Mi ex y yo tenemos formas diferentes de educar, pero hemos conseguido que funcione

 

El padre de mis hijos y yo siempre fuimos como la noche y el día.

Éramos la viva imagen de eso que se dice de que los polos opuestos se atraen. Sin embargo, la atracción dejó de ser suficiente en algún momento entre que nos casamos y nació nuestro segundo hijo. Una relación larga y madura, sobre todo si hay niños de por medio, necesita que los dos miembros de la pareja se complementen, estén en la misma sintonía. Y nosotros nunca lo estuvimos.

Si le preguntara a alguno de nuestros familiares o amigos, lo más probable es que me dijese que hacía tiempo que se lo veía venir.

De hecho, creo que los únicos sorprendidos de que lo nuestro se fuera a pique fuimos nosotros mismos.

El caso es que nos divorciamos con un bebé recién nacido y una niña de cuatro años.

Yo a mis niños no los cambio por nada, y no volvería atrás para hacer las cosas de otro modo porque ellos fueron el resultado de las circunstancias que teníamos en aquellos momentos. Pero reconozco que la llegada de los hijos fue la estocada final a nuestro matrimonio. Ya que, aunque llevábamos años lidiando con nuestra incompatibilidad de caracteres y con nuestros distintos modos de ver la vida, teníamos muy perfeccionada la técnica de pasar y dejarlo correr.

Lo que pasa es que en lo concerniente a la crianza y a todo lo que conlleva ser padres, eso de pasar de todo no funciona. Puede ser peligroso incluso.

De modo que tomamos la decisión de separarnos por el bien de las criaturas y por el nuestro.

 

Mi ex y yo tenemos formas diferentes de educar, pero hemos conseguido que funcione

 

La nuestra fue una separación amistosa y muy civilizada. Más civilizada que las últimas etapas de la relación, francamente. Tenemos la suerte de que nos separamos de mutuo acuerdo, sabiendo que era lo mejor que podíamos hacer y sin terceras personas ni rencores ni líos de pasta.

Pero (siempre hay un ‘pero’), debemos reconocer también que nos llevó un tiempo ajustar la nueva situación en cuanto a los niños. No en lo relativo a la custodia, en eso estuvimos de acuerdo desde el primer momento, sino en cuanto al tipo de educación al que tendemos cada uno. Y es que, como de costumbre, en muchas cosas teníamos ideas radicalmente opuestas. Ya las teníamos cuando estábamos juntos, no obstante, se hicieron mucho más evidentes cuando nos separamos.

¿He escrito ‘teníamos’? Bueno, mi ex y yo TENEMOS formas diferentes de educar, pero hemos conseguido que funcione.

https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-pareja-mujer-jugando-7180766/
Foto de Pavel Danilyuk en Pexels

¿Cómo? Pues con disposición y mucha comunicación.

Muchos de los ajustes que hemos ido adoptando desde entonces se han dado en temas que pueden parecer irrelevantes. Sin embargo, hemos aprendido que no hay asunto menor cuando se trata de nuestros hijos y las decisiones que vamos tomando con respecto a ellos.

Al principio los dos tirábamos del ‘cuando estáis conmigo las cosas son así’ y otras frases parecidas. Pero no tardamos en darnos cuenta de que estábamos volviendo locos a los niños y de que les estábamos dando armas arrojadizas que, antes o después, nos terminaban tirando a la cara. Esa era una guerra que queríamos evitar a toda costa. Así que no nos quedó más remedio que trabajar y llegar a términos medios entre las posturas de ambos.

Fue de esa manera como resolvimos las diferencias que notaban nuestros hijos en cuanto a la hora de irse a la cama, la alimentación, el uso de pantallas, etc.

Pero también otras cuestiones más difíciles de equilibrar como mi renuencia a premiar y castigar o incluso el tipo de actividades extraescolares a las que los queríamos apuntar.

Fuimos cediendo donde se podía ceder, así como estudiando a fondo qué era lo mejor para ellos en lo que no nos poníamos de acuerdo.

Ahora nuestros hijos tienen claro a qué hora deben estar acostados entre semana, pero también que esa hora límite se amplía bastante los findes. Tienen una alimentación saludable y equilibrada sin importar quién sea el que prepara la comida, si bien les concedemos pequeños caprichos de cuando en cuando. No tienen tablet ni les dejamos nuestros móviles, aunque hacemos alguna que otra excepción en ciertas situaciones. Hemos abolido los premios y castigos, pero hemos ideado un sistema de objetivos que nos funciona muy bien a los cuatro. Van a clases de inglés, aunque también practican un deporte de equipo.

 

Mi ex y yo tenemos formas diferentes de educar, pero hemos conseguido que funcione

 

Todo ello y más, independientemente de que estén con papá o con mamá. Porque si en algo nos pusimos de acuerdo a la primera, fue en que no nos perderíamos el respeto ante nuestros hijos y en que seríamos consecuentes con las decisiones que tomásemos juntos.

Como decía, al principio no fue fácil. Sin embargo, hoy por hoy estoy feliz con los resultados, y admito que hubiera sido un error mantener algunas líneas rojas que al final accedí a transgredir.

 

Anónimo

 

Envíanos tus vivencias a [email protected]

 

Imagen destacada