Me metí en una pelea de tráfico con un machirulo que me increpó

 

Llevo conduciendo desde los 14 años. No tenía carnet, pero sí participaba en carreras de Karts. Soy una apasionada del motor hasta tal punto, que mi carrera profesional está enfocada hacia la alta competición deportiva. Me gusta conducir, me gusta ver a otros conducir. Y viene un SEÑORO a darme clases.

Acepto consejos, por supuesto; pero de esta clase de gentuza, pues mira… no. Como muchas de vosotras, cada mañana llevo a mis hijas al colegio antes de irme a trabajar. A veces con más o menos prisa, porque no es fácil salir de casa con 3 ratitas presumidas, pero nunca hemos llegado tarde.

El SEÑORO comeculos

Aquella mañana había un camión del ayuntamiento poniendo las luces de Navidad en una farola. Los operarios y su vehículo invadían buena parte de la calzada, reduciendo parte de la carretera de acceso al colegio a un solo carril y un pequeño arcén donde las familias aparcan sus vehículos para dejar a los críos en el cole.

Tocaba aparcar. El tío que llevaba detrás estaba pegado mi matrícula. Le ponía el intermitente, indicándole que pretendía aparcar, pero nada: desde que avanzaba con mi coche unos metros con la intención de meterlo de culo, él se me pegaba todavía más impidiéndome estacionar. Lo vuelvo a intentar un poco más adelante, “regalándole” ese aparcamiento, ya que la sensación que transmitía era que lo quería para él. Sin embargo, ahí estaba otra vez, pegado a mi matrícula.

El caos de tráfico que estábamos liando era considerable. Teníamos cola por detrás, pero también por delante dado que la carretera estaba cortada por los trabajadores y aquí, mi primo el de detrás, que no me dejaba aparcar. Puse la marcha atrás y seguía sin moverse el amigo. Al final, maniobré de tal manera -sudor y sangre- que conseguí colar el coche en un hueco ridículo con el SEÑORO porculero detrás.

“Mujer tenías que ser”

Pongo el freno de mano y, cuando voy a salir del coche, no puedo. El SEÑORO me bloqueó la puerta, bajó la ventanilla de su coche y empezó a increparme: “Mujer tenías que ser”, “Ojalá te quiten el carnet”, “Eres un peligro público”. Yo que no había hecho nada raro más que intentar aparcar donde estaba permitido. No contento con gritarme, se baja del coche. “Si tan mal vas de tiempo, levántate antes”, dedujo. Yo, que llevaba despierta de las 6:30 horas de la mañana para preparar a mis tres hijas. “Será cabrón”, pensé.

Aún con su vehículo bloqueando mi puerta y mis tres hijas asustadas. Continúa con las ofensas, aunque con un punto más en agresividad, y me golpea el cristal de atrás. Las niñas se ponen a llorar.

Soy una mujer pequeñita y me cuelo por cualquier hueco. Abrí la puerta con cuidado y la adrenalina me transformó en papel de fumar. Logré salir de mi coche y encarar al SEÑORO, que no se esperaba encontrarme frente a frente. Mira, sinceramente, no sé ni qué le dije. Suelo ser una persona educada, no pierdo los papeles, pero ver a mis hijas llorando y el espectáculo que estaba dando ese hombre delante de un colegio lleno de niños y de padres apurados, sacó lo peor de mí. “Si no me estuvieses comiendo el culo, verías que te he puesto el intermitente mil veces”; “Al que deberían quitar el carnet es a usted que no sabe para qué sirve el intermitente” ; “Anda, señor, acuéstese”. Sé que me puse a su altura, incluso puede que un poco más abajo, pero ya que iba a participar en un show, mejor lo protagonizaba. Me hizo aspavientos intimidatorios y cuando ya me tocó, le metí un empujón que acabó empotrado sobre su coche.

Mi entorno, incluidos los operarios de las luces navideñas, me aplaudió allí mismo, en mitad de la calle. El tío, al ser víctima de mi cabreo y al ver el apoyo generalizado de las familias, se subió al coche refunfuñando y se fue. Al carajo, hombre. A tocarle los huevos a SEÑOROS como él.