Si no has visto las películas de “Las sesiones” y “Kiki, el amor se hace”, tengo dos cosas que decirte. La primera, ¿a qué estás esperando? Y la segunda… ¡Atención, ojo, cuidado, se vienen algunos spoilers!

Si me has leído anteriormente, sabrás que soy una chica con diversidad funcional/discapacidad y que me encanta hablar de la sexualidad desde la perspectiva de mi colectivo. Así que he pensado en centrarme en dos personajes de dichas películas y analizar un poco su forma de vivir su sexualidad.

Empezaré por el personaje de Mark (Las sesiones). Es una persona con una movilidad muy reducida y ya de cierta edad que nunca ha podido disfrutar del sexo, así que opta por la terapia sexual para ello.

En los últimos años, la terapia sexual ha estado en auge. Incluso ya se han creado asociaciones dedicadas a ofrecer este tipo de servicios. Sin embargo, como punto negativo, nos encontramos con el debate sobre si parte de estos servicios son iguales o favorecen el ejercicio de la prostitución, lo que provoca una duda ética importante sobre la idoneidad de la terapia sexual.

Personalmente, y estoy hablando desde un punto de vista totalmente subjetivo e intransferible, como mujer del colectivo este tema me tiene con un cierto choque de sentimientos y opiniones. Por un lado, entiendo que una parte de mi colectivo necesite estos servicios. No se trata de que una persona con diversidad funcional/ discapacidad mantenga relaciones con un/a terapeuta. En muchas ocasiones, se trata de que te apoyen en la masturbación, pues tu movilidad te dificulta hacerlo de forma autónoma. O, por ejemplo, me parece muy interesante contar con alguien que te ayude en tus relaciones sexuales con tu pareja.

Quizá para ti, que puedes entrar y salir de la cama con total libertad, tener a un tercero pululando por ahí te suene raro. Pero estamos hablando de personas con movilidad reducida y/o otras dificultades. Personalmente, si no puedo hacerlo sola, me incomodaría enormemente pedir ayuda a mi familia o amigos. Prefiero una figura profesional y que mantenga cierta objetividad y distancia.

Ahora bien, aquí llega mi “pero”. Y quizá no sea un “pero” a la terapia sexual, sino a la sociedad en la que vivimos. No sé a ti, pero a mí me gusta compartir mi sexualidad con alguien que me desee, incluso que me aprecie. Me gusta despertar la misma excitación que me despiertan a mí otras personas. ¿Tan poco atractiva soy que nadie siente deseo por mí y necesito acudir a profesionales? ¿Qué tenemos de malo? Entiendo que, cuando estás descubriendo esa cosa llamada sexo, quizá aún no hayas conocido a nadie especial y pidas ayuda para conocer tu propio cuerpo. Pero cuando has llegado a los 35 años, a los 40… ¿En serio? ¿Nadie ha querido tener algo contigo? ¿Qué nos pasa como sociedad? O sea, que tú tienes un carácter que no hay alma que lo aguante y nadie da por hecho que careces de amor y placer en tu vida. Pero llego yo con mi culo pegado a mi silla de ruedas… ¡No, tú, no! ¡No eres sexy, no eres atractiva, seguro que no puedes sentir placer! Ya, claro…

Por otro lado, tenemos a Rubén (Kiki, el amor se hace). ¿Qué le pasa a este chico? Pues que lleva a cabo prácticas convencionales, solo que adaptándolas a su sordera. Es la otra cara de la moneda. Mark utiliza un servicio especializado. Rubén utiliza servicios generales (por llamarlo de alguna manera, aunque llamar “servicio general” a una línea erótica me está sonando raro hasta a mí), solo que busca la forma de hacer que le resulte accesible.

¿Qué necesitamos, entonces, las personas con diversidad funcional/discapacidad? Pues un poco de todo. Aunque lo primero y principal, es una cambio social. Si no sabes nada sobre mi sexualidad, no me juzgues. Pregunta primero qué siento y qué deseo. No vayas por ahí colgándome etiquetas que no me definen. Open your mind, baby.

Al final, cada persona es un mundo y un cúmulo de circunstancias. Hay personas que se lanzan a la piscina y otras necesitan un despacho cerrado, comprensión y formación. Algunas ligan sin problemas, otras siguen buscando el modo de quererse a sí mismas. Por ello, el mundo debe estar preparado para todo tipo de escenarios. Si una persona necesita ayuda profesional, debería disponer de ella. Si otra le basta con medidas de accesibilidad y conectar con otras personas, también debería contar con ello.

Por último, quisiera cerrar con un pequeño apunte. Hay personas con discapacidad/ diversidad funcional que son asexuales. Nunca he renegado ni renegaré de la asexualidad, pues por mi parte, es tan natural como la sexualidad. Mi crítica no es esa. Critico vivir en una sociedad que, por verme con silla de ruedas, da por hecho que soy algo que no soy. Critico la vinculación directa entre discapacidad/ diversidad funcional y asexualidad sin ser preguntados por ello y sin conocernos siquiera. Pero si te parece, querida lectora, este tema lo dejo para otro artículo.

@mia__sekhmet