues vamos allá! Y tú, mientras tanto, te hinchas a negativas de empresas y visualizas un futuro en las faldas de tu pobre madre, que es la única que puede darte de comer.

La mente ayuda todavía menos que las redes. ¿A tu edad y viviendo con tu madre? ¿Es que no piensas espabilar? Eres una garrapata, tía… ¿No ves que el resto del mundo tira adelante? ¿Y tú, qué? ¿No ibas a montarte tu chiringuito para poder vivir? ¿Y a qué esperas? Fracasada, perdedora…

¡STOP! ¡SE ACABÓ! No más flagelarse gratuitamente. Fuera comparaciones. Se acabaron los sentimientos de culpa, de vergüenza, de fracaso. No, no estoy fracasando. No tengo la vida que desearía, pero no estoy fracasando…

Es curioso, pero en el peor momento… ¡ZAS! Paz mental. Tal cual lo cuento. Justo cuando sentí tocar fondo, mi mente se frenó en seco. Una extraña tranquilidad me embargó. Como cuando te sumerges bajo el agua, el ruido de fuera se amortigua y te rodea la calma. Y ahí, aprendes la lección. O, en mi caso, las lecciones. Porque la situación no me ha traído solamente una enseñanza, sino varias. Y por si estuvieras ahogada en mi misma situación, asfixiada por las mismas emociones, te las voy a compartir:

  • Fracasar en el trabajo NO es fracasar en la vida: Trabajas para vivir, no vives para trabajar. Tu trabajo es apenas un ámbito de la vida. Sigues teniendo tu ámbito familiar, tu círculo de amigos… Sigues siendo mucho más que tu puesto en la empresa o el número que te adjudican en la cola del paro.
  • Cada persona tiene su ritmo: Algunas personas consiguen el trabajo de sus sueños en cuanto salen de la universidad. Otras, no encuentran su vocación hasta que no llegan a los 50. ¿Y qué me dices de todas las amas de casa que, hasta que no han vivido algo como un divorcio, no se han iniciado en el mercado laboral? Y no pasa nada. Sea cual sea tu momento de empezar, estará bien.
  • A veces el trabajo es lo que te da de comer, no tu pasión, y eso está muy bien: Puede que no encuentres trabajo de lo tuyo y eso te frustre. Pero si estás metiendo dinero en casa, estás ayudando a tus padres, estás alimentando a tus hijos, estás sudando la gota gorda para llegar a fin de mes… Siente orgullo, amiga. Porque la vida es muy complicada y no siempre encontramos oportunidades. Eso no nos convierte en fracasadas, cielo. Eres una triunfadora.
  • La gente habla sin saber: Opinar sin que dicha opinión haya sido pedida es deporte nacional. Es muy fácil señalarte como fracasada sin saber a qué dedicas el día, sin conocer tus esfuerzos ni tus circunstancias. A palabras necias… Ya sabes.
  • Las redes sociales NO son la vida real: Nadie va a poner en su Instagram que le han vuelto a decir “ya te llamaremos” en su última entrevista de trabajo. Sacamos lo bonito, lo que da sensación de lujo a ojos de los demás. Pero eso es trampa y lo sabemos… Si a toda la gente “exitosa” de mi alrededor le preguntase, seguro que hay algo que les provoca sensación de fracaso. Un consejo: si no consigues convencerte de la irrealidad de las redes, aléjate de ellas, corta por lo sano.
  • El “éxito” no es sinónimo de felicidad: Me refiero a ese éxito creado por Hollywood, los anuncios de perfumes y colonias, Internet… Hay gente que lo tiene todo y sufre depresiones de caballo. Yo, ahora mismo, podría sentirme igualmente deprimida. Podría pensar que necesito viajar, necesito hacerme la manicura y necesito un portátil nuevo porque el mío funciona a pedales. Pero me he dado cuenta que eso son deseos, no necesidades. Necesidad es comer, un techo… Y eso lo tengo. Tengo las uñas hechas un cuadro, el ordenador es de prestado y estoy mirando el menú de mi pizzería favorita con un tupper casero entre las manos. Pero también tengo comida diaria y una cama en la que dormir.
  • Mientras siga luchando, seguiré ganando: He mandado 15 currículums, olé yo. He dedicado horas a mejorar mi carta de presentación, bravo por mí. He buscado más cursos de formación, bien hecho. Hoy he cumplido con aquello que puedo hacer y controlar. Lo demás no depende de mí. Y así será cada día. Tengo motivos para sentirme una ganadora.

Soy una ganadora. ERES UNA GANADORA. TODAS LOS SOMOS.

@mia__sekhmet