La crianza, en general, es un reto bastante intenso. Decidir cómo actuar ante los problemas de tus hij@s, decidir si les dejas usar pantallas o no, cuanto, cuando, su alimentación, el modelo de crianza que tomas como referencia… Son muchas decisiones que tomar y todas (o casi todas) son importantes y van a tener una repercusión sobre las personas que más quieres en el mundo, así que es algo que debes tener bastante claro. Esto supone otro reto si crías en pareja, pues en todas estas decisiones, además de estar de acuerdo contigo misma (que ya es difícil) debes ponerte de acuerdo con otra persona, que trae su propio bagaje, sus propias experiencias y creencias y con el que debes llegar a una aproximación por consenso. Es difícil, ¿verdad? Pues ahora viene el momento “divorcio”.

Cuando te separas de tu pareja, sea por incompatibilidad, por conflicto o por lo que sea, puedes decidir no verle nunca más y seguir tu vida a tu aire. Pero si tenéis hij@s en común, la cosa cambia. No te queda más remedio que procurar un buen clima, cordial y cercano, para poder seguir tomando las mejores decisiones por el bien de esos seres inocentes que habéis traído al mundo sin permiso. Y ahí empiezan los Juegos del Hambre, la batalla constante, la lucha porque las criaturas no sufran las consecuencias de un desacuerdo entre vosotros. Llegado el momento debes asumir que ya no es asunto tuyo si la otra persona sabe cuidar su relación con tus peques, si no sabe mantener el cariño que le dan, si deja de merecer con sus acciones el deseo de ir con el/ella es su problema y no el tuyo. Desde fuera parece una tontería, pero cuantas más parejas (sobre todo parejas heterosexuales) veo a mi alrededor separándose, más veo cómo se repite ese patrón de “madre que recuerda al padre que debe llamar, que recuerda que le lea antes de dormir, que le ofrece insistentemente que vaya a X cosa importante para su criatura, porque sabe que le hace ilusión…” Es complejo soltar la carga mental que nos ponemos de cuidadora, pero hay que hacerlo. Las personas pequeñas, se van haciendo grandes y van observando y tomando sus propias decisiones en función de lo que reciben, y lo que reciban por la otra parte ya no es asunto nuestro. Pero está claro que, en general, cuanto más de acuerdo estéis en las decisiones importantes mejor. Y si ya era difícil actuar en la misma línea de crianza estando enamorados, ahora que su vida y la tuya son tan distintas, esto es…

Realmente, desde que empecé a escribir este artículo hasta que lo terminé (y modifiqué) han pasado cosas en mi casa que me han obligado a cambiar el contenido. Y es que empezaba noviembre con un dilema. Mi modelo de crianza es la crianza positiva, poniendo en el centro el respeto y el cariño por encima de todo. Mentir no es una opción respetuosa nunca, pero creo que el tema Papá Noel y Reyes Magos no es como tal una mentira (aunque de forma literal si lo es), ya que se cuenta con el objetivo de ilusionar y no de ocultar ni hacer daño. En eso estuvimos de acuerdo siempre, y es que teníamos ambos buenos recuerdos de la ilusión de la navidad y de cuando y cómo supimos la verdad. Pero ha llegado el momento en que la otra parte ha decidido que ya llegó el límite y quiere contarles la verdad. Pero ¿Quién decide donde está el límite? ¿Cuándo un peque es demasiado mayor? ¿se hace por su bien o porque estás cansado/a de seguir escondiéndote?

Como os decía, las cosas han cambiado. Mi hijo mayor llegó a casa todavía convencido de que los Reyes Magos, como son magos, son capaces de todo, pero contaba cómo en el colegio le decían algunas cosas, no solamente la verdad, si no que la forma en que contaba los comentarios de sus compis denotaban mofa. Al parecer, en este nuevo cole, solamente él seguía con la creencia férrea de que los Reyes Magos vienen en camello desde oriente a dejarle sus Power Ranger, y es que, es tan inocente, que ni siquiera supo ver que un niño en concreto le estaba tomando el pelo. Realmente el error no está en mi hijo si no en el que decide reírse de un compañero, pero yo soy madre del mío, no de los demás, así que decidí (con muchísimo cariño) contarle a mi hijo cómo, cada año, con ilusión y paciencia, su padrastro, su abuela y yo colocamos los regalos en el árbol mientras duermen. La absoluta bondad de mi hijo lo llevó a emocionarse dándonos las gracias por tantos regalos en estos 10 años de engaño piadoso. Y, para que lo que le pasó a él no le pase a nadie más (al menos no por nuestra culpa) le insistí mucho en la importancia de no rebelar el secreto ante sus amigas que todavía creen y, sobre todo, ante su hermano y su hermana.

Esto fue una solución a lo que en un principio se planteó como conflicto, y es que su padre planteaba hace unas semanas contarles a ambos la verdad. A dos niños que no sospechaban, que no dudaban, que seguían ilusionados y emocionados. Mi ex entendió que decírselo así, sin anestesia, justo antes de la navidad, sin ningún motivo, por el simple hecho de que a él le parezcan muy mayores, no es una razón lógica y, de serlo, esperar dos meses más y dejarles disfrutar de una navidad sin dramas, sería más correcto. Pero entonces empecé a ver el mismo dilema en otras familias a la vez. Padres que aprovechan la visita del fin de semana para decirles a sus peques la verdad sin ningún tipo de empatía ni acompañamiento emocional, que no hablan con la otra parte que pasa más tiempo con ellos para saber si están preparados… Yo me pregunto ¿Cuántos traumas infantiles traemos a la edad adulta para necesitar estropearle así un momento tan bonito solamente por querer tener razón o el protagonismo de eses momento concreto? ¿No podemos esperar al 7 de enero? ¿Hay que hacerlo ahora, que están con el ansia y los nervios? Y, sobre todo ¿no podemos decírselo sin hacer mofa, sin hacerles sentir ridículos y ridículas, sin explicarles que sus compis hace años que se ríen de ellos? A esto si tengo la respuesta (ahora, que hace dos semanas no la tenía): si se puede. Mi hijo planteaba la teoría que le contaron en el cole como una traición y una mentira, y me daba miedo cómo se lo fuera a tomar. Pero con cariño y las explicaciones correctas, ahora se siente feliz de poder contribuir a la magia de la navidad para su hermano, que es mayor, pero no tanto, y que su hermana empiece a sentir lo que él sintió todos estos años. Emocionado, contento y agradecido.

Luna Purple.

 

Si tienes una historia interesante y quieres que Luna Purple te la ponga bonita, mándala a [email protected] o a [email protected]