Tú, que te fuiste sin decir adiós, como un cobarde. Cerraste la puerta de un golpe sin darme una explicación. Desapareciste.
Tú que cambiaste mi vida por completo, al llegar y al marcharte, que dejaste huellas y cicatrices, sensaciones agridulces. Tú que me has brindado los recuerdos más bonitos y las lágrimas más amargas, por favor, no vuelvas nunca. Vete, pero de verdad.
Hay demasiados momentos para olvidar, y muchos silencios en los que recordarte. Tengo grabado en mis labios el sabor de tus besos, cierro los ojos y estás ahí, mire a donde mire puedo verte, y a veces hasta sentirte, pero ese ya no eres tú, sólo es la estela de aquello que fuiste, de lo que fuimos.
Pasado, eso es. Ya has pasado por mi cuerpo, por mi mi vida y por mi corazón. Me has atravesado de punta a punta, sin dejar un centímetro de piel sin recorrer, incluso contigo te has llevado una parte de mí.
No creas que va a ser tan fácil olvidarme, quizá no por quién soy, sino por lo que he sido. Te acordarás de mí el día que ya no puedas más de tanto amor de usar y tirar y busques un abrazo, entonces te darás cuenta de cómo puede llegar a doler la soledad.
Nunca te pedí nada que no quisieras darme, por eso me prometiste que llegado el momento me mirarías a los ojos para despedirnos y así poder escribir juntos un punto y final, aunque doliera. Sin embargo, una vez más, has vuelto a fallarme y ahora ya no estás. Ni si quiera me diste la oportunidad de preguntar y yo sola he tenido que imaginarme tus respuestas, aunque es más fácil que todo eso, la realidad es que siempre fuiste un egoísta.
Como nunca te pedí nada que no quisieras darme, tampoco lo voy a hacer ahora. Tampoco quiero olvidarte, ni negar que aquello que fueron heridas llevan tu nombre. Aunque tú sí lo hagas, porque siempre fuiste de borrón y cuenta nueva, en el fondo de tu corazón sabrás que una vez yo también estuve ahí, porque aunque te creas invulnerable fruto de tu ego, no lo eres.
Siempre se dice “mejor tarde que nunca”, pero contigo no es así, mejor nunca que tarde. Mejor que nunca regreses, porque si lo hicieras sería demasiado tarde.
Por favor, evitémonos el “¿Qué tal?”. Sé que estás bien. Sé que no siempre lo estarás, y sé que vas a acordarte de mí. Cuando lo hagas y te preguntes cómo estaré, no te preocupes, porque aunque no siempre estaré bien, sin duda estaré mejor que cuando estabas tú.
Aunque te extrañe quiero darte las gracias. Gracias por enseñarme las partes buenas y malas de mí que no conocía, y gracias por ser el motivo por el que me he visto obligada a caer, y por ende, a volver a levantarme tras tu huida. Gracias a ti ahora soy más fuerte.
Haznos un favor a los dos: por una vez mantén tu palabra, y no vuelvas.