Escrito por Luna Purple basado en la historia real de una seguidora.

 

Hace poco tiempo que volví a saber de un amigo que hacía años que no veía. Nos pusimos al día y me enseñó (mucho menos orgulloso de lo que podría esperar) la foto de sus gemelos. Una preciosidad de bebés, vestidos con ropa de marcas que claramente yo ni sueño en alcanzar a comprar.

Tras un buen rato hablando noto cómo empieza a insinuarse hacia mí, de una forma que me resultaba bastante violenta. Habíamos sido muy amigos y teníamos cierta confianza, pero que estuviéramos intercambiando fotos de nuestras descendencias y al momento me empezase a decir lo bien que les había sentado a mis pechos la maternidad, no era lo que yo esperaba de aquella conversación, así que la terminé de forma brusca.

Esa noche me escribió para pedirme perdón, me dijo que siempre había fantaseado conmigo y que ahora, que su mujer se negaba a tener relaciones todavía después de un embarazo en que no le dejó ni tocarla, lo había pillado en un momento donde le estaba costando mucho contener sus “impulsos”. Yo le di mi chapa habitual sobre que no somos salvajes y que debería ser capaz de contenerse, sobre todo si ve que está haciendo sentir incómoda a otra persona.

Fue pasando el tiempo y volvimos a hablar en alguna ocasión sobre nuestros respectivos hijos. A los suyos los describa como una de esas tareas engorrosas que debía hacer durante el día y eso nos llevó a charlar sobre por qué había decidido ser padre si, claramente no quería. Al parecer las exigencias que tiene ser un “niño bien” pasan por cumplir las expectativas de unos padres que esperan de ti que hagas lo que te toca: casarse con una mujer discreta, aunque no la ames, y tener uno o dos hijos como mucho antes de cumplir los 40. Sentí cierta lástima por él, pero más aun por esos niños que crecerían sabiendo que no fueron realmente deseados.

Me hablaba mucho de su mujer como esa persona neurótica, desquiciada y controladora que quedaba muy bien en las fotos familiares y juntaba un montón de títulos que lo dejaban en una buena posición social. Ahí empecé a distanciarme de él, no soportaba que hablase así de una mujer que casi se había partido en dos por traer a sus hijos al mundo y solo recibía desprecio. Aunque me consta que a ella jamás le decía nada, si sabía que era frío y distante con ella, por su apatía con respecto al sexo en el post parto.

Cuando los niños aun no habían cumplido su primer año, me escribió de nuevo porque quería contarme algo.  A su mujer, recién parida como quien dice, le habían detectado un cáncer de pecho. Como acababa de parir, ella se exploraba muy a menudo y lo encontraron a tiempo. Le hicieron una mastectomía doble y le programaron una histerectomía completa para poco después, pues encontraron un defecto genético por el cual tenía un riesgo muy alto de que el cáncer apareciese de nuevo. Cuando quedé con aquel chico, al que esperaba ver destrozado y con el ánimo por los suelos, me sorprendió ver la buena actitud que tenía. Me habló de la recuperación de la operación, de que había contratado a varias personas para poder atender a los niños mientras él trabajaba y que estuvieran pendientes de su mujer, me contó lo mal que estaba llevando las náuseas por la quimio, la depresión que se añadió a su post parto terrible y que ahora, al verse sin pelo, sin pechos y con la lívido totalmente apagada sentía que su vida había acabado. Yo, con la empatía latiéndome muy fuerte, le dije que era normal que eso fuera así, le recomendé que llamase a un amigo mío que era psicólogo y que podría ayudarla a salir de aquella situación emocional tan dura. Hablé con él de cómo las hormonas nos pueden levantar de la más absoluta mierda, pero también nos pueden hundir en la más absoluta miseria y que todo lo que ella estaba viviendo me parecía una putada tan grande que me daban ganas de llorar.

Él me miraba sonriente, como si se sintiese orgulloso de que alguien que no la conociese empatizase tan bien con ella. Pero entonces me coge de la mano, yo me acerco en señal de apoyo moral y entonces me dice que le excita mucho escuchar a una mujer hablar con tanta contundencia. Me aparto de golpe y suelto su mano con brusquedad, entonces me cuenta que el post parto ya se le había hecho muy largo, pero que esta situación de sequía durante la convalecencia de su mujer le estaba llevando a la locura, así que le había planteado a ella “externalizar servicios”. Mi cara debía de ser un poema, pero a él no pareció sorprenderle y siguió explicando que, una vez que su mujer llevaba en casa ya un mes tras las operaciones, él le dijo que no podía más, ella le preguntó qué proponía y él le planteó que le diera carta blanca para tener relaciones extramatrimoniales hasta que ella volviese a poder tenerlas con normalidad. Ella accedió entre lágrimas (y así lo contó, con todo su morro) y al día siguiente le propuso intentar tener sexo igualmente, que a ella no le apetecía, pero que lo haría por no perderlo, pero él le dijo que no le haría algo así y que temía lastimarla, además de que no le apetecía que su “vuelta al ruedo” fuese con alguien que se moviese menos que una muñeca hinchable.

Y era por eso por lo que quería verme, porque podría al fin tener la noche de sexo conmigo que había soñado durante años y con el permiso de su mujer. Que prefería dejar el “sexo con profesionales” como última opción. No contó con el factor de que yo nunca quise ningún tipo de contacto físico con él y, sobre todo, que tras oír cómo hablaba de su mujer (y de las mujeres en general) no lo tocaría ni con un palo.

Me levanté en silencio y me fui de allí.

Un año después me los encontré celebrando su aniversario de boda en el mismo restaurante en que lo celebraba yo con mi marido (casualidades de la vida). Él se acercó a saludarme, pero vio en la mirada de mi reciente marido que sabía quien era, así que simplemente nos deseó una buena noche y se fue.

Me dolió horrores ver a aquella mujer agarrada de su brazo, conformándose con la compañía de alguien que no la tenía en cuenta para nada y que jamás la apoyaría como se merece una persona en su situación. Pude saber ahora que está 100% recuperada, pero yo sé que no será así hasta que se aleje de ese capullo que la trata como un objeto de decoración.

 

 

 

Escrito por Luna Purple basado en la historia real de una seguidora.

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