26 de enero, cumpleaños de mi madre, cena familiar. Ves esos días de verano en los que sales a la calle y ves el cielo raro, como si estuviese a punto de caer el diluvio universal. Así me siento yo cada vez que tengo un evento familiar.

Pongamos las cartas sobre la mesa, yo ADORO a mis padres, pero les adoro en la distancia. ¿Por qué? Pues porque cuando nos juntamos toda la familia son poseídos por un ser maligno que les obliga a preguntarme las mismas 5 preguntas de siempre:

¿Y todavía no te han hecho fija?

¿Soltera? ¿A  tu edad?

¿No crees que se te está pasando el arroz?

¿Sabías que tu amiga Pepi la del colegio ha tenido su tercer hijo?

¿Has engordado?

No falla. Siempre lo hacen y empiezo a resignarme y asumir que siempre lo harán.

Como decía, el pasado sábado fue el cumpleaños de mi madre y (aunque tengo bastante reciente el trauma de las cenas navideñas), fui a pasar el día con la familia. Craso error, porque como si se tratase de un Deja Vú se repitieron las preguntitas de siempre, añadiendo una nueva muy típica de estas fechas.

¿Y con quién vas a pasar San Valentín? Porque me imagino que sola no… Sería un poco triste.

Y en ese momento tuve un episodio de lucidez mental y me di cuenta de que sólo había dos formas de que mis padres dejasen de hacerme preguntas de mierda: contestarles lo que quieren oír o contestarles lo que jamás querrían que yo dijese.

Sigo soltera, con un trabajo precario y sin instinto maternal, así que me parecería un poco cínico mentir en la cara a mi madre y decirle que he conocido a un príncipe azul (a excepción del príncipe nigeriano que me manda mails para estafarme…) con el que comer perdices y tener hijitos. Opté por la segunda opción y con una sonrisa en la cara le dije a mi madre:

Sola no, con mi vibrador.

Se escandalizó, me dijo que no tenía gracia y el tema acabó ahí. Ni una pregunta más.

Por eso quiero dar las gracias a ese aparatito con batería de litio y carga rápida que habita en mi mesilla de noche. Jamás me da plantón, tengo orgasmos asegurados y ha conseguido lo que yo no había logrado en 30 años: cerrarle la boca a mis padres.

 

Redacción WLS