¿Qué les decís vosotras a una amiga si os pregunta qué os parece su nuevo novio? ¿Contestáis con sinceridad incluso cuando la primera impresión ha sido muy deficiente? ¿Decís cualquier cosa para salir del paso? ¿Mentís?
Hace unos meses, mi amiga nos presentó a un chico con el que llevaba cuatro o cinco semanas quedando. Se lo trajo a una de nuestras quedadas sin maridos con la excusa de que salía a esa hora de trabajar, estaría cerca y ya no podría verlo hasta dentro de dos días.
Os pongo en contexto: a sus más de 35 años, a mi amiga no le había cuajado ninguna relación de pareja. Parecía que vivía en paz con ello, pero, en realidad, confesaba ansiar una vida convencional en cuanto se le preguntaba. Ya sabéis: casa-marido-trabajo-hijos. A la enésima decepción amorosa, conoció a este por una app y, a cambio de un mínimo de atención, ya la tuvo comiendo de su mano.
La noche que conocimos al tipo fue cordial, sin más. Al principio, callado y observador, analítico. Luego, según avanzaba la noche, más animoso. Me llamó la atención que estuviera de acuerdo en todo lo que decíamos y que reforzara cada uno de nuestros argumentos fuera cual fuera el tema de conversación, aunque estuviéramos rajando de cómo son algunos hombres. Y, además, nos contó pasajes de su vida, de cómo es su familia, de todos los sitios en los que había vivido y, sí, también mencionó a alguna exnovia tóxica.
“¿Y bien?”
Yo me llevé una impresión clara: el tipo tenía más calle que un banco del parque. Era un superviviente nato. La quisiera o no, se iba a aferrar a mi amiga con uñas y dientes porque ella podía darle cosas que él no había conseguido aún: una casa “propia”, una mujer trabajadora e independiente, una red familiar de apoyo cercana y unida y un círculo de amigos. Ella, en cambio, es pura candidez, diría que ingenuidad. No tiene picardía ni ve la maldad en nadie. Además, qué os voy a contar, está enamorada.
En el camino de vuelta a casa, ya sin la pareja, le dije a mis amigas lo que me había parecido y ellas estuvieron de acuerdo. Incluso hicimos un pronóstico: en menos de un año, o están embarazados o se casan.
Cuando llegamos a casa, teníamos en el grupo la pregunta del millón: “¿Qué os parece?”.
Lo que yo hubiera puesto:
“Se ha llevado toda la noche analizando y luego esforzándose por agradarnos, así que me ha parecido poco transparente y espontáneo, quizás algo calculador. No sabemos nada de amigos o familiares, solo de alguna ex a la que cataloga como ‘tóxica’. Además, por lo que cuenta, creo que es un superviviente y sabe que estás loca por él, lo que le da ventaja. Ten cuidado”.
Lo que puse:
“Me ha parecido majo, pero mucho más no puedo decir porque solo lo conozco de unas horas, ¡jejeje!”.
No quise decirle más porque me puedo estar equivocando de cabo a rabo, y porque ella ya ha reaccionado mal cuando alguna otra le ha hecho algún comentario. Ejemplo:
—Mañana no puedo ir al cumple de Amiga. He quedado con Novio.
—Madre mía, tú que no te perdías una, hija, ¡quién te ha visto y quién te ve!
—[Enfadada] Aquí todas habéis hecho lo que os ha salido del coño siempre. Yo he ido a todo, y ahora, que estoy con alguien, parece que os molesta.
¿He juzgado demasiado rápido desde mis propias vivencias, sin tener ni idea? Sí.
¿Ojo de loca no se equivoca? También. Y lo cierto es que la intuición no me suele fallar y, en este caso, tampoco lo ha hecho.
A los tres meses de aquel encuentro, nos enteramos que él tiene una hija de 4 o 5 años con la que no tiene relación, presuntamente, por culpa de la madre. Y a los seis meses, mi amiga anunció su propio embarazo.