“Una suegra es como una segunda madre” ¡JA!

Yo siempre me he llevado bien con mi suegra, pero lleva una semana que me tiene frita.

Con todo lo que ha pasado por el tema COVID, hemos aplazado la boda dos veces y finalmente pudimos casarnos el sábado pasado.

La luna de miel la hemos dejado para verano, para ver si podemos viajar, pero la verdad es que tengo un recuerdo precioso de ese gran día.

Nuestra boda iba a ser a todo rumbo. Teníamos más de 200 invitados, una casa rural preciosa cerca del pueblo de mi marido y preparado un montón de cosas. El año pasado, al ver que iba a estar difícil celebrar el bodorrio que queríamos, decidimos cancelar todo lo que pudiéramos porque íbamos a perder dinero.

Después de esto, te das cuenta de que, para celebrar el amor, no hace falta tanto.

Al final, fuimos a un restaurante precioso con jardín, una amiga hizo una ceremonia preciosa y luego comimos de maravilla. No hubo baile, ni regalos a los padres, ni barra libre ni nada por el estilo.

De hecho, mi vestido de novia no era blanco, pero no por las circunstancias sino porque desde el principio sabía que quería casarme con un vestidazo rojo y eso hice.

Fuimos 30, los más cercanos. La gente estaba contenta. Disfrutamos de la compañía y del buen rollo que se respiraba, o eso pensaba yo.

No pedíamos ni dinero ni regalo, solo que viniesen, pero la gente fue muy generosa.

Ayer, sin ir más lejos, mi suegra se plantó en mi casa. Estaba muy seria y me dijo que quería hablar conmigo.

La dejé subir y le preparé un café.

“Mira nena, que no te sepa mal, pero quiero que me devuelvas la mitad de lo que te di el sábado”

¡Sorprendida es poco para cómo me quedé! Le pregunté si es que habían tenido algún problema económico o había pasado algo y me dijo:

“Mi hijo se merecía una boda, boda y lo del sábado fue una pantomima para que tú te salieras con la tuya. Te di 1.000 euros y quiero la mitad de vuelva, porque a mi hijo su madre le regala lo que haga falta”

Siguiendo con mi asombro, le pregunté por qué había tomado esa decisión y me soltó la perlita que faltaba: “Sí tú haces menos, yo pago menos. Mi hijo quería una boda por todo lo alto y tú la has dejado a la mitad o menos, por eso yo te doy la mitad”

Desconocía esa parte de mi suegra. Como no quería discutir, le hice un bizum con el dinero que quería y le dije que se marchara. Llamé a mi ya marido y le dije lo que había hecho su madre.

Él se escudó en que ella tendría las expectativas altas y siempre ha sido una agarrada, pero que no le diera importancia.

Me parece un detalle feo de verdad. Puedo llegar a entender que igual no estaba pasando por su mejor momento económicamente y de ahí su decisión, pero menospreciar la boda y encima decir que es porque yo no he querido hacer más, ¡es muy fuerte!

Dudo mucho que me hubiera dado el doble si llego a hacer “la boda, boda” que ella decía, pero creo que a la gente no se la compra ni tampoco se le pide que le devuelvan los regalos.

Ahora, tengo decidido que ni un detalle más va a tener por mi parte. Si yo no me lo merezco, ella menos.

 

Anónimo

 

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