– ¿Por qué grita esa señora? 

-Yo que sé. Se habrá vuelto loca. 

Señoras, y señores si alguno me lee, les voy a citar a la gran Henar Álvarez, y les voy a decir QUE LOCA,  MI COÑO. 

¿Cómo va a ser posible que cada vez que una mujer diga una palabra más alta que la otra, o se le salte  una lágrima, pase a ser denominada una loca? Cómo si no tuviéramos el derecho a montar los pollos  que consideremos, cuando nos salga del coño. Y al que no le guste coño, pues que lo cambie por moño,  que al final, valga la redundancia es lo mismo.  

A mi me han llamado loca por montar el pollo al descubrir unos cuernos que tenía que ni Maléfica. Pero  vamos a ver. Loca, ¿de qué? He oído como llamaban loca a una señora en el supermercado por quejarse  de algo, he escuchado como tildaban de loca a una mujer en la parada de autobús porque se le estaban  colando. Loca, ¿de qué? Si no sabéis nada de la vida de los demás, como para estar sacando etiquetas con carga despectiva a diestro y siniestro.  

Puedo citar a Henar Álvarez, como puedo citar a Santa Paquita Salas gritando: ¡No estoy loca, estoy  hasta el coño! Porque al final, no es ni más ni menos que eso, que no es estar loca, es estar harta, y una  necesidad de desahogarte que parece que bola de fuego recorre tu interior. Y que se vengan los pollos  que se tengan que venir, pero que no se nos deshumanice. Con un diccionario tan rico como el que  tenemos, y el que tendremos a este paso añadiendo palabras como cocretas, guasaper y caraanchoa,  ¿por qué desacreditar el sentimiento de una persona de semejante manera? 

¿Cuántas veces nos han dicho “es que mi ex era una loca”? Es que menganita es una loca, no le des  importancia. Es que todas mis relaciones anteriores eran con locas. Es que esta chica me persigue  porque está loca. YA BASTA. De verdad, que ya está bien. Loca es aquella persona que tiene,  literalmente cito a la RAE; trastornadas o perturbadas las facultades mentales, y que yo sepa, se pueden  hacer cosas estando perfectamente lúcido. Es más, creo que algo tan instintivo como lo es la ira, el  dolor, la indignación, la rabia y el miedo, salen precisamente a brote cuando una está en plenas  facultades. Porque si no de qué ibas a desgarrarte en público porque te han hecho daño, te han  engañado, te han tomado el pelo o porque has perdido las llaves de casa y vuelcas el bolso en medio del  andén del metro desesperada.  

Si antes nos quemaban por brujas, ahora se nos pone una pegatina en la frente con mayúsculas: LOCA. A  las que bailan con los auriculares, a las que muestran espontaneidad o son atrevidas. A las que llevan  pelos extravagantes o modelitos rompedores, a las libres, e incluso a las más débiles. Hagas lo que  hagas, corres el riesgo de que te lo digan. Y ahora, más que nunca, cuando la salud mental está  comenzando a tener la presencia que debería desde hace mucho, deberíamos luchar contra el estigma y  corregir esta conducta. Y ojo, soy consciente de que, incluso nosotras mismas en ocasiones, podemos  hacerlo sin darnos cuenta de ello. Cuando nos sentimos abrumadas por la histeria o la intensidad,  cuando algo nos rompe los moldes de lo establecido.  

Viva el levantar la voz si algo te ha molestado, viva el llorar cuando tu cuerpo te lo pida, viva el quejarse  cuando algo no te guste, viva a reclamar tu sitio, viva a vestir y a hacer con tu cuerpo lo que te de la  gana, viva el tomar todas las decisiones que quieras y te hagan sentir libre. Y sobre todo viva, al que un día, no nos juzguen por todo ello. Y si lo hacen, que sea llamándonos valientes, reivindicativas,  independientes, luchadoras, rompedoras o como yo diría, en una sola palabra, BRAVAS.  

Sed felices y libres, y no os mordáis la lengua ni os pongáis a vosotras mismas una camisa de fuerza:  ¿Loca? Loca mi coño.

Paula May