Cada día estoy más convencida de que nuestro cuerpo tiene memoria, que no solo alberga información sin más, que hay cosas como un olor, un sabor, una caricia que despiertan dentro de ti miles de emociones y sensaciones.

El amor es sin duda uno de los factores que más a fuego nos grava miles de pequeños detalles, que sin darte cuenta activan cada una de tus terminaciones nerviosas.

Cuando hablamos desde la emoción, podemos sentir como todo nuestro cuerpo se activa como si de un árbol de navidad se tratase, teletrasportándote por unos segundos a ese momento de tu vida tan especial.

Pero cuando el amor termina, y esa persona que te despertaba todas esas sensaciones tan intentas y placenteras, ya no está, tu cuerpo y tu mente se quedan confusos. Y  te mandan pequeños “recuerdos” de cómo te hacía sentir ese contacto, con la idea de que lo vuelvas a buscar.

Puede llegar a ser muy duro echar de menos a alguien no solo a nivel emocional, pero el dolor de un cuerpo echando de menos a otro puede ser devastador.

No hablamos solo de la parte sexual, que claro que despierta otras tantas sensaciones, hablamos del hecho de lo reconfortante que era ese beso que era tan vuestro, un abrazo fuerte y lleno de significado o simplemente ir de la mano por la calle.

Vivimos finalmente sintiendo un “cariño fantasma”, con el añadido de pensar en todo lo bueno que tuvisteis cuando estabais juntos y todo iba bien.

Por eso superar una ruptura puede llegar a ser tan intenso y doloroso, porque a los recuerdos hay que añadirle la necesidad del contacto, de lo físico, del piel con piel.

Cuando hablamos de que el cuerpo tiene memoria, básicamente nos referimos a eso. Que parece que cada centímetro de tu piel, recuerda como era sentir el tacto del otro y plantearte vivir en este momento sin ello, te parte en muchos cachitos pequeños.

Pero te contaré un secreto, llegará un día que tu cuerpo finalmente se olvide de eso.

Aprenderás a vivir sin ello, hasta el punto de que no lo necesitarás, y esto te lo puedo prometer.

Ahora bien, no cometas el error de que si aun te sientes así, intentes tapar el recuerdo de un contacto con el de otra persona, porque no solo no conseguirás olvidar a la otra persona, si no que el dolor que sentirá tu cuerpo al esperar a una persona y que aparezca otra, puede ser demoledor.

Aprende a darte tiempo, a escucharte, y a dejar que el tiempo, los nuevos pensamientos, las nuevas vivencias, te dejen volver a reconectar contigo.

Recuerda, nadie es imprescindible, y ningún dolor bien trabajado dura toda la vida.

Mientras tanto y no, tendrás que enseñar a tu cuerpo a olvidar, lleva tiempo, pero se puede.

 

 

Aida Vallés Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de Pareja

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