Me da terror que mi hija adolescente se quede embarazada.   

Y no consigo dominarlo.

 

Mi madre proviene de una familia muy conservadora y, aunque mi padre era algo más liberal, yo crecí bajo unas normas muy estrictas con respecto a salir, andar con chicos y otros ‘pecados capitales’.

Yo debía ‘hacerme respetar’. Mantenerme casta y pura era el único método seguro para sacar de la ecuación un posible embarazo que truncara mis sueños de estudiar fuera y labrarme un futuro.

Recuerdo haberme prometido en multitud de ocasiones que, si algún día tenía una hija, jamás la sometería a la opresión y represión que caracterizaron mi educación.

Así que, fiel a mis principios y a las promesas que me hice durante la adolescencia, intento hacer justo lo contrario de lo que mi madre hizo conmigo.

 

Sin embargo, ahora que estoy en su lugar… Me da terror que mi hija adolescente se quede embarazada.   

Mi marido es un hombre feminista, de mente abierta, y juntos hemos criado a nuestros hijos en la libertad, la igualdad, la confianza y el más absoluto respeto.

De verdad creo que, al menos en ese sentido, lo hemos hecho bastante bien.

Por una parte, estoy feliz de la relación que tengo con la mayor y de la mujer en la que se está convirtiendo.

Por otra… Sufro.

Me quedo rayada cuando sale de casa toda arreglada porque ha quedado con un ‘amigo’. Le compro preservativos con regularidad, aunque me dice que no me preocupe, que ya se encarga ella de eso.

Estoy ojo avizor cada veintiocho días. Tengo más controlado cuándo toca su regla que la mía.

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Y es que es algo super irracional, porque sé que no es ninguna irresponsable. Ha tenido una buena educación sexual y sabe lo que debe hacer y lo que no para evitar un embarazo no deseado.

No entiendo de dónde me viene este miedo a que me convierta en abuela mucho antes de lo que toca.

Pero el hecho es que me da pánico.

Me la imagino contándome que tiene un retraso y empiezo a ver imágenes de ella con barrigota por los pasillos del instituto. Graduándose con un bebé en brazos. Y a partir de ahí se me va la olla y paso a verla con un cigarro colgado de la comisura, los ojos rodeados de rímel seco, el pelo teñido de rubio con raíces, un niño en brazos y otros cuatro o cinco chiquillos corriendo por la tierra polvorienta del parking de caravanas en el que viven.

Puedes reírte, yo también lo hago.

Mi marido se descojona.

No obstante, tomármelo con humor no quita que realmente vivo con esa preocupación en la cabeza.

Como si, en caso de que ocurriese, no hubiese opciones.

Como si su padre y yo no fuéramos a estar con ella para ayudarla e impedir que se vea en la necesidad de irse a vivir a un remolque con su numerosa prole.

Total, que a pesar de que sé que debería poder estar tranquila, creo que solo lo estaría de verdad si supiera que mi hija se abstiene de tener relaciones sexuales. Cosa que nunca se me ocurriría ni tan siquiera sugerirle.

Quiero que mi hija disfrute su vida y su cuerpo como le plazca. Siempre con seguridad, por supuesto.

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No quiero ser una agonías ni estar encima de ella constantemente ni mucho menos someterla a una presión que no tiene sentido y que no necesita.

Quiero estar ahí para mi hija en todo momento, en las buenas y en las menos buenas.

Disfrutar de ella, de su hermano, de mi marido y de la vida en general.

Por tanto, igual es hora de que me lo haga mirar, porque eso de que de vez en cuando se me cierre hasta el estómago pensando en lo terrorífico que sería que mi hija se quedara embarazada, muy normal no debe de ser…

¿Verdad?

¿O es un miedo normal en las madres de adolescentes?

A ver si lo supero, porque en unos años va a ser mi hijo el que me ponga de nuevo en esta tesitura y no me apetece nada volver a empezar.

 

Anónimo

 

 

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