Las mujeres cargamos estigmas desde que el mundo es mundo. Las que tenían alguna idea de las ciencias naturales eran brujas y las que vivían su sexualidad libremente eran putas. A día de hoy, quienes defienden sus derechos son feminazis y algunas de las que tienen diferentes concepciones de la maternidad son malas madres. Y ahora, también, cargamos estigmas por decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.

He tenido una relación de alrededor de un año con un chico majo, interesante, con principios y que me trataba con cariño y respeto. Lo que parece básico, pero lamentablemente no lo es. Tenía unos principios muy conservadores para mi gusto, aunque no me incomodaban por completo porque yo me he criado en una familia muy tradicional. Y cristiana por tradición, pero no muy practicante.

La relación iba bien y, como ya pasábamos los 30 e íbamos teniendo otras necesidades, hablamos de muestra idea de futuro. Los dos vislumbrábamos boda e hijos/as, pero parece que para él tiene un sentido diferente que para mí.

El aborto

A los 25 años, yo estaba en una relación de pareja con otro chico con el que llevaba más de cinco años. Ahora lo considero un amor de juventud e incluso veo que, al final, ni siquiera estábamos tan enamorados. Seguíamos por costumbre y por inercia.

Me quedé embarazada por no usar los métodos anticonceptivos adecuados, solo alguno rudimentario. Vamos, la marcha atrás. Y fue un mazazo. La noticia no pudo venir en peor momento. Yo estaba haciendo un segundo máster, a la desesperada, y él estaba en paro. No contábamos con ingresos estables y regulares, y la relación, como he dicho, no era muy sólida que digamos.

Lo hablamos con nuestras familias. Fueron duros con nosotros, pues los dos teníamos un contexto similar de padres de otra generación: que éramos unos inconscientes, que esas cosas no pasan porque sí… Mi madre me apoyó en la decisión de abortar, e incluso me acompañó a la clínica junto a mi novio. Pero tuve que aguantar muchos comentarios sobre la fatal suerte de los no nacidos/as, la pena que generaban, los pocos derechos que tenían, etc. En fin, un drama.

Aquello me dejó tocada, pero, a medida que he adquirido perspectiva de género, me he liberado de culpa. Terminé con el chico con el que estaba poco después, pues la posibilidad de que llegara un/a hijo/a nos hizo convencernos de que no queríamos vivir esa experiencia juntos.

Te dejo por abortista

Yo nunca le conté a mi novio este otro episodio de mi vida, porque no consideré que tuviera que hacerlo. Pero un día surgió un debate en torno al aborto en el que él me dejó clara su opinión: que debería estar prohibido por completo, que siempre había alternativas para quien no quisiera ser madre (como darlo en adopción) y que le parecía un crimen contra una criatura inocente.

Yo le expuse mis razones a favor de permitirlo. Le dije que la causística para el aborto era muy amplia, que las mujeres tenían derecho a decidir sobre su vida y sus cuerpos. Y que, desde una sociedad que ignora a las minorías y a los/as más débiles, no se podía exigir nada a las mujeres que quisieran abortar, para luego dejarlas solas a la hora de criar y conciliar.

No entro en más detalles para no aburrir, porque cada cual tendrá su opinión al respecto. Lo importante es que, en algún momento de la discusión, él dijo:

-Pues a mí me parece un crimen, y las que lo hacen no tiene ética ninguna.

Me sentí tan indignada que acabé soltándole, como una bomba:

-Pues yo tuve que abortar una vez.

Él se quedó petrificado, me hizo repetir mi afirmación y luego quiso saber detalles. Se lo conté todo. Al final, la cosa se sosegó y yo pensé que había logrado su empatía y cambiar un poco su perspectiva. No su opinión, algo que no podía pretender, pero sí que se cuestionara sus convicciones. Pero no.

Estuvo raro conmigo las siguientes horas, como distante. Quedamos un par de días después, y yo pensaba que el asunto no tenía importancia y se le pasaría tarde o temprano, pero no. Vino a casa y me dijo algo así:

-No puedo estar con alguien capaz de hacer lo que hiciste tú. Lo siento.

Se fue por donde vino y yo me quedé de piedra. El aborto fue un trance que, lamentablemente, aún me persigue. Porque hay que tener mucha autoestima y las ideas muy claras como para que no te afecte que una persona de la que estás enamorada te deje así, por mucho que opines diferente.

No me voy a detener demasiado a exponer lo absurdo que me parece que se dote de derechos a un embrión, a costa de los de la mujer. Que se la tenga que condenar, por tener una vida sexual activa, a pagar el peaje de hacerse cargo de algo que no decidió, y que cambiará su vida radicalmente y para siempre. Solo creo que, después de todo, me hizo un favor al dejarme.

Es mejor no estar con alguien que me juzga tan mal, que no respeta mis decisiones y que me carga con culpas por lo que él supone que es mi deber, por simple biología.

** Relato escrito por una colaboradora, basado en la historia real de una lectora. Puedes contarnos tu historia en cualquiera de nuestras redes sociales.