Yo siempre he sido muy liberal, feminista, abierta de mente, muy qué viva el amor libre. He viajado, he conocido distintas culturas, tengo amigos gais y amigas lesbianas. ¡Vamos! Que me creía la más guay y pensaba que no tenía prejuicios. Hasta que a mi bebé le tocó un profesor en la escuela infantil…
Todo comenzó cuando se me acabó la baja por maternidad, tenía que volverme a incorporar al trabajo y mi hijo de seis meses tendría que quedarse en la escuela infantil.
Como cualquier madre, estaba ansiosa por saber quién sería su educadora, esa persona que cuidaría de él cuando yo estuviera trabajando, y le proporcionaría sus primeras experiencias educativas fuera del hogar.
Para mi sorpresa, llego el primer día de clase y resulta que la profe de mi hijo se llama Rubén.
¡Me quedé en shock! Algo que jamás pensé que me afectaría, como os digo, pensaba que era una mamá moderna, mamá tatuada, sin complejos, con una mentalidad bastante abierta… ¡Pues me afectó!
Me di cuenta de que igual era un poquito más carca y conservadora de lo que me pensaba, porque al principio no me hizo ni gotita de gracia dejar a mi bebé con un chico.
No sé por qué me pasó esto, porque mi marido, hombre también, es una persona totalmente involucrada en la crianza de nuestros hijos y se implica conmigo a partes iguales. Así que, no era una cuestión de no tener en mi entorno una figura masculina, como referencia, que supiera lo que hay que hacer con un bebé.
Cada mañana, dejaba a mi hijo en los brazos de aquel señor y me iba a trabajar con la cabeza llena de dudas: ¿Estará bien? ¿Tendrá la misma ternura y paciencia que una educadora mujer? ¿Sabrá consolarlo si lloraba? ¿Sabrá cambiar un pañal? (¡Pero qué estupidez! ¿Cómo no iba a saber cambiar un pañal?)
Era plenamente consciente de que todos estos pensamientos estaban basados en prejuicios que no sabía que tenía, pero no podía evitar pensar esas cosa. Me descubrí a mí misma cuestionando la capacidad de un hombre para cuidar de mi bebé tan pequeño.
Si mi hijo hubiera tenido a un chico como profesor ya en el colegio, en primero de infantil que entran ya con tres años, me hubiera parecido una idea maravillosa. Le habría dado con su presencia una perspectiva diferente a la enseñanza y, seguramente, enriquecería la experiencia de los niños en la escuela. Pero como se trataba de un bebé de seis meses, tenía un miedo infundado a que no cuidara bien de él.
Desde tiempos inmemoriales, siempre se ha destacado como fundamental la figura de la madre en los primeros años de vida del bebé. Por eso, inconscientemente pensamos que una mujer cuidará mejor de un bebé que un hombre. Aunque sé que no es excusa.
Jamás comenté esto con ninguna otra madre. Me daba vergüenza ser la única que mirara con recelo a aquel educador, perfectamente capacitado para hacer su trabajo, solo por ser hombre.
Me sentí mal conmigo misma, tanto feminismo, tanta igualdad que siempre había profesado y ahora me incomodaba que un chico cuidara de mi pequeño.
A medida que pasaron los días, fui venciendo mis miedos y acallando mis pensamientos negativos. Aquel chico era un profesional competente, hacía maravillosamente su trabajo y mi hijo lo adoraba. Cada mañana se quedaba super feliz en los brazos de su profe y esa era la señal más clara de que estaba en buenas manos.