Voy a hablar de una cosita que sé que puede ser criticada, pero que también es apoyada por muchas de las que estamos aquí en el foro. Lo a gusto que me quedo cuando llega el momento de que mi hijo se vaya a la cama. A lo mejor es algo que he heredado, no lo sé. 

Cuando era pequeña mi madre todas las noches nos mandaba a mi hermano y a mí a dormir diciendo que nos fuéramos ya, que su mejor momento del día era ese. Ella sola frente a la tele con la casa en silencio. Yo no lo entendía, es más, me sentaba fatal porque es que encima, lo decía abiertamente y no se cortaba ni un poquito siquiera. 

¿Tan poco nos quería? ¿Tanto le molestábamos? Pero si éramos dos angelitos. Mi hermano estaba diagnosticado con TDAH y yo era muy tranquilita, pero hablaba por los codos. 

Nunca la entendí hasta que fui madre. Tengo una bendición de nueve años que al igual que su tío es TDAH y al igual que su mami, habla hasta dormido. Vamos, que ha sacado lo mejorcito de ambos. 

El niño y yo tenemos un acuerdo y es que todas las noches a las diez en punto tiene que irse a la cama. Eso es ahora, antes era a las nueve y media, pero según va creciendo, vamos sumando minutos. Él se enfada y mientras da argumentos de por qué nunca es buena hora de irse a dormir, yo solo miro el enorme reloj que tengo en la cocina para ver cuánto falta para ese momento. Mi momento. 

Ansío cada día que la casa se quede en silencio. Nunca suele ser a la hora exacta porque siempre llegan los y dame otra vez las buenas noches, o los tengo frío o calor, los quiero agua o los te falta darle un beso a Spidy, un Spiderman que mide un metro y duerme con él desde hace años. Cada noche si no es un pito es una flauta. ¡Cómo le gusta rascar minutillos al niño! Yo no hacía eso, ¿eh? A mí de pequeña me mandaban a la cama y como mucho encendía una linterna debajo de la manta para poder leer unas páginas de un libro. Pero en silencio, para que no me pillaran y pudiera saber qué pasaba con el pequeño vampiro Rudiger.

Mi hijo a veces tarda treinta minutos en dormirse, otras, treinta segundos, pero cuando lo hace, llega mi hora. Ya puedo ver la Isla de las tentaciones, jugar a Fortnite, ver una serie o leer un libro. Ya lo sé, mis aficiones no tienen nada que ver unas con otras, pero soy así, no busquéis la lógica. 

Y llegado ese momento… Yo soy feliz, yo estoy tranquila, yo tengo tiempo para mí y yo NO me siento mala madre. 

He de reconocer que a veces me duermo y no hago nada de lo que tenía planeado para esa noche, pero bueno, ¿qué le vamos a hacer? Me gusta dormir. 

Hace unos días salió el tema de conversación con mi madre y se lo confesé. Le dije que la entendía y que había cambiado mi perspectiva de la situación. Ambas nos reímos y estuvimos de acuerdo en que cuando los hijos se van a la cama, es el mejor momento del día. No es porque se les quiera menos, yo adoro al mío, pero no solo somos madres, también somos mujeres que necesitan su intimidad en pareja o en soledad y también somos personas que necesitan su espacio. 

No hay nada de malo en sentir paz y tranquilidad cuando llega la noche sabiendo que por la mañana llega otro gran momento del día: ese en el que escuchas buenos días, mami. 

 

 Alba C Serrano