Ya no puedo más, estoy harta, cansada, agotada y desesperada.

Este verano ha sido el más bonito que recuerdo, todo pintaba fatal, me fui a Islandia a trabajar en un hotel perdido en las montañas para turistas que quieren ver la aurora boreal, para así poder ahorrar y volver a España con un buen colchoncito hasta que me saliera algún trabajo de lo mío. Los sueldos allí son brutales, encima duermo y como en el hotel, no tenía prácticamente datos, igual que no iba a tener prácticamente compañía. Pero cómo son las cosas, el cocinero era él.

Era polaco y estaba allí por lo mismo que yo, él en las cocinas y yo en la recepción, pero los dos por el dinero. Nos enamoramos poco a poco, desde el principio yo sabía que tenía novia y que no estaban bien, pero en ningún momento me llegué a imaginar que ese ser humano fuera a despertar tantas cosas que jamás había sentido.

Los sentimientos se fueron forjando poco a poco, el mes de junio solamente hablábamos de pasada, en julio ya nos quedábamos en el sofá de la sala común hablando hasta las doce de la noche, en agosto ya era hasta las seis de la mañana y en septiembre ya había quien nos mantuviera separados. En octubre nos íbamos, no sé por qué siempre esperamos a que se vaya a acabar para poder empezar. Pues bien, una noche surgió, sin venir a cuento, no era especial, ni yo estaba especialmente mona, ni hacía mucho frío, ni mucho calor, ni mucho nada, una noche más. Nos besamos, después de tres meses de espera, por fin nos besamos.

Empezamos a liarnos fuerte y no sé qué pasó, pero acabé llorando diciéndole que creía que estaba enamorada de él. Él en ningún momento me dijo lo mismo de vuelta, se limitó a decirme que no podía dejarlo con su novia, que también sentía cosas por mí, pero que ella era una persona ‘especial’. Pasó una semana más y no volvimos a tener contacto físico, casi ni nos saludábamos al vernos por los pasillos del hotelito. Hasta que no pude más y un día entré a su habitación cual huracán ibérico que soy y le canté las cuarenta, le dije que no podía más, que sentía demasiado y que no quería que nuestro verano acabara así después de todas las horas que habíamos compartido.

Me dijo que él tampoco quería eso, que su novia vendría la semana que viene a visitarle, que la estaba intentando dejar desde hace más de un año, pero que no podía porque ella siempre le amenaza con suicidarse. Empezó a hablar, a vomitar palabras, sin parar, durante casi más de una hora, lloraba, muchísimo. Un chico tan enorme sintiéndose tan pequeño, solamente quería abrazarle todo el rato, de hecho eso hice. En resumen, me contó que su novia trabajaba en el ejército, que era polaca también, que tenía depresión, muchos problemas para socializar, que estaban juntos desde el instituto, que ella tenía acceso a armas y ya había atentado varias veces contra su vida.

Me empezó a enseñar conversaciones en las que ella le pasaba fotos dentro de un tanque con una pistola y le decía ‘si me dejas, me vuelo la cabeza’, otra con ella intentando cortarse las venas… Bueno, hay muchos más detalles, pero no quiero frivolizar y tratar esto como si fuera una cosa más en el mundo. Lo abracé, él lloro y esa noche durmimos juntos, sin que pasara nada más. A la mañana siguiente volvimos a ser más nosotros que nunca. Hasta el día de antes que su novia aterrizara en Islandia, que follamos.

 

No sé qué le pasó, yo estaba en mi habitación imaginándome cómo sería ella, cómo me tendría que comportar con él, cómo me gustaría volver a besarle y cómo de hija de puta era la vida conmigo. En medio de todos esos pensamientos, apareció él tocándome la puerta, la abrí y me besó. Me besó lento y con ansiedad, fue un beso que no sé ni cómo explicar, se me erizan los pelos de todo el cuerpo mientras lo recuerdo y lo escribo.

Nos desnudamos a trompicones, era lento e intenso a momentos, era desesperado y salvaje en otros. Pero no en plan mágico, si no extraño, era como que sentíamos demasiado y necesitábamos que pasara, pero a la vez lo queríamos disfrutar… Mirad, no sé, fue un polvo muy extraño, pero a mí me explotó el alma de gozo.

Al día siguiente vino su novia y, queridas mías, me cayó espectacularmente bien. Iba preparada para odiarla, para encontrarme con un alma en pena que me arrebatara mi tiempo con él, tenía clarísimo que no iba a poder soportar su presencia y no. La chica era maravillosa, super simpática, siempre pidiéndome que me uniera a los planes que tenían ellos, invitándome a desayunar, pidiéndome que paseáramos juntas… Mira, no sé ni qué pensar.

El caso es que la novia al final se fue, recuerdo esas noches como una tortura china, imaginando que estaban los dos juntos en su habitación y yo sola mirando por la ventana las primeras auroras boreales (esto ayudaba bastante a pasar el mal trago). Cuando ella se fue, el destino decidió que las tuberías se desbordaran en nuestra planta, los trabajadores estamos en la peor, así que nos movieron a las cabañas que hay en el pueblo mientras arreglaban las cañerías. Nos fuimos los dos solos durante diez días a una cabaña, con cocina propia, terraza y ventanal.

Qué diez días. Me entran ganas de llorar cada vez que lo pienso. Fuimos felices, nosotros y solos. Yo quería sentirme mal por su novia, pero no podía, estaba plena, completa… Feliz. Se nos acabó la luna de miel y volvimos al hotel para pasar nuestras últimas dos semanas en Islandia, antes de volvernos a nuestros respectivos países, alquilamos un coche y nos recorrimos la isla kilómetro a kilómetro, estuvimos doce días viajando por parajes que te dejan sin respiración. Pero como todo, se acabó.

Yo volví a Burgos y él a Polonia, la escena del aeropuerto fue un cuadro, porque por el temporal retrasaron los vuelos, pero cada uno estábamos en una terminal distinta, y fuimos a pasar las horas juntos a través de un cristal que nos separaba. Ahí, los dos sentados, tan lejos y tan cerca a la vez.

El caso es que ahora, después de un mes sin verle, os estoy escribiendo para deciros que me he comprado un vuelo y que me voy a Polonia, que él no lo sabe, pero me ha dicho que esta semana va a hablar con su novia para dejarla definitivamente (no sé si me lo creo), yo le he dejado caer alguna vez lo de ‘me subo a un avión y estoy allí en nada’ y él siempre me ha dicho ‘no me digas cosas que no puedes hacer porque me partes el corazón’.

Así que nada, me voy a Polonia con el pecho lleno de miedos y de ilusiones, no sé qué pasará, pero quiero pensar que todo va a ir bien.

 

Anónimo