Esta que os voy a contar es sin duda una de las situaciones más surrealistas que he tenido la desgracia de vivir. Qué puedo decir, a día de hoy es una anécdota graciosa, pero os juro que en el momento a mí me dieron ganas de todo menos de reírme, y ya si es a mi pobre amiga, no os cuento. La cosa es que había un chico que llevaba tiempo contestándome a todas las historias de Instagram y con el que hablaba bastante. A mí me parecía mono, pero sin más, la verdad es que siempre he sido más bien torpe para pillar las indirectas y las directas de la gente que me tira los tejos y daba por hecho que me hablaba simplemente porque nos medio conocíamos de frecuentar los mismos sitios y le parecía maja. 

Total, que ya un día por fin me soltó a bocajarro que le gustaba bastante y que le gustaría quedar conmigo y conocernos más, y en un primer momento me sentí morir de la vergüenza, con lo cuál me limité a darle ‘me gusta’ a su mensaje y a dejarle en leído.  Estuvimos unos días sin hablar hasta que me escribió para preguntarme si iba a ir a un concierto en un bar en el que solíamos coincidir, y dado que yo iba a ir con un par de amigas y él iba a ir con sus amigos, vi la ocasión perfecta para acercarnos un poco más en un ambiente «controlado´´, es decir, donde pudiera hacer bomba de humo si por lo que fuera las cosas no iban bien. El tonteo fue mutuo y evidente por ambas partes, tanto durante el concierto como después, cuando nos sentamos en una mesa todos juntos en armonía y nos pedimos unas cervezas. Nos habíamos sentado uno al lado del otro, y vale, no es que nos comiéramos los morros allí en medio, pero el intercambio de miradas, los roces de manos, el par de veces que apoyé la cabeza en su hombro o que él me abrazó de forma despreocupada…no sé, todo hacía pensar que esa noche iba a pasar algo más entre nosotros.

En un momento dado me fui al baño, y a la vuelta me encontré con unos conocidos, me quedé un rato hablando y me demoré un poco en regresar. Cuando volví a la mesa le eché en falta, pero di por hecho que habría ido también al lavabo. Seguí charlando con el resto, pero no regresaba y caí en que tampoco estaba una de mis amigas; pensé que habrían salido a fumar, ya que era cierto que ambos habían salido a echarse un piti en un par de ocasiones anteriormente y no le di importancia. Pero pasaron veinte minutos, media hora y ya me mosqueé y salí a ver si estaban fuera. Spoiler: no estaba ninguno de los dos, y lo más preocupante era que tampoco estaba su moto. Le escribí y no me contestó, igual que tampoco contestó mi amiga a mis mensajes ni a mis llamadas, así que volví a entrar y pregunté al resto si alguno de los dos había dicho algo antes de desaparecer. Me dijeron que no, que todos habían dado por hecho, al igual que yo, que habrían salido a fumar, y aunque traté de quitarle importancia me temí lo peor, y como no hacía más que darle vueltas a la cabeza y no me encontraba muy bien acabé yéndome temprano a casa.

 

Me desperté a la mañana siguiente con el móvil echando humo: tenía como medio centenar de mensajes de mi amiga. Parece ser que en los ratos en los que habían salido a fumar el muy cabrito había aprovechado para tirarle los trastos: así se aseguraba de que si no caía una, caería la otra. Según iba leyendo los mensajes me iba cabreando más y más, en parte con mi amiga por haberme levantado el ligue pero sobre todo con él, que había estado jugando a dos bandas delante de nuestras narices.

Pero agarraos que vienen curvas:

El Don Juan de nuestra historia invitó a mi amiga a dar una vuelta en moto (¿quién podría resistirse?) y acabó llevándola a su casa. Subieron, empezaron a liarse, entraron en la habitación y acabaron haciéndolo. La sorpresa, el shock, el bombazo vino a la mañana siguiente, cuando la luz de la mañana alumbró la habitación y mi amiga se encontró de frente con un collage de fotos enorme que le mostraban a él con otra chica. Por supuesto ella se mosqueó bastante y le preguntó abiertamente, y, ¿a que no sabéis cuál fue su reacción? ¡Echarse a llorar!

Le dijo que le perdonase, que él no quería ser infiel a su novia, que llevaban muchos años juntos y habían barajado la opción de abrir la relación pero que las cosas no estaban claras…vamos, que le salió con mil y una excusas, ¡y encima pretendía que se quedase a pasar el día con él! Incluso le pidió que se quedara con él escuchándole y abrazándole, aunque no volvieran a tener sexo, porque su novia estaba de viaje por trabajo y se sentía muy solo. Por supuesto, mi amiga le mandó a freír espárragos, recogió sus cosas, se largó y procedió a contarme todo con pelos y señales. Cuando me dio por revisar en sus redes si tenía alguna foto con su novia me encontré con que me había bloqueado, y a mi amiga también la bloqueó, supongo que para evitar que pudiéramos dar con su novia y contarle todo.

A día de hoy nos reímos de lo sucedido, sobre todo cuando coincidimos con él y vemos cómo huye de nosotras, pero la verdad es que, si yo me mosqueé en su momento, mi amiga se cabreó muchísimo, y aunque frivolizamos sobre ello, fue un mal rato tremendo. Ella de hecho se sintió culpable durante unos días, hasta que conseguí convencerla de que ella, al igual que yo, no tenía por qué saber nada: ninguna de las dos sabíamos que tenía novia, ya que nunca les habíamos visto juntos ni en persona ni en redes sociales, y de no haberse ido ella con él habría sido yo la que habría acabado en su cama.

Eso sí, tengo que reconocer, ahora que mi amiga no me oye, que sintiéndolo mucho me alegro un poco de que esa noche me levantase el ligue: menuda bala esquivé.

 

Con1Eme