Soy una señora que pasa mucho calor por los sitios. Se ve que es algo que me viene de familia porque, que yo recuerde, jamás he visto a mi padre con una camisa de manga larga y he crecido con dichos llenos de sabiduría como que «lo mejor del sol es la sombra» o «cero grados: ni frío, ni calor». Siempre he sido así; sí, cuando estaba más delgada (o menos gorda, según se mire) también. Hace un par de años me compré un abrigo de peluche de leopardo IDEAL, que está muerto de risa en el armario.
Sonará a guasa pero, como tengo siempre tanto caloret, sufro bastante pensando en irme de viaje al Caribe o a cualquier otro destino con temperaturas altas y, sobre todo, con mucha humedad. Sí querid@s, la suma de humedad y calor es la criptonita de una persona calurosa. Y si esta ecuación se produce en el transporte público es el acabose.
A las personas calurosas se nos puede reconocer muy fácilmente:
- El verano nos pone de mal humor y ponemos en práctica todos nuestros briconsejos para mantener fresca la casa. Lo que nos mola es el frío, la nieve y echar vapor por la boca.
- Por la cantidad de sudor. La nuca y el bigotillo son las zonas de más conflicto, por no hablar del entreteto… No es raro vernos con un pañuelo.
- En los bares siempre podrás encontrarnos bajo la salida del chorro del aire acondicionado (hasta que no lo encontramos no nos quedamos tranquilas). O abonadas al abanico, artilugio con el que SIEMPRE se hacen amichis de la noche. O ambas cosas, dignamente.
- A veces el chorro del aire acondicionado de los bares no es suficiente y nos escapamos al baño para cantar «Ni una sola palabra, ni gestos ni miradas apasionadas…» con el chorro de aire del secamanos apuntando directamente a nuestra cara (amor profundo por aquellos que se pueden girar y no necesitas agacharte).
- En la playa estamos en el agua haciendo el manatí, permanentemente.
- Somos las que nos pasamos gran parte del invierno con cazadoras de entretiempo y, si eso, un pañuelo/bufanda que rara vez sacamos del bolso. Es posible que nos pregunten «¿Pero no tienes frío?» y que la respuesta sea así de contundente: «No, soy una mujer caliente». (Mirada de incredulidad y un «jeje», fin).
- En las terrazas casi siempre nos verás debajo de la sombrilla. Y por la calle buscando la sombra, como los perretes (¡son tan listos!).
- Es posible que se escondan en sus cuevas los días de más calor del año. Personalmente cuando tengo mucho calor lo que más me apetece es no hacer absolutamente nada más que beber limonada despatarrada y semidesnuda en mi casa. (No, esto no es una imagen sexy).
- Aunque el flequillo nos quede fenomenal, nos da mucho, MUCHO calor. Intentamos tenerlo siempre perfecto pero a la más mínima subida de las temperaturas, empiezas a sudar y el flequillo crujientito.
- También somos los que siempre nos quejamos de que la calefacción está muy fuerte. No entendemos lo de estar en camiseta de tirantes en casa, rollo clima tropical. No tiene sentido. Lo que mola es tener un poquitito de frío y poder ponerte una sudadera cómoda para estar en casa.
- Vivimos con miedo constante a los temidos «camachos», aka marcas de sudor.
¿Y vosotras? ¿Sois calurosas o frioleras?