ÉRASE UN BEBÉ A UNA PEZONERA PEGADO

 

Nunca imaginé depender de dos ventosillas de plástico para empezar la lactancia. Cuando hice el piel con piel enseguida supo dónde estaba el pezón y se quedó un buen rato enganchado a él. Al principio, las matronas venían y decían que iba genial hasta que vieron al día siguiente que perdió peso. Y lo que ahora sé que es normal, entonces me dijeron que tenía que atajarlo rápido o podría ser peor. Yo, acojonada, no dejaba de llamar al timbre a cada toma para que me indicasen si se había agarrado bien o conocer más posturas que pudieran facilitar que mi bebé no pasase hambre. Y me encontré con dos tipos de matronas: las que me decían que lo estaba haciendo bien y que al principio los bebés tenían el estómago de un guisante y con el calostro les saciaba, y las que me decían que no tenía suficiente leche y necesitaba fórmula. Según el turno me encontraba de unas o de otras. Y al día siguiente del parto, una matrona de las segunda entró diciendo que el bebé había perdido mucho peso, que no enganchaba por culpa de mis pezones y que teníamos que darle fórmula.

Y yo empecé a llorar, era defectuosa y mi bebé pagaba el pato. Nos dijo que fuésemos a la farmacia a por unas pezoneras, pero que la fórmula deberíamos dársela porque estaba pasando hambre. Y a mi pareja le faltó tiempo para salir a la farmacia y traerme todas las tallas de pezoneras posibles. Y ahí empecé una larga relación con las pezoneras y la lactancia mixta.

Ya en casa, procuraba sacarme leche a tope, pero salía poco (que luego supe que no necesitaba más) y suplementábamos cada toma con fórmula. La matrona del centro de salud me veía cada semana por el agarre, pero mi bebé no parecía tener problemas físicos que le impidiese mamar bien. Tenía la boca pequeña y ya. Me dijo que no pasaba nada, que mi pezón no era invertido como me dijeron en el hospital, que tenía leche a demanda, que las pezoneras ayudaban a muchas mujeres en los inicios y que la lactancia era un camino largo y duro que no se consolidaba hasta el tercer mes. Bueno, pues tengo tiempo, me dije.

Con las pezoneras no sentía dolor y sabía que estaba succionando bien porque veía el remanente de leche acumulada. Al menos se alimentaba. Pero eran un dolor de cabeza en muchos otros sentidos. Al principio, no podía olvidar llevarlas conmigo a todas partes, a la vista si estaba en el salón, cogerlas si me iba a la cama para tenerlas a mano cuando se despertase, meterlas en el bolso cuando salíamos de paseo. Terminé comprando varios pares.

Tenía una cuna colecho que no pude usar correctamente porque el colecho me era imposible. El ritual era agotador, sobre todo cada tres horas con el cansancio acumulado: Encender la linterna del móvil para no despertar del todo al bebé, colocarme somnolienta las pezoneras, tumbarme, posicionar al peque para que llegase y descubrir que se me estaba saliendo la leche porque la ventosa no se había pegado bien al pecho y estaba mojando la cama. Volver a encender la linterna, incorporarme, colocarla bien y repetir el proceso. El bebé se había movido, había movido la pezonera y adiós, el remanente esparcido. Al final, decidí que terminaba antes y era menos jaleo incorporarme y dar el pecho sentada apoyada en la almohada. Pero a la larga fui cogiendo vicio postural q desembocaba en lumbalgia. Todo como muy rodado y muy facilitador.

Estaba reventada. Mi marido intentaba concienciarme de que teníamos el bibe y él podía hacer turnos, pero no, yo quería que mi lactancia (al menos la nocturna) fuese bien porque me habían dicho que por la noche es cuando más se saciaba y no quería sentirme aún más fracasada. Tonta.


Pasaban las semanas y ya estaba cerca de los 3 meses que me dijo la matrona. Y yo veía que sin pezonera, mi bebé no se alimentaba igual, duraba tres minutos y se quedaba dormido. Pues nada, sería la excepción que llevaría las pezoneras hasta el fin de la lactancia.

El problema es que las mastitis hacían aparición. Y yo desinfectaba y hervía después de cada uso, pero durante los meses que las tuve, sufrí dos. Cuando me curé de la última, volví a probar sin su uso. Mi bebé tenía ya 4 meses y medio y hacía al menos un mes que no me separaba ellas. 

Y de repente, la revelación. Un agarre perfecto y una buena succión. Magia. Lloré. Estaba sin pezoneras y mi bebé mamaba sin problemas. ¿Se me habían arreglado los pezones? ¿Qué pasó? Pues según me dijo la pediatra, tenía la estructura maxilar suficientemente grande para agarrar bien el pezón. Antes simplemente no estaba totalmente desarrollada. Comprobé durante una semana que sin pezoneras seguía cogiendo peso y me deshice de las dichosas pezoneras. 

Seguimos con lactancia mixta, pero al menos el ritual porculero y sobre todo las mastitis se han ido con viento bien fresco.

 

Carla Jano