Mi ex no celebró el cumpleaños de nuestro hijo por irse con la novia

 

Llegó el COVID y, con él, mi divorcio. El confinamiento nos sentó como un tiro a mi marido y a mí. Es cierto que ya no era lo mismo, que peleábamos más y sentíamos menos, pero hasta que no nos encerraron en la misma casa durante meses no habíamos descubierto la gravedad del asunto. En cuanto nos permitieron salir de casa, él se organizó el local de su negocio para mudarse allí. Aquí paz y en el cielo gloria. Todos contentos.

Todos contentos, menos mi hijo. A día de hoy tiene 10 años y todavía le cuesta entender qué fue lo que ocurrió para que su padre dejase de vivir con él. Mi exmarido es un tío de negocios que viaja mucho y tiene poco tiempo disponible para el ocio y para su familia. Especialmente, para su hijo. Me cuesta horrores que cumpla con la custodia compartida; en ocasiones, me he visto tan sola y desesperada que me he tenido que llevar el niño al trabajo. No es que me sobre la pasta para pagar canguros ni tampoco tengo ayuda familiar; si mi ex no cumple con lo establecido, me quedo con el culo al aire. Eso fue lo que ocurrió el día de su décimo cumpleaños.

Un regalo de cumpleaños inolvidable

Con más de un mes de antelación, le comenté a mi exmarido que ese día yo tenía guardia y que necesitaba que se encargase del niño. Le propuse varias ideas: cine, local de comida rápida, escape room… Era tal mi angustia que incluso me ofrecí a pagar la actividad que deseasen realizar juntos, no fuese a ser el dinero un impedimento. ¡Yo qué sé! Él dijo que sí, que sin problemas. Hasta el lunes previo a su cumpleaños, a tan solo 4 días de la celebración, ahí cambió de parecer.

Mi hijo volvió llorando a casa, diciendo que su padre tenía que viajar por negocios justo el día de su cumpleaños y que no podría pasarlo con él. Tuve que pedir mil favores en mi trabajo para cambiar la guardia y no dejar a mi hijo solo. Casi no lo logro, tuve que implorarle a mi jefa y aceptar sus condiciones, muy desfavorables para mí. Aunque lo logré, el niño estaba triste. Lo llevé al Centro Comercial, donde le permití comprar un regalo extra a los que ya tenía; también, fuimos al cine; por último, cuando por fin parecía haber atisbado una ligera sonrisa en su rostro, ocurrió lo impensable: nos encontramos con su padre.

El sinvergüenza de mi ex estaba de la manita con una mujer, tonteando con una bandeja de nachos en el centro de la mesa. Su atontamiento lo había dejado ciego y sordo, ya que hasta que mi hijo no se puso al lado a llorarle, no lo vio.

Fue una casualidad. Una puta casualidad. Una casualidad de mierda. Me da igual mi ex y su nueva conquista, os lo juro. Mi amor por él no se transformó ni siquiera en cariño, sino pasó directamente a indiferencia; pero el dolor de mi hijo, sí que me afectó. Él se sintió traicionado y desplazado por su padre. Un día tan importante y significativo para él, en el que tenía depositada tantísima ilusión, él lo canceló por estar con una mujer. Sea el amor de su vida o una primera cita de Tinder: mi hijo se autodefinió como “última mierda” para su hombre de referencia.

Un pequeño corazón roto

Ya han pasado algunas semanas desde el encontronazo, pero mi hijo sigue sin querer ver a su padre. Mi exmarido tampoco ha hecho por acercarse, disculparse. Sí que vino un día a casa y le dejó los regalos en la puerta, con tanta prisa que no quiso ni un café para romper el hielo. Trabajo, trabajo. Trabajo y, a saber, si algo más. A saber si siempre hubo algo más. No lo sé, no me importa.

Solo me importa el corazón roto de mi hijo. Herido y decepcionado por su padre, odiando a una de las personas que él más quería.

 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]