Jorge y yo éramos muy buenos amigos desde hacía unos diez años, desde que entramos en la universidad. Siempre mantuvimos el contacto; llegamos incluso a ser compañeros de trabajo durante las prácticas y después con una beca laboral tras el Máster que hicimos juntos. Ambos nos hemos llevado genial desde primera hora, y ha sido una de las personas a las que más he apreciado en mi vida.

Hace dos años, tras terminar con la beca, Jorge y su novio encontraron trabajo en la ciudad de al lado, así que se mudaron allí y acabaron comprándose una casa poco tiempo después.

Yo seguía becada e independizada en mi ciudad, pero hace unos meses tuve que volver a casa de mis padres porque mi contrato se acabó y por más que busqué no encontré nada de mi especialidad. Como tenía bastante paro cotizado, quise volver a su casa para ir ahorrando mientras encontraba algo decente.

Entonces, a los pocos meses, me salió la oportunidad de tener un contrato de prácticas de una rama de mi especialidad. Las prácticas serían de 4 meses sin ver un duro, algo que no me hacía ni puta gracia, pero después había una GRAN probabilidad de encontrar trabajo en esa empresa, además de en el sector, ya que es algo muy demandado en la actualidad. Para colmo, el salario sería espectacular.  ¿El mayor problema? Era en la ciudad de al lado (a donde se había ido Jorge a vivir), y cuyo alquiler estaba por las nubes, así que me tomé un tiempo para pensármelo.

En esos días, alguien habló por mi grupo de amigos de la universidad, en el que también estaba Jorge, preguntando por novedades, así que conté el tema este de las prácticas y que estaba planteándomelo. Rápidamente, Jorge me habló por privado y me dijo que sería bienvenida en su casa el tiempo que necesitase. A mí me encantó la idea, ya que me vendría genial para no desembolsar de primeras tanto dinero y poder ir buscando una habitación compartida con tranquilidad. Total, que así lo acordamos. 

No tardé mucho en mudarme a su casa. Me ofrecí varias veces a pagarle algo por mi estancia allí durante lo que durase, no sé, alguna cantidad de dinero, una compra o alguna factura al mes, pero Jorge y su pareja, Jose, se negaron en rotundo.

Durante la primera semana pude observar que quien llevaba las riendas de la relación era Jose. Era bastante controlador, y llamaba varias veces a Jorge mientras estaba conmigo haciendo la compra, por ejemplo. Lo llamaba al salir de casa, durante la compra unos minutos para ver qué comprar y luego lo llamaba para decirle lo que se había gastado, porque le había llegado el cargo al teléfono. Una locura.

Jose no era muy simpático, y parecía que me había pillado tirria desde el principio. Me soltaba comentarios raros a veces, pero yo intenté hacer caso omiso.

Como no me quisieron coger ningún dinero, yo me esforcé más por colaborar en las labores del hogar. La primera semana les limpié el piso entero, y les hice algún que otro recado. Aun así, Jose casi siempre me miraba con cara de culo.

No había querido decir antes que esta primera semana fue la última, por no hacer spoilers…pero así fue.

El domingo Jorge y Jose se me acercaron y me dijeron que me tenía que ir. Así, tal cual. La excusa fue que la hermana de Jose había venido a pasar 15 días de vacaciones a su casa, y como no había más habitaciones me tocaba a mí marcharme. Aquello me pareció un ultraje. 

El lunes yo me iba a incorporar a las prácticas, y con ello comenzaba la búsqueda de una habitación para compartir piso, que no estaba muy fácil tampoco. Ellos, tan amables y atentos, me dijeron que no me preocupase, que no me tenía que ir “ya de ya”, que tenía de plazo hasta el lunes siguiente.

UNA SEMANA me dieron para buscarme otro sitio.

Increíble. La bronca que tuvimos fue menuda. Yo me agobié muchísimo y empecé a buscar habitaciones como una loca. ¿Qué clase de amigo me invita a su casa por voluntad propia el tiempo que necesite para ayudarme a instalarme en una ciudad y a la semana me pega la patada como si nada? Es que no entendía nada. Estaba furiosa.

En fin, me di patadas buscando una habitación y, sinceramente, me quedé con lo primero que me salió medio decente, puesto que tampoco tenía mucho tiempo y estaba deseando salir de allí y perderles de vista.

El día en que me mudé, estaba sola en casa porque ambos estaban trabajando. Finalizando la última maleta, me puse a buscar un dispositivo que no encontraba por el salón, porque pensé que quizá estuviese por allí.

Durante la búsqueda, escuché un par de veces un pitido muy leve. Más tarde, encontré lo que buscaba en el mueble del salón, junto a una vitrina.

Volvió a sonar el dichoso pitido y ya me puse a observar por curiosidad. 

Y encontré ahí, en la vitrina, entre varios objetos, una maldita CÁMARA que estaba grabando en dirección a la que era mi habitación y a parte del salón.

NO ME LO PODÍA CREER. Esos miserables me habían estado vigilando mientras no estaban en casa. 

La rabia que me entró fue tal que casi acabo cogiéndoles la cámara y tirándosela por la ventana.

Sé que es algo denunciable, pero lo único que quise fue salir de allí cuanto antes y no volver a verles sus miserables caras nunca más, así que terminé de hacer mi maleta bien rápido y me piré sin mirar atrás.

 

HISTORIA REAL DE UNA AMIGA

ANÓNIMO