¿Habéis visto The Office? Pues la cara que hace Jim mirando a la cámara es la misma que se me queda con ciertas situaciones que voy viviendo a lo largo de mi vida. Siempre he dicho (medio en broma, medio en serio) que a veces creo que estoy en un programa de cámara oculta constante, porque desde luego la gente con la que me encuentro normal no es. Vengo a contaros uno de esos momentos en los que sólo puedes pensar “Vaya circo”.

En la cafetería en la que estaba trabajando conocí a una chica con la que conecté al instante, la vamos a llamar Marta. Desde el primer momento nos empezamos a llevar bien ya que teníamos gustos muy parecidos y el mismo humor.

La primera noche que salí con ella fue nada más terminar de trabajar. Era bastante tarde ya que entre que yo era nueva y un poco lenta, y que en la ciudad era fiesta, se había complicado un poco el cierre. Cuando salimos del local sus amigos ya la estaban esperando fuera y Marta no dudó ni un segundo en presentarme. Todos fueron muy amables, en concreto su mejor amiga que fue la que le dijo que me fuera con ellos porque le había caído bien. Yo en ese momento no dije nada, pero (como siempre) tuve un crush enorme con uno de sus amigos. Sí, soy ese tipo de persona,qué se le va hacer.

Seguimos quedando y yo cada vez estaba más integrada en el grupo. Además empecé a hablar más con este chico y al final, evidentemente acabamos liados. Un día, la mejor amiga de Marta nos invitó a pasar la tarde en su pueblo (en el cual también vivía mi nuevo lío) y cenar allí. Marta se quedaría a dormir en casa de su amiga y yo teóricamente me iba a me volvía a mi casa en metro, pero este muchacho me dijo que me quedase en su casa a dormir. ¿El problema? Que mis nuevas amigas no sabían nada de este idilio que nos traíamos él y yo.

En cuanto llegué al pueblo y me bajé del metro hablé con ellas y les dije la verdad. Que él y yo nos estábamos conociendo y que no lo habíamos contado por decisión mutua, pero a mí me sabía mal mentirles tan descaradamente y más cuando esa noche yo también iba a dormir allí.

Entre las tres acordamos que era algo que se quedaba entre nosotras porque no era plan de que se enterase todo el grupo (grupo en el cual había una antigua follamiga de mi follamigo) para evitar que las cosas se pusieran raras.

Pues bien, cenamos, Marta se va y yo me dirijo a la casa de este chico. Me espera en el portal, abre y subimos. Me enseña un poco la casa y me dice “no hagas mucho ruido, que está mi madre durmiendo”. Me quedé a cuadros, yo pensaba que me había invitado porque su madre no estaba o que al menos había avisado en casa de que iba a llevar compañía, pero no.

Intenté no darle importancia, me puse el pijama y nos fuimos a dormir porque encima el cuarto de su madre estaba al lado del suyo prácticamente, por lo que allí iba a  haber de todo menos cosas indecentes.

A la mañana siguiente cuando me desperté escuché que había movimiento en la casa. De repente escucho una voz masculina por el pasillo gritando el nombre de este chico y él, ni corto ni perezoso, me tapa la cabeza con la sábana como si mágicamente el bulto de todo mi cuerpo fuera a desaparecer.

El hermano entra en el cuarto y por supuesto se dio cuenta de que yo estaba ahí, pero fingió que no. Pues si aún nos parecía poco llega el perro y se sube a la cama, venga otro más. Se pone a olfatear como diciendo ”aquí no hay algo que no me cuadra” y el hermano echando al perro del cuarto y cerrando. La siguiente vez llamó a la puerta porque ya se había dado cuenta de la situación y mientras está hablando entra la madre.

Vamos no me jodas. Decidme dónde está la cámara oculta porque aquí claramente alguien se está riendo de mí. La madre le empieza a reñir por no sé qué historia y dice “¿y esas gafas que hay en el escritorio de quién son?” Yo en este punto estaba que esperaba que me tragara la tierra.

La mujer sale del cuarto y él me dice “Vale, ahora te vas a cambiar y vamos a tener que sacarte de aquí sin que te vea mi madre”.

Pero qué me estás contando ¿que encima tengo que hacer de espía infiltrada? No me pagan lo suficiente por actuar en mi propia vida.

Salimos del cuarto y cuando ya estamos casi en la puerta la señora aparece detrás de mí diciendo “uy niña, y tú de dónde has salido?” Me dio la neurona justa para reírme y contestar que había salido del armario, a lo que la mujer me preguntó si lo decía en serio. Opté por callar y dejar que ella misma montara la película y con la poca dignidad que me quedaba salí de esa casa de locos.

Por suerte nunca más volví a ir ni me crucé con esa mujer, meses más tarde este chico y yo dejamos de vernos y creo que casi mejor, porque desde luego no aguantaba otra mañana más como esa.

Rocío.