Toda esta historia empezó hace muchísimos años: mi amiga y yo éramos prácticamente unas crías. Nos conocíamos desde pequeñas y, más que amiga, éramos como hermanas.

Cuando sucedió lo clave de esta historia, mi mejor amiga estaba empezando con el que bastante años más tarde acabaría siendo su marido: llevaba tan solo dos o tres meses de relación, estaban en fase de “conocerse” prácticamente.  Y un crush del pasado llegó justo en ese momento poniendo patas arriba todo.

Este era un chico por el que ella había bebido los vientos durante todos los años que duró el instituto, sin que él reparase de su existencia, y que justo en aquel momento había vuelto a aparecer y, por fin, interesarse en ella…

Ella había estado enamorada de él durante tantísimos años… Le encantaba el chico que estaba conociendo pero lo del otro siempre había sido más fuerte.  Estaba hecha un lío y finalmente no fue capaz de desaprovechar la oportunidad de cumplir su sueño de antaño y se lanzó de cabeza a vivir por fin esa experiencia soñada que sentía que tenía pendiente.

 

 

Su ahora «amante», también tenía pareja en ese momento. De hecho, la suya era bastante más estable y la mantenía desde hacía muchísimos años. Desde el primer momento, le dejó claro a mi amiga que la cosa entre ellos nunca iba a ir más allá, pero al mismo tiempo la encandilaba diciéndole que nunca antes había sentido algo parecido y hablándole de todo lo que ella significaba para él…

La hacía sentir alguien especial y única en su vida.

Sé que, así contado, todo suena muy frívolo, pero lo cierto es que mi amiga lo pasó bastante mal: tenía el corazón hecho añicos y se encontraba en una situación de confusión total en la que no era capaz de dejar a su novio ni de cortar lazos con este otro.

 

 

Esa situación claramente no tenía futuro y efectivamente a los pocos meses todo explotó y se rompió esa relación de amantes.

Ella lo pasó bastante mal: por la implicación sentimental que había puesto en este chico y por la culpa que sentía hacia el que estaba empezando a consolidarse como su pareja.

Pero al final el tiempo todo lo cura, pasaron los años y su relación con este nuevo chico se hizo cada vez más formal y más seria, llegando a convertirse, como ya he dicho antes, en una pareja muy estable y sólida.

Se casaron, tuvieron hijos y su vida era una vida completamente normal como la de cualquier pareja. Yo era la única que sabía de todo esto de su pasado como mejor amiga suya y confidente que era desde la infancia, y me alegraba mucho del desenlace de esta historia.

 

 

Aunque había pasado tanto tiempo que ya ni nos acordábamos y mucho menos le dábamos importancia, mi amiga nunca se había quitado de encima esa espinita de culpa y miedo: jamás había vuelto a ser infiel, pero sentía que había fallado a su marido.

A pesar de todo esto, nunca nos habríamos imaginado que después de tantos años, su secreto acabaría saliendo a la luz y así fue:

Hace relativamente poco y de forma totalmente casual, el marido encontró una evidencia muy grande de los hechos, y os podéis imaginar la que se lió:

Al principio, parecía que la iba a dejar directamente y nos parecía natural y lógico, ¿qué se podía esperar?

Pero no lo hizo y a las pocas semanas comenzó el maltrato psicológico hacia mi amiga, se convirtió en diario, pasaban los días y no parecía que fuera acabar…

 

gritar

 

Ella estaba arrepentida a más no poder y sufriendo mucho. No sabía cómo podía reparar el daño que había hecho y lo más triste es que sabía que nunca lo conseguiría y que se había roto algo muy profundo entre ellos, pero no quería aceptarlo en su fuero interno.

Agachaba la cabeza y aguantaba todos los castigos que él ejercía. Sentía que se lo merecía. Yo, como amiga, me sentía impotente viendo que aquello no solo no acababa sino que parecía haberse convertido en un nuevo modo de vida y de relacionarse: él se sentía en el derecho de actuar de forma cruel, y ella en la obligación de aceptarlo con resignación.

¿Y qué pinto yo en toda esta historia? Pues muchas cosas: en primer lugar, él también estaba dolido conmigo, pues después de tantos años me consideraba también su amiga y parte de su familia, y descubrir que yo había sido cómplice de la infidelidad de marras, me bajó del pedestal en el que me tenía.

 

chico barbas metro

 

En segundo lugar, el detonante gordo llegó el día en que, en mitad de esta crisis de acoso hacia ella, mi amiga no pudo aguantar más y se vino con los niños a mi casa.

Su marido le estaba empezando a dar incluso miedo y no lo reconocía.  Parecía estar tan bien y, sin venir a cuento, en cualquier momento comenzaba gritar y a volver a reprocharle lo que había sucedido tanto tiempo atrás, incluso aunque estuvieran los niños delante.

Yo, lógicamente, los acepté en mi casa, la intenté apoyar y, por supuesto, cuidarla.  Duró solo un par de días conmigo, pues el marido al final logró convencerla de que volviera, mostrándose arrepentido y con mil promesas de perdonar de verdad y volver a intentarlo.

Parecía que, a partir de ese momento, las cosas comenzaban a ir un poco mejor y que, a pesar de seguir necesitando su tiempo, poco a poco el hombre conseguía perdonar e ir volviendo a la normalidad, pero esta normalidad no fue así hacia mí…

 

A partir de entonces, él se mostraba tirante y distante conmigo cuando nos veíamos. Era muy transparente y ni se esforzaba en disimular.

Yo no terminaba de entender por qué mi amiga contactaba conmigo cada vez con menos frecuencia y por qué cada vez nos costaba más vernos o simplemente hablar por chat o teléfono.

Hasta que ella un día me confesó que su marido era a mí a la que no perdonaba por haber cubierto y sabido durante tanto tiempo de su infidelidad y no haber dicho nada. Tampoco le había hecho gracia que yo fuese su apoyo y sostén cuando ellos discutían.

Mi amiga me contó todo esto entre lágrimas y me pidió perdón por alejarse de mi, me dijo que la entendiera, que ahora tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano para salvar su matrimonio con él después de todo el daño que le había causado.

Se me rompió el corazón y le recordé que siempre estaré ahí cuando pueda necesitarme, consciente de que no creo que acabe tardando demasiado…