Llevo con mi novio el tiempo suficiente para saber que no tiene ningún límite en cuanto a hacer el gilipollas. Podría hablar de muchas ocasiones en las que me ha hecho pasar mucha vergüenza. Una vez estábamos en un atasco y fingió que teníamos una bronca impresionante, el tío gritando, bajándose del coche y gesticulando como un puto loco, hasta que vino un señor de otro coche a tranquilizarlo y entonces le dijo que era todo broma. Ese es el nivel. Otra vez pasábamos por un paso de cebra y empezó a andar como un mono, dándome la mano, y matándome de vergüenza. Está todo el día haciendo el idiota, unas veces tiene gracia y otras solo te hace pasarlo mal. 

El mes pasado, llegué de currar y cuando él me propuso irnos a la cama a darnos un revolcón, yo le dije la verdad, que me dolía la cabeza como si me la hubieran apaleado. Él siguió haciendo el bobo y al final ya me puse seria y le dije que me dejara en paz y que me trajera una aspirina. Bueno, pues al tonto del culo de él no se le ocurrió otra cosa que aparecer en el salón, donde estaba yo muerta en el sofá, con la polla empalmada y una aspirina en la punta.

amiga secreto

Se paseó por la casa así, se sacó un selfie y se hizo un bailecito sin que se le cayera la aspirina de la punta del capullo. Tengo que decir que me arrancó una carcajada, porque había que verlo, menuda estampa. Ya que estábamos, se la cogí con la boca, y como era efervescente, al contacto con la saliva yo qué sé qué pasó ahí que empezó a burbujearle la aspirina en todo el glande y más risas todavía.

De repente se le cambió la cara y se puso a gritar como un loco. Cogí la aspirina, meada de la risa, pero él seguía chillando y las quejas cada vez parecían más serias. Se fue al baño a mojársela con agua fría, y cuando fui a ver qué tal estaba, salió con la punta de la pxxxx entre granate y morada y con puntitos blancos, como una seta del Supermario pero con gangrena. Muy mala pinta.

El pobre me miraba con la cara desencajada y me pedía que fuera a por el coche y le llevara a urgencias. Total, que llegamos a urgencias y ahí vino la segunda parte: explicar lo que había ocurrido. Un enfermero llamaba a otra enfermera y esa llamaba a tres más y la de prácticas, y suma y sigue, y no sé cómo conseguían no descojonarse por fuera porque por dentro tenían que estar muriéndose de la risa. Le hicieron repetir la historia veinte veces y espero que eso le sirva de lección para dejarse de hacer el adolescente.

 

Anónimo

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