En 2007 empecé a trabajar en una librería, haciendo feliz a muchos, muchísimos lectores. He visto muchas tendencias de literatura. El auge de géneros. El renacimiento de la poesía. Algunas tormentas y muchas tempestades. Pero también merecidas calmas. Porque era un trabajo esclavo. Pero también muy agradecido. Y algunos días (bastantes) un sueño hecho realidad. Porque a quien le guste el chocolate, sueña con esa fábrica. Y quien sueña con historias, sueña con libros.
Yo los vendía. Pero también recepcionaba cajas, las marcaba, las procesaba, daba de alta libros, los ojeaba, los elegía, los colocaba, los inventariaba, los devolvía, los cuidaba, los amaba… Y un sinfín de abas.
Tenía la suerte de trabajar en lo que amaba y con gente que amaba. Éramos una pequeña gran familia rodeadas de historias. Éramos los Buendía de la librería.
Veíamos pasar a cientos de personas a diario en épocas fuertes. Épocas como septiembre con los libros de texto o Navidades.
El ambiente y la actitud era bien diferente en ambas fechas, siendo multitudinarias ambas, en septiembre gran parte de los clientes nos querían sacar los ojos, mientras que en Navidad incluso te sonreían.
Hemos pasado días y días y días echando más horas que el sol. (Mal) comiendo en el almacén rápidamente. Incluso muchas veces se nos han colado clientes para preguntar si los podíamos atender mientras masticabamos la única comida del día. Esos días de navidad en que ves a la gente alegre. Oyes villancicos en las calles. Las luces. La fiesta. La cabalgata.
Éramos esclavas de la navidad, pero también podíamos estar orgullosas de ser los Reyes Magos de esas casas, porque nosotras, amigos y amigas, recomendamos y asesoramos en la mayoría de los casos el libro perfecto para ‘mi prima de 15 años que le gusta la fantasía’ , ‘ el hijo de mi vecina de 8 años que adora a Spiderman’ , ‘Mi tía de 60 que está mala y quiere distraerse’ o ‘Mi suegro al que le gustan las motos’.
Todo lo solucionábamos. Éramos brujas repartiendo magia.
Pero también tenía su parte oscura.
Esa en la que algunos clientes olvidan que tú TAMBIEN TIENES FAMILIA.
Y que fuera de tus horas de trabajo no tienes por qué estar ahí.
Tenemos hijos que también quieren ver la cabalgata.
Tenemos animales a los que queremos calmar después de los petardos que tiran cohetes.
Tenemos un roscón al que hincar el diente.
Tenemos una pareja con la que cenar tranquilamente.
Tenemos Netflix preguntando si sigo aquí.
Tenemos unos padres.
Tenemos regalos que envolver.
Tenemos VIDA.
VIVAMOS TODOS Y RESPETEMOS LOS HORARIOS DE LOS COMERCIOS.
Que todo es un sueño. Hasta que deja de serlo.

Lady Apego