Si bonitas, me ofrecieron 2.000€ así sin más. Por hacer de acompañante de un señor de 70 tacos.

Yo pensaba que estas cosas solo pasaban en las pelis. Pero aquí, a una servidora bien vivida, le han envuelto en cada experiencia que a veces, le dan ganas a uno de bajarse de la vida.

A día de hoy soy una chica de 30 años, de talla 46 y embarazada que se deja ver con gorro y gafas en sus clases semanales de Aquagym.
Que no es por nada, pero las embarazadas sufrimos cambios físicos que a veces son jodidos de llevar. Y estos señores del Aquagym nos obligan a llevar el kit de la vergüenza. ¿Conocéis a alguna embarazada que con gorro de piscina y gafas no parezca un torpedo? No sabeís lo jodido que es mantener a veces la dignidad de una…

Bueno, a lo que voy: por aquel entonces, yo era una chica de 22 años que entraba dentro de lo que puede ser un cuerpo normativo. Talla 38, 1.78m de altura, piernas largas, melena rubia y mucha hambre.

Como buena moza lozana y nueva delgada que era, me gustaba salir con mis amigas a explotar esos nuevos privilegios que como niña gordita jamás había vivido.

En una de esas noches, nos encontramos con un grupo de pijazos. De esos chicos que llevan camisa, mocasines, pantalones chinos y pulsera con la bandera española. Se pasaron toda la noche sacándonos copas y haciéndonos la pelota. De primeras nos parecieron unos tíos muy majos la verdad. Cuando nos invitaron a ir con ellos a otra discoteca nos dimos cuenta de que aquellos chicos no eran de nuestra edad ni los típicos chicos en los que nosotras solíamos fijarnos.

Éramos 4 amigas y ellos eran 3. Nos acompañaron fuera de la discoteca y nos subieron a una limusina que nos llevó a otra discoteca.

Claro, mis amigas y yo estábamos flipando, no habíamos subido a una limusina en la vida.

Bueno, el caso, que pasamos la noche con ellos, ninguna tuvimos nada con ninguno porque sinceramente: ninguno era el estilo de chico en el que ninguna de nosotras se hubiera fijado. Pero intercambiamos teléfonos para quedar a tomar algo algún día.

Después de aquella noche, nosotras empezamos a investigar un poco. Dos de aquellos chicos eran hijos de conocidos empresarios madrileños e incluso dos de ellos (los más babosos) tenían mujer e hijos.

Claro, nosotras éramos chicas normales, estábamos acabando la Universidad y lo único que queríamos era pasarlo bien. No queríamos tener que soportar a babosos y cuando supimos que aquellos chicos eran padres, nos sentimos fatal. Es cierto, no tuvimos nada con ninguno, pero era muy obvio que ellos sí querían tener algo con nosotras. Y no sé, exponernos a eso sabiendo que son padres, nos dio grima y decidimos rechazar sus propuestas para quedar en otras ocasiones.

Lo más flipante fue, cuando un día, uno de ellos me llama y me pregunta ¿Te gustaría ganar 2.000€?

Lo primero que pensé fue que me iba a ofrecer un puesto de trabajo o al menos un trabajo temporal. Yo acababa de terminar mis estudios de empresariales. Este chico había estudiado lo mismo que yo y ese fue mi primer pensamiento. Nada más lejos de la realidad.

Según la conversación fue avanzando, me dí cuenta de que la oferta era la siguiente: Quería que fuera la acompañante de un señor de 70 años. Se trataba de acompañarle a un evento en el Real Casino de Madrid, pasaría el evento con el señor, al cual no conocía de nada y una vez terminado el evento me darían 2.000€ en un sobre y me llevarían a casa.

Vamos, que me ofrecieron 2.000€ por pasearme y cenar con un viejo.

A mí me dio muy mala espina, porque me gustan mucho las pelis de acción y ya he visto a Liam Neeson varias veces rescatar a su hija de mafias, de jeques o de violadores.

Así que para mí fue muy fácil decir que no. No me sentí nada cómoda con esa proposición, sé que este tipo de acuerdos existen y que no tienen porque ser encuentros ni violentos ni sexuales. Me dio mucho asco y en un micro segundo, el concepto que tenía de aquel chico (el cual llevaba una cadena con una medallita de la Virgen María) cambió por completo y no volví a cogerle el teléfono en la vida.

Aquellos chicos, los cuales se definían como orgullosos creyentes, estaban no sólo humillando a sus respectivas mujeres y familias, sino que además se atrevían a intentar negociar con el físico de una niña de 22 años.

En aquel momento, como nueva delgada que era, por un momento me hizo sentir válida, pero según han ido pasando los años y ahora que voy a ser madre de una niña, pienso en aquella situación y siento repulsión.

No me deja de sorprender el cinismo de este tipo de personas. Personas que se abanderan a ellas mismas con medallas, para luego actuar de una manera tan repugnante.

Por no hablar del concepto de «hombre de éxito» que este tipo de personajes siguen propagando en esta sociedad.

Ser un hombre de éxito para este tipo de comunidades, significa tener una mujer digna en casa ( Que seguramente fue virgen hasta su noche de bodas). Una vez que consiguen tener a la mujer en casa, ellos se dedican a trabajar y a «cazar» a chicas mucho más jóvenes de las cuales quieren todo aquello que la mujer con la que se han casado, no les da.

Estos señoros, los que me ofrecieron 2.000€ por acompañar a un viejo, son «hombres de éxito» porque pueden dejarse ver con chicas de 22 años por las noches.

Son «hombres de éxito» porque tienen independencia financiera y autoridad plena dentro de sus familias. Son «hombres de éxito» porque tienen una mujer cristiana y digna en casa mientras ellos pueden ser lo que realmente son: hombres del pleistoceno negociando con el autoestima y la poca capacidad crítica que puede tener una chica de 22 años.

Estos señoros son «hombres de éxito» porque tratan a sus mujeres como si fueran una nevera. Tratan al resto de mujeres, como si fueramos un coche deportivo por el cual creen que pueden pagar. Por que al final del día «Todos tenemos un precio».

¡ASCO ES LO QUE SIENTO! ¡ASCO PROFUNDO E INTENSO!

Anónimo

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