Aunque al final me hicieron un favor, no me parece nada bonito ni profesional que alguien tenga que enterarse de algo así por Whatsapp. O sea, es como si cortan contigo por mensaje, excuse me??? Un poco de respeto, ¿me despiden por Whatsapp?… En fin, que me enervo nada más empezar, y creo que me voy a quedar a gusto pero a gusto con este post.

El 12 de abril se cumplió un año desde que me despidieron de un trabajo que tuve en Madrid. Realmente fue el mejor día de mi vida. Era el peor trabajo del mundo, really. Ojalá el karma se la haya devuelto.

Ambiente laboral malísimo, jefa detestable, explotación a más no poder e incluso me arriesgaría a decir que tampoco faltó un poco de maltrato psicológico. Lo tenía todo, vaya. Entré con tantas ganas en ese empleo que no vi venir la que se me venía encima. Me sentí como una niña joven que se enamora por primera vez y a la que le dan la patada de la peor forma posible: le ponen los cuernos y la dejan tirada. Vamos, no se me ocurre una ruptura peor.

Conseguí aguantar seis meses allí. El primero fue cargada de emoción, ganas y echando horas extra a más no poder, pero el resto… me fui dando cuenta de que el ambiente que había allí no era normal.

Si te ibas a tu hora te hacían sentir mal. Si no trabajabas en tus días libres, eras muy poco comprometida… y así con todo. Llegó un momento en el que no tenía ganas de levantarme, porque eso significaba trabajar con ellos. Aceptar ese empleo fue la peor decisión de mi vida, pero os aseguro que no me arrepiento de nada. Gracias a eso, supe realmente lo que no quería en la vida y desde entonces, no he aceptado nada que no me convenciera. No iba a volver a ser infeliz.

Aguanté seis meses. Mi idea era hacerlo durante los años que pudiera, más que nada por currículum. Era una empresa de renombre muy conocida y me daba prestigio, pero bueno,  seis meses tampoco están mal.

La verdad es que el despido, bueno, la “no renovación del contrato”, no me sorprendió. Ya que no paraban de decirme que “no estaba comprometida con el trabajo” y me solía quejar de las cosas que creía ilegales… pero sí me sorprendió la forma… Flipé y sigo flipando.

Todas las mañanas tenía que conectarme a su plataforma privada para trabajar (hasta que se pasase un poco lo de la pandemia, trabajaba en remoto). Yo sabía la fecha exacta en la que mi contrato se acababa y me habían comentado que esa empresa hacía muchos feos a la hora de renovar el contrato y que, incluso, el mismo día habían echado a gente sin los 15 días de preaviso. Pero yo no me lo creía, o al menos no pensé que fuera a ser mi caso. Hasta que pasó.

Esa mañana como de costumbre, fui a la plataforma, pero no me iba la contraseña, me daba error. Así que le escribí un Whatsapp a mi jefa, pero antes de decirle lo que pasaba, le di los buenos días como siempre.

Lo que obtuve seguidamente de ella fue un “Hola bonita, ¿cómo estás? Ya me he enterado de lo de tu despido. Es una pena”. (La hijaputa realmente era una falsa y lo de la “pena” era una mentira como un templo) “Sorry?????? Mi que?? Solo te iba a decir que no me va la plataforma” le dije. Y se hizo el silencio. La había cagado pero bien, y se había dado cuenta. ¿me despiden por Whatsapp?

Pocos minutos después me mandó un Whatsapp la jefatura diciéndome que no me renovaban el contrato y que ya me llegaría un correo para preguntarme los días que me quedaban de vacaciones para pagarlos.

Así, sin más. Después de todos los meses de sufrimiento, las noches sin dormir, las broncas y el maltrato psicológico, me despiden por Whatsapp y ni siquiera un “gracias por tu trabajo”. Flipo…  Obviamente me puse a llorar, pero os diré lo mismo que le dije a mi novio cuando me preguntó “¿por qué lloras?”, “Sinceramente… no lo sé, supongo que porque al fin soy libre”.

 

Anónimo