Me decía que estaba loca y, en realidad, se follaba a mi marido

(Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora)

 

Qué horror cuando empiezas a sentir que tu relación hace aguas y no encuentras la grieta por la que entran. Así era como me sentía cuando comencé a notar que algo fallaba en mi pareja.

No tenía ni idea de lo que era, pero el cuerpo me decía que algo iba mal. ¿Estábamos en crisis? Tenía que ser eso. Aunque, en principio, todo estaba normal. No habíamos tenido ninguna discusión grave, estábamos bien. Nos comunicábamos con normalidad, nos tratábamos con normalidad. Teníamos menos sexo, eso era cierto, pero hacía tiempo que habíamos bajado el ritmo en ese sentido. Cosa que yo achacaba a los años. No íbamos a estar toda la vida triscando de la misma manera que cuando empezamos.

Me decía que estaba loca y, en realidad, se follaba a mi marido
Foto de Cottonbro en Pexels

El caso es que me rayé. Lo hablé con él, le pedí que me contara si pasaba algo. Y él me dijo que no, que me estaba emparanoiando sin motivo. Y empezó a hacer cosas raras… A ser más detallista. A traerme regalos sin venir a cuento. Me compraba flores, me traía el desayuno a la cama los domingos, me dejaba escoger serie en Netflix…

Raro de narices lo mirara por donde lo mirara. Aunque a él no le dije que eso, lejos de tranquilizarme, aumentaba mi supuesta paranoia un 1000 %. Porque, por otro lado, estaba pegado al móvil, pasaba mucho más tiempo en el gimnasio y echaba más horas en el trabajo.

Ahí me dije: ‘este tiene una aventura’.

 

Me decía que estaba loca y, en realidad, se follaba a mi marido

 

Necesitaba desahogarme con alguien y acudí a una amiga. A esa que no era suya ni mía, sino que nos había conocido a los dos en pack poco antes de que nos casáramos. Le hablé de mis sensaciones y de las pruebas que tenía. Mis supuestas pruebas eran un poco demasiado subjetivas, si bien a mí me parecían lo suficientemente consistentes para ser tenidas en cuenta.

Le confesé que estaba a un tris de mandar a la mierda mis principios y cotillearle el móvil para ver sus wasaps y su correo.

Menos mal que me disuadió. Me convenció de que se me estaba yendo la olla bien lejos.

Una vez. Dos veces. Y como yo seguía sin tenerlas todas conmigo, a la tercera me sugirió que me lo tenía que hacer mirar.

Que me estaba volviendo loca, me dijo. Con lo maravilloso que era mi chico y yo poniéndolo a prueba y sospechando continuamente de él, me recriminó. Se puso muy vehemente, la verdad, se enfadó incluso.

Creo que nunca antes la había visto tan molesta. ¿Qué sería exactamente lo que le fastidiaba tanto? ¿Era solo que su lealtad estaba más del lado de mi chico que del mío?

Una parte de mí sospechó de inmediato y solo tuve que llamarla en unos cuantos momentos en los que él estaba ‘en el gimnasio’ o ‘en el trabajo’ para confirmar que me había mentido en toda mi cara. De pronto todo encajaba. Me decía que estaba loca y, en realidad, se follaba a mi marido. El otro me decía que me quería más que nunca y, en realidad, se follaba a nuestra amiga.

 

Me decía que estaba loca y, en realidad, se follaba a mi marido

 

El asunto era que follaban el uno con el otro y que llevaban meses traicionándome. Y, encima, queriendo hacerme creer que el problema lo tenía yo por ver cosas donde supuestamente no las había. Se les cayó la careta la tarde que los junté en mi salón y les informé de que lo sabía todo. Y aun tuvieron la poca vergüenza de hacer un último intento de mantener la mentira antes de que ella se viniera abajo y se pusiera a llorar. Puaj.

 

Anónimo

 

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