Compleja MENTE 

 

Mi abuela paterna una vez me dijo que yo no era gorda, que yo era ‘de hueso ancho’. 

De pequeña muchos me dijeron gorda. 

Me vino la regla con 9 años y medio. El 1 de enero a mediodía fui a hacer pipí y pensé que había reventado de tanto cenar la noche anterior. No había dado tiempo a que me explicaran que eso llegaría. 

Me salieron dos buenas tetas muy pronto. Las más grandes de mi clase. Se rieron de mí. Fijaos qué ironía. Alguna que otra después pagaría por aumentar su talla hasta la que yo tenía entonces. 

Con 12 o 13 años era de las más altas de la clase. Se rieron mucho entonces. Sigo siendo de las más altas y mido 1’69. 

Yo tenía mucho volumen en el pelo y muy rizado. Me llamaron ‘La leona’. Se burlaron en aquel entonces. Años después algunas se quemaron los pelos intentando sacar un poco de ondulación, se cardaron y yo no me reí a pesar de lo ridículo de la situación. Hasta sé de algunas que intentan el método curly con un patrón de ondulación tan escaso que ni los pelos de mi bigote

Tengo un 40/41 de pie. Alguna que otra vez me han dicho que tallo como un hombre. 

Muchas veces me han dicho que menuda nariz fea y grande. 

Que vaya manos poco finas. Que vaya dientes grandes. Cuantas estrías. Que tengo un pelo en la barbilla. Que por qué no me quito el pelo de los brazos. 

Y así un sinfín de cumplidos y detalles. 

¿Sabéis qué? 

Antes todas estas cosas me hacían pensar, llorar, sufrir… 

Los complejos nos pertenecen porque nos sentimos mal o porque nos hacen sentir mal. Casi siempre nos hacen sentir mal. Los compañeros de clase, algún que otro amigx, algún familiar o la sociedad. Ay, la sociedad.

Tengo derecho a sentirme mal. Pero también tengo derecho a sentirme bien a pesar de pesar 80 kilos y medir 1’69. A tener una 105 de sujetador. A tener pelazo. A tener una barca por pie. A que mi nariz sea digna de un cuadro de Miró. A que tenga las manos heredadas de mi padre. A tener dientes de castor para comerme un melón de una sentada. A tener estrías y ahorrarme tatuar un recuerdo de mi embarazo. A tener pelos rubios en los brazos y poder decir que yo también soy rubia de corazón. 

Me cago en los cánones de belleza. Me cago en los estereotipos. Y me cago en los juicios. 

Deberían ser asignaturas obligatorias:

  1. Respeto. 
  2. Me toca el coño tu opinión cuando vienes con mala intención. 

De todos los complejos que os he mencionado, no me queda ninguno. 

He aprendido a reconciliarme conmigo misma y a que mi lema sea que a quien no le guste que vaya pasando a comerme el melocotón por turnos y ordenadamente.

 Estoy de temporada, oiga.

 

LADY APEGO