Habéis leído el título, os podéis imaginar cómo acabó la cita.

Lo que más me jode de este tipo de pavos es que no te los ves venir, no te los hueles, no los cazas a primera vista, por lo menos yo, que igual es que tengo el sensor jodido y se me da fatal darme cuenta de quiénes son los GILIPOLLAS PROFUNDOS que habitan las profundidades de Tinder.

Hicimos match, casi siete días de conversación fluida, todo bien, todo correcto. Me habla de él, de lo romántico que es, de lo que le gusta tener relaciones largas, de lo poco que le van los polvos de una noche, del daño que le hicieron en el pasado… Todo eso tintado con chistecitos que me parecían graciosos. ¿Se veía venir que era un poeta herido del Madrid moderno? Sí. ¿Quise darme cuenta? Definitivamente no. 

Quedamos en Malasaña, seis de la tarde de un sábado, a tomar café. Va todo viento en popa, físicamente me mola, justo nos dan un rinconcito en un sofá, tenemos contacto físico porque es inevitable, no es incómodo, el palique fluye, me deja hablar más bien poco y se dedica a marcarse monólogos, pero vaya, prefiero eso que silencios incómodos en una primera cita y nada, llega el momento, el broche de oro, la respuesta a la pregunta que acaba con un posible candidato a ocupar mi corazón para no salir nunca jamás de él.

-Bueno, ¿y tu última relación qué tal?

-Pfff… Fatal tronca, mi ex estaba loquísima.

No sé si lo sabéis, pero dentro del mundo del daiting hay frases PROHIBIDAS, las cuales si las escuchas tienes que HUIR porque AHÍ NO ES.

Mi ex estaba loca. 

No soy racista, pero…

Ni feminista ni machista, igualdad. 

Yo no he votado a VOX, pero dicen verdades como puños. 

Si alguna vez alguien os dice eso o algo parecido, CORRED.

No lo digo yo, lo dice un estudio en la Universidad de Ketunky, seguro.

¿Corrí yo? Pues no. ¿Por qué? Pues porque soy gilipollas profunda. Quise creer que cabía la posibilidad de que su ex, quizá estuviera un poco mal de la azotea. Escuché cómo me hablaba de sus celos, de su control, de sus preguntas incesables… Todo con paciencia y cara de compresión, entonces le pregunté:

-¿Has tenido alguna relación más?

-¿Larga?

-Sí, claro, que hayas podido considerar tu pareja.

-Pues…Dos más, tres en total.

-¿Y qué tal con ellas?

-¿Con Laura y con Marta?

-Sí.

-Fatal, están todas loquísimas.

Me narró con todo detalle cómo Marta, Laura y Lorena le hicieron la vida imposible, mientras pobrecito él se dejaba manipular por ellas.

Cuando terminó, lo miré y le dije algo parecido a esto: ‘querido, escúchame bien, no conozco a tus ex, pero me haces el favor de escribirles de mi parte y decirles que las quiero, que espero que estén bien y que gracias por haberlo dejado contigo.’

Y me fui, sin dar más explicaciones, me escribió diciéndome que no entendía nada 10 minutos después de que hubiera salido del local, me esperé a llegar al metro y ya sentada y tranquila y me dediqué a escribirle un texto de word de 600 palabras explicándole cómo funciona sororidad, el feminismo y el no confiar en ningún señor que te diga que todas sus ex están locas. Porque ¡SORPRESA! sus ex soy yo, sus ex eres tú y sus ex somos todas las que hemos salido con seres que nos han hecho creer que estábamos locas.

Así que desde aquí, un beso a Laura, un beso a Marta y un beso a Lorena, ojalá nos encontremos algún día por ahí y podamos hablar largo y tendido de lo bien que nos va la vida ahora.

Anónimo

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