Tengo un secreto que no he contado ni a mi mejor amiga, ni a mi psicóloga. Algo que me guardo dentro, que necesito soltar y he pensado que en esta comunidad me vais a entender.

Me casé con un hombre maravilloso. Pero el amor de mi vida siempre será mi ex.

Cuando pienso en mi esposo, veo a un hombre bueno, con sus imperfecciones, pero con un corazón de oro. Es un buen amante, atento a mis necesidades, y un padre excepcional para nuestros hijos. La vida que hemos construido juntos está llena de momentos felices, de risas compartidas y de sueños realizados. Pero incluso en medio de esta felicidad, mi mente vuelve una y otra vez a él, a mi ex.

Fue de él de quien estuve enamorada como una tonta. No fue mi primer amor, pero me sentía con él como una quinceañera, ilusionada, ese amor que parece adolescente, de esos que te duele hasta la boda de tanto sonreír. Al principio era todo un sueño, un amor de película. Pero pronto empezaron los problemas.

Discutíamos por cualquier cosa, desde las cosas más triviales hasta las más profundas. Nuestros caracteres similares chocaban una y otra vez, pero en el fondo de todo ese caos, siempre estaba el amor. Un amor que nos consumía y nos devoraba, pero que también nos hacía sentir vivos.

Tras varios años de idas y venidas, al final rompimos de una manera trágica e intensa, tal y como había sido nuestra relación. Nos separamos, no quisimos tener contacto uno con el otro, al fin y al cabo, nunca fuimos amigos, fuimos amantes, fuimos el uno del otro, pero nunca amigos.

Cada uno buscando su propio camino. Yo conocí a mi actual pareja y él… no tengo ni idea. No supe más de él. No tiene redes sociales, nunca le gustaron, tampoco teníamos amigos en común, así que no tengo manera de saber qué fue de su vida.

Yo me casé y tuve dos hijos. Un niño y una niña. Mi marido es la persona más maravillosa del mundo y el mejor padre que podrían tener mis hijos. Nuestra vida es ideal. Tenemos una bonita casa, buenos trabajos y dos hijos preciosos. Somos la envidia de muchos.

Y yo lo quiero mucho. Es un gran hombre. Me quiere, me cuida y me hace la vida sencilla. Jamás discutimos. Somos felices.

Pero a pesar de todo, a pesar de llevar una vida idílica, años después de separarme de mi ex, su recuerdo sigue persiguiéndome.

Cada día me despierto con su rostro grabado en mi mente, con su voz resonando en mis oídos. Me pregunto qué podría haber sido si las cosas hubieran sido diferentes, si hubiéramos sido capaces de superar nuestras diferencias y de construir un futuro juntos. Seguramente mi vida sería hoy muy distinta. Quizás no habría sido madre, o si, pero estoy segura de que él no hubiera sido tan buen padre de mis hijos como lo es mi marido. Aún así, me cuestiono tantas cosas…

Intento concentrarme en mi vida presente, en mi esposo y en mis hijos, en las pequeñas alegrías que llenan nuestros días. Pero incluso en medio de esa felicidad, hay un vacío en mi corazón que nunca parece desaparecer. Porque el amor que siento por mi esposo es real y sincero, pero el amor que siento por mi ex es como una cicatriz que nunca terminó de sanar.

Tengo claro que quiero pasar el resto de mis días junto a mi marido. Pero a veces me pregunto si alguna vez podré dejar atrás ese amor perdido, si algún día podré mirar hacia adelante sin que su sombra se interponga en mi camino. Pero por ahora, me encuentro atrapada en este limbo emocional, navegando entre la realidad de mi vida presente y los fantasmas de mi pasado.