Desde que lo conozco he sabido que era el hombre de mi vida, es una de las pocas cosas que jamás he dudado. El primer día consiguió que me saliera un trozo de patata frita por nariz del ataque de risa que me dio al escucharle narrar una historia suya de cuando era pequeño, si eso no es amor del verdadero yo ya no sé nada en la vida.

Mi futuro esposo (estoy aún acostumbrándome a llamarlo así) siempre ha sido un jodido cachondo mental, me conquistó por su sentido del amor y me sigue ganando cada día que pasa con él, aunque él es más, es muchísimo más. Bueno a ver, tampoco os lo tengo que vender mucho, le he dicho que sí me quiero casar con él, ha conseguido que crea en los ‘para siempre’, imaginarme el resto de mi vida sin él se me hace casi imposible y es que quiero a ese calvorota con toda mi santa alma.

Pues bien, como a todas las parejas de España el tema del satisfyer ha traído cola. Hemos hablado de él igual que todo el mundo, en cenas con amigos, los dos solos y hasta en comidas familiares. Mi prometido (cómo me gusta llamarlo así) tiene una retaíla de chistes al respecto que se podría marcar un monólogo, casi todos ellos ridiculizando el miedo que los hombres tienen ante tal aparato de demonio.

Pues bien nosotros mucha tontería de decir que me lo tenía que comprar, que por qué no me lo pillaba, que él quería que yo tuviera uno y blablabla. El caso es que jamás me lo pillé porque le dije que a mí o me lo regalaba él o yo no lo quería, así que yo un poco esperaba encontrármelo debajo del árbol estas Navidades, no que me puto pidiera matrimonio con él.

Siempre nos hemos cachondeado también de cómo nos íbamos a pedir matrimonio, de cuándo lo íbamos a hacer y de lo diferente que queríamos que fuera y, sinceramente, ha superado todas mis expectativas. Fue sencillo, simple, bonito, romántico y acabó, como no podía ser de otra manera, con un ataque de risa.

Pues aquí mi querido amor me regaló un fin de semana express en Roma, trabaja en una empresa que le hace ofertas de viajes y la verdad que nos hacemos una escapada por Europa cada dos meses más o menos, no nos gastamos casi nada y hacemos visitas a países de salir viernes y escapar domingo, nuestro destino favorito es la capital italiana. Habremos ido por lo menos nueve veces ya, vamos básicamente a comer a nuestro restaurante favorito  y poco más, nos flipan esas jodidas pizzas.

Así que cuando me dijo que nos había pillado el finde, no me sorprendió, ni me imaginé movidas, ni nada por el estilo. De hecho ya hemos pasado ambos los 35 (llevamos juntos 12 años), ya hasta pensaba que lo de casarnos no iba a suceder jamás, estamos cómodos como estamos y preferimos gastarnos el dinero en viajes o eso quería pensar yo.

El caso es que nada ahí estamos los dos, cenando el primer viernes por la noche en nuestro restaurante, habíamos comido nuestra ensalada compartida, cada uno su pizza y la cuenta estaba pedida para irnos a comer el postre fuera, el helado de siempre. Somos personas de costumbres. Cuando de repente empieza a sonar nuestra canción ‘para quedarte’ del Kanka, en Roma. Yo no entendía nada. (Por fa, os dejo el enlace y ponéosla para meteros en la situación).

YouTube video

Vale, pues en cuanto empiezan a sonar los primeros acordes yo me pongo a llorar, porque lo veo mirarme, lo veo mirarme bonito, lo veo mirarme precioso, lo veo mirarme como solo él sabe mirarme. Empieza a decirme las cosas más bonitas que me han dicho nunca mientras las intercala con trozos de la canción que estaba sonando. Literalmente me hizo la declaración de amor más bonita que yo jamás he escuchado, yo estaba llorando como una magdalena cuando para acabar en lugar de sacarme un anillo, un perrito, una rosa o cualquier cosa que se os pueda ocurrir me saca un satis, grabado.

Sí, grabado, personalizado con un ‘Noe, ¿te quieres casar conmigo?’.

Yo paso de llorar a descojonarme viva y es que con él siempre es así. Le pregunto que si está de coña y me dice súper serio ‘por supuesto que no, te acabo de prometer que voy a intentar hacerte feliz todos los días de tu vida, él será mi ayudante, mi Sam’. (Referencia al señor de los anillos, también somos muy frikis).

No pude hacer otra cosa que besarle y reírme, reírme y besarle, en bucle. Le dije que sí una decena de veces, nos fuimos al hotel y estrenamos a Sam Sagaz Gamgy juntos, no sé cuántas orgasmos tuve esa noche y no hablo solamente de sexo.

Cuando terminamos le dije que a ver cómo le explicaba yo la pedida de matrimonio a mis padres y me dijo que eso ya era cosa mía, que él había cumplido con su parte. Así que bueno, en realidad tengo dos versiones de mi pedida, la que cuento a la gente que quiero y la de verdad, jajajajajajaja.

Es la primera vez que me animo a escribir y lo hago borracha de felicidad, ojalá todas tengáis un Frodo que os quiera bonito, aunque os pida matrimonio con satisfyers.

 

Noelia

 

Envía tus movidas a [email protected]