Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

 

Planificamos nuestra boda con muchísima ilusión. Se supone que te casas una vez y para toda la vida, así que tiene sentido que te vuelques con ello, ¿no? Yo lo hice, desde luego. No quise dejar detalle al azar. Disfruté un montón de los preparativos, desde la cosa más obvia hasta la más nimia. El que era mi futuro marido se implicó un poco menos, pero no me quejé porque, en lo esencial, trabajamos en equipo. Y, como digo, yo estaba encantada con encargarme de cada cosilla. Conforme se acercaba la fecha me entraron los nervios habituales, supongo, pero lo cierto es que todo lo que dependía de mí, estaba controlado. Con lo que solo quedaba disfrutar.

Y la boda salió a pedir de boca.

Todo eran checks y aprobados en mi lista mental. Desde el maquillaje hasta las tarjetas con los nombres de los invitados de cada mesa, pasando por el cóctel, la música… Todo lo que podía fallar, faltar o salir mal, salió bien. Fue todo a la perfección.

Hasta que se acabó el sarao. Y nos retiramos al hotel que habíamos reservado para dormir, o no dormir, según se diera la cosa… Porque yo ya sabía que íbamos a estar cansados, pero la lencería que me habían regalado mis amigas podía resucitar a un muerto y yo pensaba intentarlo, al menos. Sin embargo, ya en el coche pensé que mi recién estrenado marido estaba un poco raro.

 

Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

 

Quise echarle la culpa al agotamiento producido por la larga jornada, quizá también un poco al alcohol. Yo también estaba hecha polvo y un poco piripi, así que no le di importancia. Subimos a la suite, le pedí que me ayudara a quitarme el vestido, noté que no captaba mis intentos de seducción y le escuché murmurar que tenía que ir al baño. Ahí caí por fin en que estaba demasiado raro. De modo que me deshice del vestido, me senté en la cama y, cuando salió, tiré de su brazo para que se sentara a mi lado y le pregunté qué le pasaba. Confieso que yo, ingenua de mí, creía que le había sentado algo mal. No me esperaba para nada que se me tirara en el regazo y se me pusiera a llorar como un bebé.

Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

No tenía cagalera ni resaca emocional, no. Loca me quedé cuando me confesó que le gustaba otra… en nuestra noche de bodas. Anda que no habría tenido momentos para decírmelo. Me lo tuvo que decir en aquella habitación de hotel tan chula, estando yo medio en bolas con aquella lencería fina. Y en plena madrugada, que no me pude ni poner a gritar a gusto. Porque quise gritarle, la verdad. Sobre todo, al verle pasar del llanto al ataque de dignidad. Pues no se le ocurrió nada mejor que decirme que es que ella le gustaba, pero a mí me quería. Por eso no me lo había dicho antes, no te jode.

 

Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

 

Y me lo estaba contando porque sentía que estaba mal empezar nuestro matrimonio así. No quería quedárselo guardado dentro y ocultarme que había una chica que le ponía. Claro, que la chica en cuestión era la novia de uno de mis primos… Y el día de la boda debía ser la tercera o cuarta vez que la veíamos. ¿Me enfadé? Muchísimo. ¿Me planteé mandarlo todo a la mierda y pedir la nulidad? Totalmente.

A primera hora de la mañana, llamé a mi mejor amiga. Una que, para mi fortuna en situaciones como esta, también es abogada. Media hora después volví a la habitación y le dije que el lunes sin falta anulábamos el matrimonio.

Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

Él se puso a llorar otra vez y, no sé cómo, me convenció. Me pidió que fuésemos a la luna de miel como si nunca hubiéramos hablado, y que lo retomáramos al regreso. Yo quería ir a ese viaje… llevaba meses soñando con ello. Así que acepté.

Y no tuve que fingir que no habíamos hablado, porque antes incluso de dejar el hotel en el que tuvo lugar la gran confesión… a mi marido se le bajó el pedazo de pedal que llevaba y volvimos a hablar. Era cierto que aquella chica le ponía. Pero, según él, no era más que eso. No es que estuviera enamorado, ni obsesionado ni no pudiese dejar de pensar en hacérselo con ella. Es que la chica es un pibonazo. Vamos, que me pone hasta a mí.

 

Me confesó que le gustaba otra… EN NUESTRA NOCHE DE BODAS

 

Llamadme cándida, pero le creí. Hace muchos años que le conozco y el delirio alcohólico tiene mucho más sentido que todo lo demás. Aunque, bueno, una pequeñísima parte de mí… permanecerá atenta.

 

Anónimo

 

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